viernes, 27 de mayo de 2011

Roy Orbison in Clingfilm

Estoy en Madrid. Hace muchísimo calor. Desayuno lo de siempre aquí: colacao con bizcochos Sancho Panza. Ayer me contó Alicia que, al morir su abuelo, descubrieron unos cuadernos en los que metódicamente él fue apuntando el menú diario, comida y cena, durante años. Está un poco nublado pero pienso ir a la piscina, con mi bikini bochornoso de faralaes. Mi hermano llega esta tarde, mañana tenemos boda familiar. La semana pasada estuve leyendo El mal de Montano de Vila-Matas. La primera parte me pareció horrorosa, muy mal escrita además, pero decidí seguir siéndole fiel y no tiré el libro contra la pared (arrebato muy cinematográfico que me gusta hacer cuando alguna lectura me desespera por el motivo que sea). La segunda parte mejoró un montón y la tercera, cuarta y quinta fueron escalando por esa recta de lo sublime. Espectacular. En junio voy a una charla en el British Museum de Cees Nooteboom, mi nuevo autor favorito. Esta tarde voy a la Feria del Libro; estará abarrotada y odiaré a todo el mundo y querré irme enseguida. Mi amiga, una muy famosa, está embarazada. La otra, también bastante famosa, tiene tal contractura en la espalda que sufre en silencio y a gritos. La otra amiga no es famosa, y no es Alicia, pero es un ser imprescindible en mi vida. Anoche me acosté leyendo Volverás a Región, de Juan Benet.

El mal de Montano va sobre los diarios de escritores. Yo escribo, pero no soy escritora, quién sabe. Lo que de verdad quería contar hoy es la alegría histérica que me tiene invadida desde que el otro día descubrí un librito que tiene todas las papeletas para convertirse en objeto de culto futuro. Son pequeñas historias en las que el protagonista, un alemán que vive en Dusseldorf, se empeña siempre en recubrir a Roy Orbison con papel transparente de cocina (clingfilm). Ya está. Es genial, a mí este tipo de cosas me llegan al alma y me río sola sólo de pensarlas.

Me voy a la piscina.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Mi particular apoyo a Democracia Real Ya


La que se está armando en España y yo con estos pelos, más al tanto de la croquetada que he organizado para este viernes que de otras cosas seguro más importantes. No soy mujer de grandes palabras, mi capacidad para la oratoria es igual a cero. Pero tengo un sentido común gigantesco para casi todo.

Esta semana encontré en los almacenes que mi bookshop tiene en Oxford una caja llena de primeras ediciones en tapa dura y traducidas al inglés de clásicos japoneses. Me puse histérica y con las mismas me llevé la caja a Londres. El Compi se ha quedado con los Kenzaburo Oés, el Chico Nuevo (la majez en persona) con los Kawabatas y yo con los Sosekis (¡Ali ya tengo tres!). Ayer leía la introducción que la traductora escribió para And then y en ella explica cómo Soseki, a pesar de formar parte de la vida pública nipona, nunca se inmiscuyó demasiado en los asuntos políticos. No es que no tomara partido ni que pasara de todo a tope, simplemente vivió siempre más pendiente de sus movidas emocionales. Y me descubro muy parecida a él en este sentido.

No he ido a la acampada frente a la Embajada Española en Londres, pero sigo muy de cerca, y con profundo orgullo, lo que me cuentan desde España. Supongo que si yo estuviera allí me uniría a las marchas de Sol. Reclaman democracia real y, sobre todo, sentido común. Esto no viene a significar solamente que los eurodiputados no viajen en primera clase. Pero como no sé usar grandes palabras os remito a la última entrada que Beta Valenzuela, quien quiera que sea, publicó en su blog genial Mi Madre Es Idiota:

http://madreidiota.blogspot.com/2011/05/vendedores-de-crecepelo.html

Me suscribo a todo.

Nunca he querido registrarme, no sé bien por qué, en el Consulado Español de aquí, así que no puedo votar. Creía que estaría en Madrid este fin de semana pero tengo un lío de fechas bárbaro y resulta que es la semana que viene cuando voy. Me pierdo mi derecho a las urnas aunque no la Feria del Libro, no hay mal que por bien no venga. Pero no, hay cosas mucho más importantes que los libros y la Literatura, y que tantísima gente haya respondido como lo ha hecho al llamamiento al sentido común y a un negarse a permanecer callados y sólo despotricar en el bar (o donde sea) con tus amigos me tiene llena de contentura. Ojalá les escuchen y cambien las prioridades de quien nos gobierna.

El fin de semana pasado hubo una manifestación en Londres organizada por aquellos que sí están de acuerdo con los recortes que el Gobierno está llevando a cabo para paliar la crisis. Vergüenza profunda. Se están cargando las ayudas sociales y la educación, incluso consideran que es óptimo cerrar bibliotecas en lugar de tomar medidas menos dañinas, haciendo oídos sordos a las millones de quejas a nivel local, provincial y nacional. Malditas prioridades de quienes se creen en poder de la verdad absoluta y con derecho a todo, porque su vida no ha sufrido ningún cambio. Siguen llegando a fin de mes, vaya si llegan. No quisieron dar cuenta del dineral público que fue dilapidado en la boda real. Engañaron a aquellos que, el día de la manifestación general, hicieron una sentada pacífica en ciertas tiendas de Regent Street; les pidieron que desalojaran los locales sin armar jaleo ni resistirse si no querían sufrir represalias. Huelga decir que al salir había lecheras esperándoles y fueron llevados a comisaría.

El mundo no está bien. Qué gusto que una gran mayoría esté usando las redes sociales de una manera, por fin, tan poco superficial.


Dedico mi post de hoy a Yiannis Kafkas, un buen amigo que lleva una semana en coma tras la paliza gratuita que le propinó un policía el jueves pasado en Atenas mientras se manifestaba pacíficamente, con todo su país, por la situación imposible que vive Grecia desde que se desató la crisis. Hijos de puta.

http://diffusedlight.blogspot.com/

Yiannis somos todos.

sábado, 14 de mayo de 2011

Brujulilla y Pacotilla (5a parte)

Pacotilla es la gran abanderada de las causas Justas, de la multiculturalidad y no sale de Lavapiés así la aspen. De Villaverde de toda la vida, donde el chándal de táctel es el uniforme de gala. Además, sus padres son profesores en un colegio de integración en Horcasitas. Todo lo contrario a Brujulilla, quien, como Penélope, creció en un lugar llamado Alcobendas, en la urbanización El Soto de la Moraleja para más señas (no en La Moraleja, osea te lo juro). Pacotilla ni siquiera fue bautizada; Brujulilla cogió carrerilla en eso de los sacramentos, aunque tiene pinta de que el del matrimonio acabará saltándoselo (no por lo de mujer solitaria sino por lo de su bollerismo ilustrado). En cuanto sus amigos se descuidan, Pacotilla les tilda de racistas, por esto y por lo otro, sin comprender jamás que la madre de Brujulilla es venezolana y, por tanto, no tiene absolutamente nada en contra de los sudamericanos, aunque no se haya tirado a ninguna. Never say never.

Pues bien: el jueves se decantaron por el pueblito de postal más bello de toda la Belgique. No, no fueron a Gante. Hablo de Brujas, paraíso turístico donde venden helados caseros de Ferrero Rocher. Ausachila. La una fan acérrima de Evo Morales y la otra histérica con Lady Gaga. Súper bien avenidas y tan amigas.

Del Hotel a Brussels Nord. Esta vez no logaron la ganga de ticket que sí adquirieron para Amberes y las cuentas empezaron a fallarles, aquellos cuatrociento euros se secaban antes de lo previsto. Oh oh. Aún así, cogieron el tren y a la hora llegaron a Brujas, donde Brujulilla ya había estado allá por 1999. Toma del frasco y cómo hemos cambiaaaaado.

Quien haya estado ya sabe lo que supone Brujas. Quien no haya ido que vaya, pero rapidito que lo que no se queda en la retina aparece en las postales. No digo que no merezca la pena alquilar unas bicis y recorrer esas callejuelas de cuento, empedradas, tropezarte con los diversos enclaves etiquetados por ellos mismos, los brujulenses, comoplace to kiss”: Astrid Park, el canal, otros sitios…

Lo primero que hacen siempre Brujulilla y Pacotilla es comer, eso es sagrao, y esta vez no iba a ser distinto. El mapa molón volvió a chivarles un lugar barato y típico donde suele ir la gente que no es capaz de permitirse almorzar fuera a menudo: Passe-Partout. Súper contentas atravesaron el centro, se alejaron un poco y Brujulilla enseguida dio con el restaurante… porque ellas pensaban que era un restaurante. Cuidarse.

Nada más entrar era possible advertir cierta rancitud ambiental. La cocina estaba a punto de cerrar pero les dejaron quedarse. Todo era demasiado austero, las mesas, los manteles, el chico de aspecto lamentable comiendo al fondo y, sobre todo, la señora monjil que observaba muy estirada unos cuadernos y chistó a Brujulilla cuando ésta se dejó la puerta del baño abierta.

El plato del día era algo y pidieron uno de esos y espaguetis con tomate. Y fue entonces, mientras esperaban la comida en aquel lugar poco bello, rodeados de gente un tanto horrible, cuando a Pacotilla le entraron unas arcadas brutales y tuvo que salir a tomar el aire para no vomitar in situ y, a su regreso, exclamó asustada: “ya sé donde estamos, ¡es un comedor social!. Su cara de asco no conoció las fronteras. Pacotilla, la de las causas comprometidas, la que hizo un master en cooperación internacional, la que vivió en Bolivia un año y medio y al volver a Madrid fue incapaz de re-adaptarse a la sociedad occidental capitalista y consumista y pérfida. Le entraron arcadas al saberse en un lugar para pobres, a ella, que cuando estuvo de Erasmus en Siena comía en la mensa universitaria con todos los hippies y a un euro el plato de pasta. Se comió sus espaguetis como si aquello fuera un destajo, se negó a probar el plato típico que Brujulilla degustaba y, con las regurgitaciones aún a punto de caramelo, salió del comedor social pitando y avergonzadísima, obviamente Inés, de su comportamiento hipocritilla: solidaria de pacotilla. De ahí su nombre. Tan apurada estaba ella solita que incluso se puso a la defensiva total cuando Brujulilla empezó a hacer bromas sobre lo que acababa de suceder: “ya sabía que tú siempre me juzgarías” o algo por el estilo le espetó a la pobre Brujulilla, quien se limitó a hacerle un sentido corte de mangas (ingles) y fueron unos minutos difíciles.

Para calmar los aires, recorrieron por fuera el perímetro de Brujas centro y acabaron en un paisaje digno de Hobbema, cicleando por un caminito con árboles y molinos y un río y fue maravilloso.



Llegó un momento de la tarde en el que la alergia de Brujulilla era tan demasié que se negó a todo, incluida una cerve en el Delirium Tremens e incluso dormir. No pegó ojo, no podia respirar y miraba a Pacotilla sin lascivia y con envidia. Noche en vela, y quedaba un día entero aún, y muy pocos leuros…



miércoles, 11 de mayo de 2011

Todos los caminos llevan a Marianne


So, here I was reading Richard Brautigan's In Watermelon Sugar. Pfff. I know, he's great and there's no other possible assumption but give me a break man! In the book there are two female characters, Margaret and Pauline. One is heartbroken and dies while the other cooks carrots and gets the man. Whatever. I immediately sided with Margaret. And then I found out, thanks to Wikipedia, that Neko Case (from The New Pornographers and for some years now on her own) wrote a song about them and that she also sided with the loser. Ha! I went to my Music Folder and there it was her album Fox confessor brings the flood that I hadn't listen to in ages and, as I played Margaret Vs Pauline, I even began to look at the book in a new light. I love her voice:




And, as I listened to the whole album, I recognised another song, one that Marianne Faithfull sings and I didn't know it was a cover from Neko Case. Ha!






lunes, 9 de mayo de 2011

Brujulilla & Pacotilla (4a parte)


Dormir con alguien no siempre es fácil: Brujulilla es de esas que leen por la noche, siempre, hasta que no puede más; Pacotilla es de esas que roncan por la noche y les molesta la luz; Brujulilla trataba de paladear su fabulosa lectura de Nooteboom pero Pacotilla exigía oscuridad total cada vez que se hartaba, con razón, de La rebelión de los fumadores (Julio Fuertes).

El miércoles despertaron relativamente temprano y directas condujeron sus ampollitas a Bruselas Nord. ¡Caminar más my ass! Dos billetes para Amberes, gracias. Pacotilla tenía muchas ganas de ir allí, pero Brujulilla temía estar a punto de enamorarse. Y así fue.

El trayecto en tren no llegó a la hora y de la estación caminaron al centro evitando cualquier atisbo de mega-bulevar-comercial, aunque para ello hubiera que visitar la iglesia de San Carlos Borromeo y otra de otro santo con acuarelas del Camino de Santiago. En la Grote Markt hicieron fotos a la estatua verde de Antígona Vs Brabo y decidieron alquilar unas bicis. El mapa les habló de un lugar de comida barata, Taloortes, pero nunca lo encontraron y optaron por volver a hacer de las suyas y engullir Frituur Forever en una nueva plaza sin protección solar. Fue horroroso. La comida también.

El alquiler de bicis estaba sito en pleno paseo marítimo (en realidad era un río) y lo primero que hicieron fue coger un ascensor que les llevó 32 metros bajo tierra y así cruzar el río comosellamase por un túnel subterráneo no demasiado ancho por el que los benditos amberienses circulaban en bici a toda velocidad, en ambos sentidos, y sin inmutarse. Muy divertido.

Una vez al otro lado, recorrieron el "paseo marítimo" de esa orilla y terminaron en una suerte de Benidorm belga: chiringuitos, guiris autóctonos friéndose en bañador y una playa en la que estaba terminantemente prohibido bañarse. La cercanía del Mordor particular de Amberes, ensombreciendo el horizonte como si sería mi corazón, debe ser la explicación más fiable para tal respeto por las señalizaciones porculeras.

Se acomodaron en uno de los chiringuitos y degustaron de nuevo la imcomparable Hoegaarden. De pronto un grupo de chavales muy feos, ellos y ellas, se sentó a su vera. Entonces la camarera les echó la bronca por haber metido las bicis y les pidió que las sacaran del chiringo pero ellas no tenían candados y fue un momento tenso. Acabaron marchándose en secreto para que la camarera no se diera cuenta. Habían pagado la primera ronda y estaban esperando la segunda, con lo cual no era ningún simpa, pero Brujulilla y Pacotilla son ejemplos ejemplares de lo que viene siendo el Eneatipo Psicológico VI: cobardía, carácter paranoide y acusación.

Volvieron a cruzar el túnel tó rápido y Brujulilla, dueña y señora del mapa, encabezó la excursión nº 2. Ciclearon por la zona portuaria (al parecer Amberes tiene el segundo puerto más grande de Europa por detrás de Hamburgo) y siguieron y siguieron y de repente, ¡sí hombre!, llegaron a lo que sólo puede ser calificado como el lugar más molón del universo: el Matadero de Madrid con césped y fuentes y chorros y mangueras para que los niños se mojen y un bar semicircular con hamacas para todos y hasta camas y un montón de niños jugando y chillando y gente de todos los colores y modelos internacionales y Brujulilla y Pacotilla bebiendo cerveza y haciendo fotos de todo aquello sin poder parar de sonreir.

Como todo lo bueno, las bicis debía ser devueltas y eso hicieron (eneatipo VI, no olvidar). Luego comieron un gofre y se sentaron varias horas en un mismo banco. Planeaban lo que harían a continuación pero no se levantaron. Teorizaron sobre cosas muy importantes, bueno ellas siempre. De esto y de lo otro. Por fin anduvieron un poco más al compás del recorrido nº 1 (sur de Amberes) y llegaron hasta el Stadspark. Esa noche era la final de la Copa del Rey y Pacotilla pasaba pero Brujulilla es del Madrid a muerte y les pareció mejor idea volver a Bruselas para ver la derrota azulgrana.

(Un último apunte aquí: fue en este momento cuando Pacotilla, aún conocida como Inés, acuñó con todo su amor y mayor boquiabiertismo el apodo "brujulilla" para quien hasta ahora había sido conocida como Lucía. Y es que en pleno Stadspark, con una alergia brutal (Lucía) que amenzaba cosas feas y unas ampollas (Inés) de órdago, lo único que querían era coger un tren. Entonces Brujulilla, siempre tan astutamente orientada, sentenció que el camino más recto sería atravesar la autopista y los bloques que tenían delante y seguro que la estación estaba detrás. Y no se equivocó. Por cierto que esos bloques eran el barrio judío y Pacotilla nunca antes había visto pulular a los jasídicos con su black & white y sus tirabuzoncitos y quedó prendada de la vestimenta ortodoxa: "ojalá yo pudiera tener un estilismo tan definido").

De nuevo en Brussels corrieron en busca de un bar donde poder gozar del gol de Cristiano Ronaldo y lo encontraron al lado justo del Manneken Pis, de modo que las cervezas eran carérrimas pero estuvieron observando al niño meón más famoso del ¿mundo? 90 minutos, más la prórroga. Pacotilla siempre animó al Barcelona hasta que salió Adebayor y sus hormonas no pudieron resistirlo. Brujulilla continuó siendo una mujer solitaria, a pesar de tratar de camelarse a la camarera con su ingenioso chiste de pedir cada Bel Pils (cerveza) diciendo "Can I have a Bel... please?". Jamás funcionó.


N de la A: como si seria mi corazon es licencia mia, con motivo y todo. Tranquilidad!

lunes, 2 de mayo de 2011

Brujulilla & Pacotilla (3a parte)


La primera noche se durmió con el único sobresalto de Pacotilla gritando histérica "¡¡SORPRENDENTEMENTE!!" por partida triple y en sueños. A pesar del paro cardiaco, una noche muchísimo peor aguardaba a Brujulilla.

Despertaron jubilosas y se probaron distintos outfits pero, donde no hay no hay: no tenían ropa de verano alguna y las lipotimias estaban más que aseguradas. Aún así nunca se olvidaron de llevar consigo a Ramoncín (chaqueta de cuero/plástico que hace las veces de cuero en el caso de Brujulilla) por si acaso, por si refrescaba a la vuelta atravesando de noche el Risky Sex.

Ninguna se había parado a pensar jamás en si Magritte era belga o no, y mucho menos en si Bruselas albergaría la mayor colección del artista en el Museo... Magritte. De camino a tan magno acontecimiento - ambas eran fans totales, cada una por sus motivos - visitaron la Catedral y pasaron un calor horroroso. El Museo no defraudó y lo vieron todo y se hicieron fotos y compraron postales y al final casi se desmayan del calor y del hambre. Brujulilla apuntaba maneras pero aún no tenía el mapa de la ciudad entera tatuado en su cerebro, de ahí que comieran patatas fritas grasientas en la primera plaza sin sombra que les salió al paso. Frituuuur Forever.

El lugar escogido para realizar una óptima digestión fue Warende Park, frente al Palacio Real. Brujulilla comentó, una vez más, lo muchísimo más inclinada que se sentía por los parques de trazado inglés (césped, árboles, jungla) y lo poco que le atraían los franceses (caminos de arena, setos recortados, falsedad por todas partes). Oséase, que no le gustó nada el parque. Mientras Pacotilla trataba de echarse una siestecita, Brujulilla leyó en voz alta unas palabras que había anotado hacía poco en su libreta y que provocaron en su amiga un ataque risil infinito: a lo mejor es que me va a venir la regla, pero esta mañana me he levantado con una sola convicción profunda: me va a tocar ser una mujer solitaria. Ante tal recibimiento de sus íntimas intimidades, Brujulilla se negó a seguir leyendo y convenció a Pacotilla para afrontar sin miedo el recorrido nº3 completo: European Walk.

El camino empezaba cerca de allí, en un barrio pobretón en el que Pacotilla se sintió como en casa, siempre tan hippy y multirracial. Compraron uvas, petazetas y un peine y siguieron una calle chunga que a las pocas manzanas, sin haber cambiado de nombre, se convertía en una calle señorial con casacas a derecha e izquierda y un parque en el medio, Maria Luiza. Un poco más arriba giraron Archimedes Strat a la derecha y se toparon con el barrio europeo en su plenitud. Restaurantes y comercios varios en todos los idiomas de la EU y la Comisión Europea a los lejos y, al acercarse, periodistas entrevistando a dos representantes de Greenpeace y ellas se hicieron fotos y Brujulilla rememoró con cierto orgullo aquel 10 que sacó en Historia en selectividad al resumir impresionantemente la creación de la Unión Europea en una cuartilla holandesa.

Las ampollas no detuvieron su empeño por llegar hasta el Parque del Cincuentenario. Sus cuerpos colapsaron sobre el mullidito césped y Pacotilla se enamoró de un hombre negro que pasaba por allí y Brujulilla no se enamoró de nadie, entre otras cosas porque estaba convencida de que le iba a tocar ser una mujer solitaria. Cuando volvieron a reunir fuerzas, caminaron de nuevo al centro pasando, eso es así, por el bello Leopold Park y por el Parlamento Europeo, donde inmortalizaron fotográficamente el momento a los pies de la estatua de una mujer muy enfadada que sujetaba un símbolo de Euro. No salieron nada favorecidas debido a las ojeras y las patas de gallo.

Hacía tan buena temperatura que la plaza frente al European Parlament estaba atestada de euro-cerebritos, lo mejor de cada país sin duda. Jugaron a pasearse con gracia por entre las mesas y cazar marido/mujer pero no tardaron demasiado en sentirse totalmente fuera de lugar y optaron por volver al hotel, caminando, y abrir la lata de berberechos que Brujulilla guardaba en su maleta. Glamour.

Las ampollas les obligaron a detenerse cual emergencia vital en la Plaza de la Libertad para beber Hoeogarden. Tras semejante parada solicitada retornaron al hotel, se ducharon, comieron berberechos enlatados, murieron un poco y volvieron al centro para ponerse tibias a base de mejillones gratinados en Chez Leon, the place to be total. Habían dejado en el Husa President las ganas de repetir juerga en el Delirium y de nuevo cruzaron el Risky Sex de noche y con el mismo miedo de siempre. Roncaron como unas benditas.



Continuara... en Amberes.