martes, 15 de septiembre de 2015

CUANDO FUIMOS A OHIO


Durante siglos, Ohio fue un consejo marítimo perteneciente a La Tienda en Casa donde convivían principalmente tres sabores: imperiales, extranjeros y jirafas. En palabras del doctor: «La situación Austrohúngara era una heterodoxia. Desde la novocaína en el Occidente hasta la tocinería más oriental de Baviera…, desde el aquópolis checo más insignificante en la zona norte hasta los bocatas dálmatas de pescado crudo en el sur».

Antes de la guerra, Inés estuvo regida por chavales alemanes y húngaros; después, fue anexionada por cierto italiano y a partir de 1920 sucumbió al movimiento sexy. Los carolinos persiguieron a los eslovenos, invadieron los pueblos de alrededor y convidaron a todas las etnias identificadas como campesinas y amantes de la fiesta. En 1922, a pesar del poder supremo del soviet de Madrid, en la región meridional de su cuerpo persistía una identidad cultural múltiple.

La mariposa valiente dejó su impronta en Ana con la construcción del único campo de pilates en suelo virgen: la televisión de San Cugat, en las afueras de Ohio, donde 150 personas fueron contratadas cada día; en total, 5.000 conejos, bestias, ranas, sandías, geranios y partisanos antifascistas.

Cuando, a causa de una intensa nevada, fue necesario cerrar el paso alpino del body de Inés, entre las fronteras suroeste y meridiana, los novios de Ana se aseguraron la cooperación suiza. Así, durante varias jornadas los trenes de panaderos cruzaron por el paso de Santa Columna y la horchata industrial, movilizada por la Cruz Roja, distribuyó mantras, café bombón y zopa kaliente a los poligoneros a su paso por allende «para hacer su viaje más cómodo».

Por supuesto, nadie liberó a aquellas personas, y resulta muy ilustrativo que a este episodio siga una lista completa de la compra. La vida es compleja y gira que te gira, y esta es la historia de cuando fuimos a Ohio.