sábado, 20 de septiembre de 2008

Ferias Varias

Skoob Books no es una librería al uso. Te lo dice una que sabe. Remontémonos...

... Nada más terminar la carrera, Comunicación Audiovisual (o Pinto y Coloreo), me marché a Edimburgo y allí entré en contacto por primera vez con el mundo de las librerías.

Trabajé en Armchair Books dos años maravillosos en los que aprendí a manejarme entre libros, además de conocer a muy buena gente, amigos que siempre lo serán.

Desde entonces he trabajado en otras tres librerías más, Skoob y dos mega inmensas que vendían libros como quien vende ruedas o batidoras (Borders y Fnac): precios insultantes, administración explotadora y público tirando a cateto. Se salvaban, y no siempre, los compis.

Elegí venir a Londres, entre otros motivos, porque es el Lugar al que has de ir si quieres dedicarte a las librerías de segunda mano. Hace varios años tuve clarísimo que lo que de verdad quería hacer era abrir una librería-café en Menorca, y hasta me planté en la isla dispuesta a inspeccionar el terreno. Es una pena que en España TODO tenga que ser de primera mano, como si las cosas (ropa, libros, discos...) usadas contagiaran que sé yo.

Pero a lo que iba: jamás conocí mejor librería de segunda mano que Skoob. Es tan organizada como cualquier macro librería, pero con un carácter que las otras ya quisieran para sí. Y el volumen de negocio no es irrisorio, ni muchísimo menos. Ya he comentado que el Dueño NO PARA, y eso se traduce en cientos de libros nuevos (y muy baratos) cada semana, exposiciones de arte en las paredes y, sobre todo, ferias y más ferias.


(Aquí estamos la Polaca I y Yo con mi amigo Guille, poseedor de la cámara de fotos. Los animales son palomas asquerosas, no pollos)

Cada sábado ponemos un puesto de libros en el patio de un centro comercial al aire libre. La celebración en sí se llama Saturday Farmer's Market y todos los demás puestos, salvo nosotros, son culinarios: helados, pasta y pesto italianos; quesos, champán y crepes franceses; comida caribeña, nigeriana, maltesa, española; frutos secos y chocolates del mundo; panadería y dulces polacos; cookies americanas... Nunca he estado en la ONU, pero debe ser parecido. Huelga decir que cada semana somos los mismos caretos, y desde hace tiempo me alimento de manera semi gratuita.

Otra feria se celebra el tercer domingo de cada mes en un hotel muy pijo: Antiquarian Book Fair. Para la ocasión vienen a Londres anticuarios de todo el Reino Unido y el ambiente es viejuno (huele a rancio, a sopa) pero me encanta.

Anécdota del domingo pasado:

No sólo tocaba una feria anticuaria sino que hubo dos, a cada cual más exclusiva. El Dueño, las dos Polacas, el Músico y yo nos turnamos de aquí para allá durante diez amenas horas, de una feria a otra y luego a la tienda, que abre cada día.

En un momento dado me fue encargada la Misión de transportar un libro harto valioso a la feria más pudiente, y allá que me fui.

Por el camino (unos escasos 200 metros) me imaginaba lo estupendo que sería atreverse a actuar como un personaje de Paul Auster, dejarlo todo y a todos y huir con ese libro que tenía entre mis manos y cuyo valor monetario superaba las mil doscientas libras (era un primera edición de Las Mil y Una Noches encuadernada en oro y con ilustraciones de un tipo muy importante). Pero, ¿huir dónde, si mil libras se te van en vivir sin florituras un mes?

Cuánta razón tenía Mark Twain al decir aquello de que la realidad es, por supuesto, muchísimo más compleja que la ficción, puesto que la ficción debe tener sentido.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Celebritites in London IV

Buenas,

Retomo el blog tras este prolongado paréntesis que para nada se ha debido a unas merecidas vacaciones estivales, sino más bien al giro de 180 grados que cierta vida (la mía) ha sufrido en el último mes. Lo único que se mantiene como estaba es mi curro en la librería de mis sueños.

Precisamente ayer pedaleaba a casa (una temporal) después de trabajar y ¡paf! ¿A quién me encuentro más estirado que un pollo parando un taxi con un paraguas en Paddington?

A Alan Rickman.

Siempre me ha parecido un actorazo, desde su papelón que da una anguña más que palpable como el malo de Robin Hood, el príncipe de los ladrones, hasta su enternecedora caracterización del sufrido Coronel Brandon en Sentido y Sensibilidad.

Hablando de esa película, también ayer encontré en la librería un manuscrito de mi querida Emma Thompson con el guión de Sense & Sensibility más el diario y diversas impresiones que mi actriz favorita recopiló durante el rodaje de la peli. Así me he enterado de anécdotas que me hacen amarla mucho más, como cuando se quedó de piedra al enterarse, vía telefónica, del accidente a caballo de Christopher Reeve (trabajaron juntos en Lo que queda del día); o cuando confiesa que más de una mañana se levantó con un resacón que ni un batido de antalgines podría haber hecho desaparecer. Me encanta esta mujer.

Cambiando de tema, todavía no he presentado ni descrito a mis compañeros de faena. Allá voy:

El Jefe o Dueño de la librería es un británico de 53 años que NUNCA desconecta. Cuando no está poniendo precio a unos libros está en casa de alguien que acaba de morirse escogiendo qué parte de su biblioteca le interesa, o si no está en Oxford, donde tenemos la tienda online y donde se guardan los libros más valiosos. Cuentan los compis que desde que compró el negocio, hace más de cinco años, sólo se ha ido cuatro días a su casa de Torremolinos, y porque (contra su voluntad) le compraron un billete de avión y le llevaron al aeropuerto diciéndole que iban a inspeccionar la biblioteca de algún muerto reciente.

Una especie de Supervisor que no quiere serlo, también británico de unos 50 años máximo, que trabaja una semana en Londres y otra en Oxford. Es tímido hasta decir basta, pero domina como nadie, sobre todo en materia de arte. Lleva trabajando para Skoob Books desde que la primera tienda abrió en Covent Garden en 1979, así que ha conocido todas y cada una de las etapas y localizaciones de esta librería tan emblemática.

Dos Polacas, ambas llamada Ania, que son un poco agobio porque no paran ni un segundo, y encima pretenden que los demás sigamos su ejemplo, a mi entender erróneo. La Polaca I tiene 28 años y es una control freak para todo. Ahora le ha dado por atiborrarse de libros de psicología y trata de psicoanalizarnos a todos. Es divertido. La Polaca II nació justo un día después que yo (es decir, pronto cumplirá 27 años) y está saliendo con el Dueño. Yo no puedo comprenderlo. Se llaman Honey, Baby y similares, y yo no sé qué habrá visto el uno en la otra y vicebestia.

Un Lituano de 25 años que trabaja exclusivamente en el sótano de la librería, donde tenemos un almacén enorme (pero más pequeño que el de Oxford). Es muy majete, a pesar de que NO…PARA…DE…HABLAR. Pero no es como aquel Segundo Socio de mi último trabajo en Madrid (menudo infierno), sino que habla de temas muy interesantes y en ocasiones harto desconocidos para mí: Rusia, Putin, Lituania, los países Bálticos, Bielorrusia… Tiene la cabeza muy bien puesta y es el culpable de que haya vuelto a engancharme a Lost/Perdidos, pues se pasa las horas en internet haciendo yo que sé qué y se sabe todos los trucos para encontrar todo tipo de ofertas y para ver películas y series gratis.

Una Irlandesa de 24 años que se marcha ya de ya a las afueras de Shangai a enseñar inglés durante un año. Sin duda es mi gran compi del curro y es una verdadera pena que se marche. Está terminando Antropología y su tesis de fin de carrera trata sobre la anorexia. Cuenta unas cosas espantosas.

Otro británico de unos 40 años que sólo trabaja los fines de semana. En realidad es Músico y tiene una banda con un nombre genial: Cindy Talks. Me encanta coincidir con él porque no es un adicto al trabajo y juntos vagueamos tranquilamente, apoyándonos el uno al otro.

En Oxford trabajan tres Gordas inmensas (dos británicas y una americana) y una Rusa. De momento sólo he ido una vez, así que no puedo contar mucho sobre ellas.


Ahora imaginaros a toda esta gente aquí dentro:

martes, 2 de septiembre de 2008

Aceptarse o desear un tsunami

Es quince de agosto y en Londres llueve. Mi novia y yo hemos roto y ese árbol que se ve por la ventana fue plantado antes de que yo naciera. En invierno una urraca vive entre sus ramas y yo no creo que me quede en esta ciudad más que unos meses más. Cumplo veintisiete años en noviembre.

Con todas tus fuerzas quieres que tu relación funcione. Con todas sus fuerzas un señor quiere que su cáncer de próstata no sea mortal.

Lo bueno se acaba y lo bueno vuelve, hasta que te mueres. Si morirse es bueno o malo para el muerto nunca lo sabremos.

Ganar un partido. Ganar la quiniela, las elecciones o un concurso de relato breve. Perder al dominó, perder la guerra o el jersey favorito. Yo he ganado partidos y perdido jerséis.

El cielo está encapotado y el señor Klisteroy no va a venir porque no existe y esto es sólo es un cuaderno.

Oriente y Occidente, norte y sur, chicos y chicas, liberales y conservadores. El otro día vi una ardilla aplastada en el asfalto.

Oyes un ruido y esperas que sea tu ex. Pero es el vecino y te sientes gilipollas por lo contenta que te has puesto para nada.

Me compré unas zapatillas rojas porque estaban de oferta. Mi madre me compró unas marrones que eran más baratas todavía. Mi abuelo podría morirse muy pronto y yo sólo pienso en cortarme el pelo y teñirlo de blanco, como Annie Lennox.

El papel se acaba y cabe otra historia: un compañero de la librería está muy seguro de que en menos de cincuenta años alguna causa natural o pandémica hará que la sociedad occidental olvide sus proyectos globalizadores y pro-desarrollo para volver al tribalismo más tradicional.

Repetir la palabra "macarrón" tres veces en un mismo párrafo no suele quedar muy bien. Repetir "más" suele pasar más desapercibida, pero yo me doy cuenta y anoto mentalmente (otra vez) que un diccionario de sinónimos es más necesario que un viaje a China por mi cumpleaños. Por suerte ambas necesidades no son excluyentes.

Un corazón roto no dura para siempre. Ni siquiera una auto estima por los suelos dura para siempre. Sólo hay una cosa que dura para siempre, aunque yo creo que siempre me gustará escuchar Dancing Queen o comer obleas. Montaigne dice que una persona sólo puede contestar a la pregunta de si ha tenido una vida feliz en el momento de su muerte. Hasta entonces todo puede ocurrir.

Compras carne una vez cada dos semanas porque no te llega. No es divertido. Una conocida trabaja para un banco muy famoso vendiendo lingotes de oro a quien se deje. Tampoco es divertido. El otro día le dieron un bonus de cien mil libras. La única cosa que hasta ahora no me entraba en la cabeza era la genética. En el colegio nos ponían ejercicios y yo no acertaba ni una. Solía contestar "albino de ojos marrones", era mi manera de dar a entender que no quería perder mi tiempo ni el de nadie.

Mi familia no lleva bien mi homosexualidad. Yo no llevo bien su homofobia. Muchos españoles no se dan cuenta de que su manera de hacer turismo es muy parecida a la de los japoneses.

Me gustan Woody Allen, Daniil Kharms y Gorky. Me gusta Orwell y me gusta Voinovich. Me gustan los Monty Phyton, French & Saunders, Martes y Trece y Leslie Nielsen. Me gusta bailar, comer, el fútbol y Martha Wainwright. Soy simpática, tímida, imaginativa y una vez contemplé seriamente la idea de tirarme por la ventana. No quería morirme, sino llamar la atención para no ser yo la única que dijera cosas bonitas sobre mí.

Tengo miedo a la muerte y al que dirán. No estoy en contra del individualismo, pero para mí la felicidad es estar tranquila.

Un coche tiene la chapa pintada de rosa. Las campanas repican y los autobuses tienen prioridad sobre los demás transportes. No es seguro que ir a ayudar a Afganistán o recoger cocos en Nueva Zelanda vayan a hacerte más feliz. El que huye, huye con todo. La clave es aceptarse.

No me he dado cuenta de agosto.