viernes, 25 de septiembre de 2009

Querida Ro,

El salmorejo me sienta fatal, te lo tengo dicho mil veces. No, no me gusta que tus cojines sean siempre rojos, ni Paul Klee. Las gominolas a puñados sientan mejor al estómago que otras cosas. Me atropelló un taxista, otra vez, y mis rasguños no son nada irrisorios. Las costras no se llevan esta temporada, lo más chis hoy en día son las toallas marrones a modo de visón siberiano. Te la echas sobre los hombros y ale, a mandar.

Me han recomendado una película británica, Fish Tank. Como siempre, la prota fue descubierta por casualidad en el metro discutiendo a grito pelado con el novio. Estoy cansada de esta historia, se repite cual gamba. Se me ha olvidado lo que iba a decir… algo sobre la peli… ¡ah sí!, que a todo esto la chica que me reveló semejante información cinéfila es bastante bella. Tiene novio. Con humor.

Lo de los calcetines me tiene alborotada: no tengo. Sí tengo en realidad, pero pocos, y es un putadón. Cada día se me olvida y por las mañanas ¡zas!, pidiéndolos prestados al que se me ponga más a tiro. Dentro de un mes aproximadamente, ya sabes cuándo, es mi cumpleaños. No me vendría mal un cargamento de calcetos. Las bragas que me mandaste el año pasado, sin remitente pero sólo pudiste haber sido tú, me vienen guay, harto cómodas.

Recibe un cordial saludo,

Lu



Londres, a 25 de septiembre de 2009.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Atentos a la postdata

Querida Ro,

No sé muy bien qué decirte. Tengo mucho que contarte, o quizás nada. Esto se debe a que últimamente no me dedico a mucho, ni veo a mucha gente. Casi todo lo que me pasa o hago ocurre en mi cabeza. Sé que tú me entenderás, a ti también se te da bien cultivar un rico mundito interior. Yo siempre lo hice bastante contenta, pero ahora incluso esto me falla. Londres me cuesta harto, noto que no soy muy feliz. Una mala época, ya se me pasará, pero estoy un poquito asustada porque incluso ni siquiera encuentro demasiada felicidad en mi mundo interior, y eso nunca antes había ocurrido. Mi cabeza era un refugio positivo y necesario. Allí casi siempre era feliz (positivo) y además me encantaba pasar ratos conmigo misma de esa manera (necesario). Ahora ya no. Por supuesto me niego a sentirme así y hago todo lo posible por recuperar la belleza de ese mundo. ¿Te acuerdas de lo guay que era? Solías venir cada martes, disfrazada de cualquier mamarrachada, y para allá dentro que nos íbamos. ¡Alehop! ¡Bienvenidos a la cabeza de Lucía! Alguna vez hasta te dejé que redecoraras ciertas habitaciones, y reconozco que el jardín quedó espectacular cuando decidiste plantar flores con formas imposibles. En cambio nunca dejé que me cambiaras el mar. A mí el Cantábrico me gusta por encima de todos los demás, incluido tu amado Atlántico. En mi mundo siempre hacía sol, a no ser que tuviera ganas de una lluvia a cántaros de esas que te hacen sonreír si llevas chubasquero. Ahora sólo hay viento, y bien sabes lo mucho que me molesta. Me da dolor de cabeza y contribuye poquito a mi bienestar general. Hace frío. No sé de dónde sopla este viento, y da igual las barreras que trate de instalar para frenarlo un poco que él puede con todo. Por aquí dentro todo está patas arriba, aunque me pase la mayor parte del tiempo ordenando y reordenando las cosas. El mar está marrón y no te puedes fiar de él, te arrastra, así que ya no me baño. Lo único que se mantiene alegre es la comida. Recientemente me ha dado por los dumplings tibetanos y oye, estoy encantadísima. Sigue habiendo fiestas, pero no pongo todo mi corazón en ellas. Voy por no quedarme en casa. Y es que aquella casa preciosa ha desaparecido, el efecto erosionador del viento ha podido con todos los cimientos. Podías venirte un día con tu kit de herramientas y ayudarme a levantar un hogar nuevo, aunque sea un bungalow. Hace mucho que no te pasas, y me encantaría verte por aquí. Anímate anda. Podríamos vestirnos de astronautas y jugar con el viento, he pensado que si me hago su amiga a lo mejor se convierte en un viento bueno. El otro día fui a la orilla del mar y traté de hablar con él. Le leí uno de los cuentos misóginos de Patricia Highsmith – son tan divertidos – pero el viento enmudecía mis alaridos, porque tenía que gritar para que me oyese, pero ni con esas. Probé a enseñarle música nueva que estoy conociendo, ¡y te juro que no es pachanga!, pero tampoco pareció prestarle atención alguna. Es un desagradecido, no me cae nada bien. Bueno, me despido. No tardes porfa. Besos.


Londres, a 20 de septiembre de 2009.


PD: visto el clamor popular (una no es de piedra) he decidido retomar las Cartas a Ro. Ro es una chica concreta, pero Ro sois todos. Como Camela, que está en todos. En mí y en ti.

viernes, 18 de septiembre de 2009

¡Pelea!

Será el mal tiempo, o que nos tenemos ya todos muy vistos, pero todo apunta a que en la bookshop pronto se desatará la I Guerra Mundial. Da mucha gracia: británicos contra Europa del Este. Australia y España se mantienen neutrales, aunque esta última en ocasiones abraza los ideales del bando occidental. Para que comprendáis el por qué de la inminente batalla es preciso, sin embargo, que os cuente primero cómo funciona Skoob Books:

Todos nuestros libros son, como poco, de segunda mano. Y tenemos más de un millón, se dice pronto. Los conseguimos a base de donaciones, compras de bibliotecas completas (públicas o privadas) y compras a los vendedores espontáneos de a pie. Si alguien viene con una pila mayor o menor de libros directamente al mostrador, compramos sólo aquello que sabemos se venderá antes o después. Rechazamos la literatura en tapas duras (ocupa demasiado espacio), los libros académicos que no sean últimas ediciones y, por supuesto, los libros carcomidos. Cuando compramos alguna biblioteca solemos aceptar de todo. Si hay mucha paja entonces el precio que ofrecemos disminuye. Este tipo de compras no viene a la Tienda sino que se almacena en el Sótano a la espera de que alguno de nosotros separe de lo vendible de lo tirable.

En realidad casi nunca tiramos nada. Para empezar, junto a la puerta de la Tienda tenemos la sección de Free Books, donde todo cabe. Pero, además, disponemos de una Segunda Tienda, en Oxford. Esta tienda no está abierta al público, es online. Desde allí se venden al mundo entero aquellos títulos que por su elevado precio no compensa mantener en la Tienda, ocupando espacio inútilmente. Hablo de ejemplares que cuestan miles y miles de pounds, u otros que en la Tienda no podrían, por ejemplo, superar los 20 pounds (pues nadie se los llevaría) pero por los que online podemos pedir perfectamente el doble. Parece complicado, no lo es. Seguramente me explico fatal. Yo me entiendo. Rara vez ningún bibliófilo acude a una tienda como la nuestra dispuesto a dejarse la millonada, para eso están las Ferias de Libro Viejo, en las que también participamos de vez en cuando (véase Edimburgo).

En Oxford también almacenamos millares de libros que en algún momento vendrán a las estanterías de la Tienda de Londres, y toda la paja que jamás se moverá de allí pero que el Jefe se niega a tirar, regalar o quemar.

En Londres trabajamos ocho personas full-time y una part-time. De esas ocho hay una, el Lituano, que trabaja exclusivamente en el Sótano ordenándolo, separando la mercancía nueva, fumando sin necesidad de esconderse, escuchando música... Es el único que no trabaja de cara al público, ni goza de ventilación alguna. El Sótano es un lugar maravillosos lleno de polvo, humo y libros que te atacan por todas partes.

La Tienda no está mucho más armonizada, un poquito. Entre todos no damos abasto para mantener el orden tras las peligrosas zarpas de los clientes que lo dejan todo manga por hombro en diez minutos, como en cualquier tienda que se precie.

.........

Mañana os cuento lo de la GUERRA. Ahora me tengo que acicalar para una cena de gala que hay en mi hogar. La Alemana desquiciada por fin se ha doctorado y nos espera a todos un fin de semana repletito de actividades lúdicas y celebratorias... Que alguien nos asista.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Sí, fui testigo de boda

Y no de cualquier boda. Se casaba mi amiga de toda la vida y para Madrid que me fui otra vez. Desde Navidul van cuatro o cinco, esto me huele a retorno hogareño... I'm loving it!

Por supuesto lo primerito que hice nada más llegar fue depilarme MAL el bigote (no es que tenga ¿eh?) y llevarme medio labio por delante: toma herida grande y fea, como si en todo momento hubiera acabado de comer helado de chocolate y pasara de limpiarme los morros. Cuando la costra se cayó (más bien me la arranqué) la situación mejoró harto.

Este disgustazo labial, junto con otros motivos quizás más alarmantes, me han llevado a aceptar los consejos y contactos de una de mi flatmates griegas y voy a empezar psicoterapia. Será divertido.



La Boda fue bella. Sí, llevé taconazo. Sí, aguanté lo que duró la ceremonia en los Jerónimos y en cuanto vi la ocasión me plantifiqué las chanclas. Sí, llevé vestido, uno negro que me prestó una amiga, pues al parecer el que compré en Londres para tan solemne ocasión era demasiado playero. No doy una en cuanto a ser fashion y elegante se refiere.





Sí, mezclamos todo tipo de alcojoles durante el banquete. Sí, hubo mariachis y sí, no se iban nunca.


El buen tiempo madrileño (y otras cosas) me han hecho maldecir más que nunca la climatología de la Gran Patraña al volver. Menos mal que nada más regresar me esperaba el concierto-tributo a Abba. Sí, ¡ABBA! Mi emoción conoció pocas fronteras las dos horas y media que sobre el escenario de Hyde Park desfilaron los diversos invitados encargados de entonar los temazos más y menos conocidos de la banda sueca por excelencia (Roxette, buuuuuuu!!)

El momento estelar sin duda - sí, oh audiencia entusiasmada - fue cuando Benny Anderson (el de ABBA de siempre, el que en sus tiempos mozos se parecía a Santiago Segura en sus tiempos mozos) se sentó al piano y salió Kylie - sí, la Minogue - a cantar When all is said and done. El Peluquero de Mallorca y yo disfrutamos no te cuento.

Mis ganas de permanecer en esta ciudad merman que da miedo, pero de nuevo he optado por perpetuar mi espíritu aguerrido e inventarme - sí, otra vez - un flamante día a día.

Hoy mismo he empezado clases de ruso, y creo que mis compis me han tachado de flipada nada más contestar "para llegar a leer a los clásicos en su lengua original". No es que no anhele ser capaz de comunicarme con la muchedumbre cuando haga (sí, por fin) el Transiberiano, pero mi prioridad absoluta es leer lo que Gorki escribió sin que nadie me lo tenga que traducir. ¡Bien!

Sí, quiero.

martes, 1 de septiembre de 2009

Sin título

No aspiro a escribir Guerra y Paz II. Ni siquiera he leído Guerra y Paz I, ni me lo planteo. ¿Qué prefieres vivir o leerte enterito En Busca del Tiempo Perdido? Creo que mi madre se lo leyó de joven y ahora, a los cincuenta y pico, ha decidido volver a hacerlo. No sé qué tipo de pecados pretende purgar con semejante penitencia. También leyó hace poco La Montaña Mágica, y mira que yo me dedico a regalarle buenos títulos (obviamente no digo que las tres obras maestras que acabo de citar no sean lo más, que nadie se altere) de vez en cuando, pero ella erre que erre con sus bodrios. Un día le pedí que me recomendara algún libro que le hubiera encantado cuando ella tenía mi edad - entonces 23 - y me trajo La Playa, de Pavese. No me gustó nada. Igual que el El Último Verano de Klingsor, de Hesse, que ni siquiera terminé. No sé cómo lo hago pero tengo la impresión de que los libros ambientados en los meses estivales, o los que me leo en verano sin más, no suelen convencerme demasiado. Menuda chorrada me acabo de inventar, jaja. Es sólo que estaba pensando en aquel veranillo endiablado que me puse a tope con la Etxebarría. También no sé qué maldades debí tratar de expiar. Soy digna hija de mi madre.

¿Quién no ha leído alguna vez a la Etxebarría? Me twice: Amor, Curiosidad, Prozac y Dudas y Beatriz y los Cuerpos Celestes. No recuerdo muy bien ninguno de los dos; la forma ni pensarlo, y el contenido malamente. El primero lo leí cuando fue adaptado para la gran pantalla. La hermana mediana estaba interpretada por una actriz que en su momento me encantaba: Rosa Mariscal, la Andrea de Hospital Central. Serie horrorosa donde las haya pero que yo me tragaba rigurosamente cada jueves sólo por verla a ella, su cara. Desde entonces, además, cada vez que trato de escribir alguna historieta seria el personaje femenino principal se llama Andrea.



Mira qué maja

Beatriz y los Cuerpos Celestes me fue recomendado tantas veces y por gente tan variopinta que un día no pude más y lo compré. Me lo sugerían porque va de Les We Can y la mitad sucede en Edimburgo. Me gustó poquito la verdad. O no logré sentir empatía alguna por nada ni nadie. Para empezar, en el primer capítulo la prota se marcha de Edimburgo tras varios años estudiando algo allí y describe la pena tan grande que siente al dejar atrás para siempre Lothian Road, y enumera una serie de comercios en la mencionada calle... ¡MAL! ¡Todo eso no está en Lothian Road sino en Princes Street! Y para alguien que no logra(ba) sacarse Edimburgo de la cabeza: tocaya la has cagao, hablando mal y pronto.

Sin embargo, la mujer sigue escribiendo, y viviendo de escribir, y la gente compra sus novelas, y hasta las recomiendan. ¿Por qué no es Carlos Pujol, por ejemplo, un best-seller, con ese dominio tan imponente que gasta del castellano? ¡Es posible!

Suelo echarme en cara a menudo (soy muy dramática) que leo demasiada literatura extranjera y muy poquita española, pero es que me atrae más. Prejuicios míos, claro. Por eso, si desde aquí alguien me está escuchando, os pido recomendaciones decentes de españoladas actuales que casi seguro desconozco porque tengo el chip en otra parte desde hace harto.