jueves, 12 de marzo de 2009

EDINBURGH y el Holocausto

EDINBURGH


Edinburgh Castle


Bruntsfield


Marchmont


Princes St Gardens


Inverleith Park


Struan y yo en la Royal Mile


Arthur's Seat y las chimeneas


¿Qué más puedo decir?

Es por ello que hablaré de otros asuntos, como por ejemplo de la reunión judía a la que asistí el otro día.

Una de mis flatmates griegas estudia un máster en Visual Anthropology (o cómo filmar documentales costumbristas) y rara es la tarde que no acude a alguna reunión/concierto/cena/fiesta/proyección interesantísima. Es una monería, y yo me acoplo que da gusto.

La del otro día estaba organizada por Jewdas, una asociación judía de izquierdas que se opone radicalmente al gobierno de Israel con todas sus consecuencias. Las chapitas de Free Palestine abundaban en las solapas.


Cuando yo era joven e inexperta me encantaba una serie americana malísima: The Nanny, con esa Fran Drescher y su voz nasal a muerte a la cabeza. La niñera en cuestión era judía y siempre hacían chistes sobre lo muchísimo que comen los judíos. Pues sí. Doy fe. La cola para el buffet era cuatro veces mayor que la del bar, y la gente masticaba y tragaba como nunca nadie antes masticó y tragó en mi magnífica presencia.





El evento consistía en 18 charlas de las cuales sólo podías elegir 3. ¿Y eso por qué? Pues porque en total había seis mesas y tres sesiones. Nosotras acertamos de pleno con nuestras tres sesiones, a pesar de la paja mental que se hizo el chaval de la segunda sesión.

La primera se titulaba The Hidden Story of the Yiddish Speakers: sobre cómo la versión histórica autorizada considera que la vida judía en Europa no ha sido más que mil años de opresión y miseria. El tipo que daba la charla, Paul Kriwaczek, ha escrito un libro necesario para explicar cómo desde la época medieval los judíos han desempeñado un papel clave en la historia europea, aportando al continente en desarollo diplomáticos, consejeros, físicos, ingenieros, músicos, profesores, escritores, poetas y filósofos. Sin ellos Europa no sería lo que ahora es. Supongo que sus datos son verídicos, y que razón no le faltará, aunque el punto de vista puede que sea un poco reducido. O quizás no. ¿Mojarme? ¿Yo?

La segunda charla la dio un chavalín encantado de haberse conocido. Con pelete alborotado, camiseta llena de lamparones, brazos tatuados y anarquista autoproclamado. Radical Histories/Alternative Futures: anarchism, zionism and the Kibbutz. De nuevo saco a colación el tema de The Nanny, y es que gracias a aquella serie de chistes malos me enteré de lo que era un kibbutz. ¡Gracias Fran!

El chico era un coco puro, pero tan mal o peor comunicador oral que yo. Se perdía él solito en un mar de nombres de anarquistas desconocidos y fechas y conexiones entre anarquistas y fechas y al final lo único que sacamos en claro fue que las ideas de los primeros anarquistas jamás fueron puestas en práctica más ni mejor que en los primeros kibbutzs de los años 20. Eso sí, me encantaría jugar al Trivial con él: ¿acaso perdería por primera vez en 27 años?

La tercera charla se llevó sin duda la Palma de Oro: Laughing at the Holocaust? Un cómico judío nos tuvo a más de cincuenta personas descojonándonos vivos con chistes súper crueles sobre campos de concentración, las duchas de gas, los nazis... Muy bestia. Su punto de vista era el de rechazar el Holocausto como el tabú más poderoso. ¿Su argumento? Muy simple:

Comedia = Tragedia + Tiempo


Y si esto se cumple para todo... ¿por qué iba a ser el Holocausto una excepción? Se estableció un debate excelente en el que se acabó aceptando como verdad universal que chistes sobre el Holocausto "quizás" sólo debieran ser contados por judíos, igual que "quizás" es mejor no hacer chistes sobre negros si tú no lo eres, etc... ¿Vosotros que pensáis?

Concluyo por hoy con el chiste más light:

Un judío sale de su escondite en busca de comida y de pronto aparece en el camino un coche nazi. Se esconde detrás de un arbusto pero los ocupantes del vehículo le ven. Baja Hitler del coche, apunta al judío con una pistola y le obliga a comerse una caca de vaca que había por allí. El judío se la come y Hitler no puede parar de reírse, tanto que se le cae el arma y el judío aprovecha para apuntarle él ahora. Le obliga a terminarse la caca de vaca y Hitler lo hace. Entonces el judío huye escopetado al ático donde su familia está escondida. Abre la puerta y le dice a su mujer: Cariño, ¿a que no sabes con quién he comido hoy?

2 comentarios:

Treplev dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jorge dijo...

¿Sabias que cada noche mientras ceno (cuando ceno en casa) veo la serie de La Nanny? Realmente es malísima, pero tiene cierto encanto.

Sobre lo del humor... creo que se pueden hacer chistes sobre todo. El único límite lo tienes que imponer tú mismo con tu conciencia. No te lo puede imponer nadie desde fuera. Por eso el humor es peligroso para el poder... cualquier humorista serio sabe que de quien primero se tiene que reír es de los poderoso. Y estos siempre querrán controlarlos. Y los humoristas no se dejan y etc.

Sobre la cuestión si solo los judios pueden hacer chistes sobre judios y los negros... y las mujeres... y los heteros... Pos no estoy de acuerdo. El humor y los chistes son de todos. Es que creo que entraríamos en una doble moral algo hipócrita y políticamente correcta. Yo me rio con los míos y nadie más puede... y no es eso... con lo que me gusta que los demás se rían de mí. El humor también es crítica... Y, además, y a título personal, si me quitas los chists sobre negros, judios, mujeres, hombres, maricas, viejos, zurdos, azules, policias, musulmanes, indios, etc. ¿Qué me queda? ¿Chistes sobre libreros heterosexuales diestros con gafas solteros? Tampoco hay tantos...