sábado, 5 de marzo de 2011

Yo y mi doble


Os cuento:

Anoche vi Animal Kingdom – una buena dosis de violencia (que no Valencia) para la noche del jueves – y cuando salí del cine me creía en pleno Bronx, así que me puse la capucha y creo que incluso caminé hasta la bici con andares chulescos. Ya en casa leí un poquito Invisible Cities, de Calvino, y traté inútilmente de dormir. Que digo que fue inútil porque un amigo de mi flatmate inglés se quedaba en el salón y sólo vomitó unas milquinientasveces, arcadas que pudieron ser oídas con nitidez y a destiempo.

Por la maňana me dijo que sin duda había comido algo pocho. Le espeté un sure con lengua vaga, dignísimo de Jeremy en Peep Show. Las pintas no se pochan, sólo se consumen hasta el infnito, darling.

El caso, que estaba muy cansada, y llego a la bookshop – estómago vacío - y el Compi no me deja ni tomarme un café sino que me arrastra media hora por las calles del centro hasta el emplazamiento de nuestra misión secreta: el King’s College, y dentro de éste el despacho de la mayor eminencia en Shakespeare que tiene el UK. Un viejito cano, pajarita, tweed y cuyo tono de móvil es “we wish you a merry Christmas”. Además, su ordenador yo creo que fue el que usaron en la peli de Big, cuando Tom Hanks juega a no se qué cosa. Pero es el editor de la casa Arden Shakespeare, la más prestigiosa de todas.

El pobre hombre se sentó en una esquinita y sufrió por cada libro que nosotros metíamos en cajas. Su biblioteca personal, construída a lo largo de 50 aňos, fue desmantelada en poco más de una hora.

A ver, modernos míos, los del Vice digo: entre otros tesoros encontré un facsímil tamaňo DIN-A3 de 1984, publicado en 1984 con motivo del “aniversario”. Facsímil? Wikipedia os lo explica. Es MARAVILLOSO. Y si no fuera por lo carérrimo (a pesar de mi 50%) ni por lo ultra pesado, me lo compraba ya. Lástima. Porque, sabéis? no me he leído 1984. Ni Brave New World. Ni a Bolaňo. Ni he visto El Padrino. Ni tantas otras cosas. Pero a día de hoy leo a Freud y voy al gimnasio. Soy estupenda.

Yo creo que Freud sí es sexy. Después de cargar las trecemil cajas a pulso y sin ascensor fuera del King’s, me tocó conducir a Oxford y, a falta de cd's(nota mental: acordarme de coger alguno la próxima vez, porque en la furgoneta de mi Jefe sólo hay uno con los distintos himnos nacionales y es el infierno, me lo sé de memoria y creo que no es bueno escuchar eso en modo loop cuatro horas a la semana, dos de ida y dos de vuelta) me auto-psico-analicé y descubrí que la teoría del doble y su aplicación a mi propia persona es total.


3 comentarios:

krotaro dijo...

Lea "las putas asesinas" de Bolaño, le va a gustar, son cuentos cortos y de una forma u otra salen putillas. Uno de esos cuentos es sobre el turismo sexual que se hace a Asia y los menores de edad que algunos padres venden con este propósito. Es triste.
Emmm, un consejo, si quiere ser sexy, practique la seducción. A los hombres no nos gustan las mujeres inalcanzables, pero nada nos enternece más que ver a estas mujeres poniéndose a nuestra altura, o a la altura de la gente humilde. Para ser sexy hay que bajarse del pedestal, por eso es sexy cuando cuenta lo de que se nos ha vuelto conductora de Lorries, o trucks-lorries. Ahora póngase en el caso de que atropella un perro, y uno de sus cachorros sobrevive. Qué reacción es sexy? Ajá, qué pensaba, que la ropa cara la hacía sexy, error? sexy es marlon brando en un tranvia llamado deseo, uhhhhh!!

Anónimo dijo...

Un trocito del artículo de Javier Marías en el Babelia de este finde, salió el sol en londres o qué?


http://www.elpais.com/articulo/portada/El_Gatopardo/Odiar/Gatopardo/elpepuculbab/20110312elpbabpor_10/Tes




Para mí es sobre todo una novela sobre la muerte, la preparación para ella y su aceptación, incluso sobre cierta impaciencia por su advenimiento. De manera nada insistente, tenue y respetuosa y modesta, casi como una parte de la vida y no por fuerza la más importante, la muerte va rondando. Quizá dos de los pasajes más emotivos de la novela sean la contemplación, por parte del Príncipe di Salina, de la breve agonía de una liebre que acaba de abatir durante una cacería; y el último párrafo, en el que, casi treinta años después de la desaparición del propio Don Fabrizio, su hija Concetta se decide por fin a arrojar a la basura al perro disecado que fue de su padre y por el que éste sintió debilidad, Bendicò.

Ella dijo...

Normalmente no comento en otros blogs, pero hoy haré una excepción.