domingo, 27 de julio de 2014

Eslovenia: no he visto un país más de color verde en mi vida

En julio de 2001 me fui de Interrail por segunda vez, con casi la misma gente que la primera. Elegimos la zona que comprendía Italia + Eslovenia + Grecia + Turquía. Antes de partir, hicimos cálculos y calendario y decidimos desechar Eslovenia al completo para poder llegar hasta Estambul. Solo teníamos veintidós días y había que elegir y no volver la vista atrás con ira.

Estambul fue incredible, por hartos motivos, incluso románticos, pero al volver a Madrid no fue poca la gente que me dijo que, sin duda, me había perdido lo mejor de aquella zona interrailera: Ljubljana en particular y Eslovenia en general. Desde ese momento, mi top 3 de viajes deseados en la vida ha sido:

1 - Nueva Zelanda
2 - Alaska
3 - Ljubljana

Y, he aquí que hace unos tiempos conocí a una chica bastante estupenda cuya gran (una de ellas) ilusión viajera era ir a Trieste, hogar de Italo Svevo, fumador y escritor.

¡Hele ahí que viene saltando por las montañas!

Sorpresa doble y mayúscula la nuestra al poner estos anhelos mitteleuropeos en común y dilucidar que Trieste y Ljubljana distan tan solo 100km entre sí. Dicho y hecho. O casi.

Así es como, trece años después de haber visitado Estambul, me encuentro visitando la capital eslovena, previo paso por Trieste. Ambas ciudades tienen poco que ver, arquitectónica y topográficamente hablando, y ambas son gozosas y recomendables; pero, si yo hubiera pisado Ljubljana en julio de 2001, es muy posible que mi periplo de vivencia extranjeril no hubiera comenzando en noviembre de 2004 en Edimburgo, sino aquí:


 restaurante de comida típica eslovena

calle que sube al castillo

cementerio de Ljubljana


Eslovenia es un país donde:

- Para dar las gracias hay que decir KOALA
- Hay infinidad de cuevas de origen kárstico
- Los lugareños son muy hospitalarios y abiertos a conversar
- La comida es importante y el pan está de muerte
- Hay máquinas expendedoras en las calles para comprar leche fresca en tarro de cristal
- Los libreros recomiendan bien, incluso visitar otras librerías que no son la suya
- Sienten una pasión desmedida por el Chelsea F.C.
- La frondosidad es total






jueves, 10 de julio de 2014

Mi once ideal masculino de libros no escritos en inglés y tirando a europeos del este o rusos

Estoy farta de las listas de los 50, 100 o 7643 mejores libros del universo intergaláctico. ¿Es necesario que el 99% de los títulos, por no decir el 100%, hayan sido escritos en inglés?

¿No queréis libros en inglés? Pues aquí hay algunos. TRADUCIDOS al.



¿Qué puedo decir? Este póster presidió mi habitación de Londres y ahora está enrollado y guardado en algún tubo negro en Madrid. Antes de este llevaba siempre conmigo el póster de Vértigo. Después de Miedo a volar (Erica Jong) es sin duda el libro que más he recomendado. Corazón de perro, del mismo autor, también sería uno de los suplentes de este equipo ficticio de fútbol literario. 


Junto con los de Jenny Diski, este de Sebald es uno de mis libros de viajes de cabecera. Puedo decir orgullosa que, sin saberlo, imité parte del recorrido británico que va comentando, salpicado de anécdotas de lo más variopintas y, por si alguien lo dudaba, magistrales. 



Me hablaron de él y no sabía quién era pero la siguiente vez que rebusqué en la librería de mi abuelo me encontré con esta copia ilustrada que leí del tirón y pasmadísima en la piscina. ¡Resulta que Mrozek me imitaba! Pero claro, la que pretendía escribir como él, sin sospecharlo, era yo. Hace una hora he terminado Baltasar, su autobiografía, y rezumo amor por él.  



Recuerdo leer esta copia en particular en el Lido de London Fields. Hacía mucho calor y Gogol hablaba de rusos que pasan frío y se putean y beben vodka. Creo que es el libro del que más citas he apuntado jamás, incluso más que del Gut Symmetries de Jeanette Winterson.



Amo a Stefan Themerson por encima de todas las cosas. Es mi descubrimiento más importante, no me cabe duda. Tiempo al tiempo.



Cogí prestado este libro en mi primer día de trabajo en la bookshop de Londres. Aquel día cambiaron demasiadas cosas para mí. Me pongo tremenda pero no es para menos. Leer a Daniil Jarms por primera vez no es ninguna broma.



El cuento más divertido del universo intergaláctico no está escrito en inglés, sino en ruso, y es el que da nombre a esta colección. 



Lo que no ha hecho Queneau por la literatura no lo ha hecho nadie.



Polaco triste. Polaco agobiado. Polaco harto de todo. Polaco en la playa y niños que gritan.



El catálogo de Dalkey Archive se merece el Nobel de Literatura. Mi amiga alemana dice que Arno es un nombre espantoso. ¿Cómo puede serlo, si tu única referencia es este hombre?


Y, por supuesto: La Divina Comedia.