viernes, 9 de mayo de 2008

Cambiar de vida

Hace menos de un mes me despedía (sin mucho dolor) de la vida que he llevado el último año y medio: recepcionismos y oficinas. Antes de eso viví en Edimburgo dos años en los que fui muy feliz, tanto que, aunque sé que no es sano, continuo comparándolo todo con aquellos meses de lluvia, librerías y amigos que, como yo, tenían motivos mayores o menores para vivir allí, pero todos estábamos atrapados. A día de hoy muchos de esos amigos continúan en Edimburgo, otros han vuelto a sus lugares de origen (Camberra, Amberes, Grenoble, España, Austria, Suecia, Italia, Canadá) y otros hemos decidido empezar una nueva etapa en un otro lugar del que tampoco provenimos.

Mi chica y yo hemos elegido (en el último momento) Londres. Ella ha vivido largas temporadas aquí y se mueve por esta inmensa urbe, y en bicicleta, con una facilidad que a mí me va a llevar un rato largo.

La verdad es que me siento un poco perdida. Supongo que la manera de movernos aquí tiene que ver. De un día para otro llamo al casero para decirle que dejamos Conde Duque, aviso en mi Oficina que me piro en dos semanas y me dedico a comprar billetes de avión megabaratos para visitar a una amiga en Amsterdam primero y a otra en Malta después.

Amsterdam ya lo he dicho: bicis y bookshops. Y mi amiga Evi, a la que no veía desde hacía más de un año pero como si la hubiera visto el día anterior. Ese tipo de amigos.














Malta fue genial, no sabría por dónde empezar a explicar lo muchísimo que me ha sorprendido, encantado, aportado. Vi bastante poco a mi amiga Ro, motivo único de mi visita a la isla: trabajaba sin parar en el rodaje de Agora, pero me dejó su coche para que recorriera cada palmo maltés. Voy a tener que escribir varios posts sobre este viaje, dado que en estos momentos mi amor por Malta no conoce las fronteras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Luuuu

Te echo de menos como los pollos echan de menos a su pepitoria... La vida es bella sin embargo.
Te amaré por siempre.

Jineso, estoy como un queso.

Anónimo dijo...

¿Tan bonita fue la etapa en Edimburgo? Me alegro. Pero recuerda que ya no tienes 23 añitos recién cumplidos, que eran los que tenías cuando te fuiste, eras más peque que yo ahora, ¡qué fuerte! Cómo pasa el tiempo...