viernes, 29 de febrero de 2008

¡Chincha rabincha, mi Magnate es mejor que el tuyo!

En el cole (¿quizás sólo en el mío?) se oía entre los niños a menudo la frase "pues mi papá es el dueño del colegio". Por supuesto, mentira cochina, pero al decir aquello te sentías casi intocable. Nada podía superar a un padre que fuera dueño del segundo hogar de tantos.

Pues bien, hoy miércoles he tenido un dèja-vu serio-serio: Magny (a partir de ahora llamaré así al Magnate) me ha pedido que confirmara el bello desayuno que mañana jueves tenía con otro Magnate en el Ritz, nada menos.

(Inciso para dejaros saber a todos que no sólo por fin he terminado El Libro de Buen Amor sino que también he actualizado hasta la última dirección del Tarjetero. La vida es bella)

He llamado a la Secretaria del otro Magnate (mujer, claro) y la buena moza se ha alarmado sobremanera al comprobar en la agenda de su dueño que el ya mencionado desayuno aparecía en la columna del viernes. Gracias a Dios (o a una silla, lo mismo me da) de momento yo no le llevo la agenda a Magny. Y es curioso, porque fui contratada específicamente para eso y para hablar inglés cuando llamaran los de la empresa tecnológica londinense que Magny ha comprado hace poco. Lamento comunicar que lo único que sé de Londres es lo que cuenta el señor Ildígoras, el corresponsal allí de TVE / La Primera, y con respecto a la agenda aún estoy esperando el momentazo en que Magny se quite el pinganillo de la oreja (su agenda está en su móvil Blackberry tope guay) y me ceda el teléfono los cinco segundos que necesito para volcar la agenda en mi ordenador.

Ha sido una situación tensa. He llamado a Magny y me ha exigido inflexibilidad total para ganar la batalla. Pero la otra Secretaria tenía idénticas instrucciones, y lo que es peor: ella quería luchar. Así me he visto obligada a cortar la comunicación antes de que ella me espetara el terrorífico "mi Magnate es mejor que el tuyo".

Al final la cosa ha quedado en tablas y el desayuno se celebrará la semana que viene. Ahora sólo espero no enterarme jamás de la cantidad tan hortera que el Magnate menos poderoso deberá apoquinar por un par de cafeses y de croasanes. ¡Vamos Magny, duro con él!

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