lunes, 17 de noviembre de 2008

Cantando bajo la niebla china



Los Chinos cantan, y no digo más ná. A solas y en grupo. Ópera, karaoke o canciones tradicionales. En los parques, en las plazas, en los restaurantes. Cantar es un aspecto fundamental de su cultura, hasta figura como asignatura obligatoria en los planes de estudio escolares. Y todos cantan estupendamente. No entienden, por ejemplo, el concepto occidental de ir a un karaoke para descojonarte de lo bien o mal que canta la gente. En China la música se vive y se comparte con una solemnidad que yo jamás sospeché.

Visitas turísticas obligadas al Templo del Cielo o a la Montaña del Carbón quedan de pronto relegadas a un segundo plano. Las pagodas y los templos son alucinantes, claro, pero lo mejor es ver a los Chinos haciendo sus cosas: caminar de espaldas para vivir más y protegerse del Alzheimer; paseando pájaros en jaulas para que les de el aire y así canten más contentos; se juntan para practicar taichi o diversos estiramientos; ensayan coreografías, tocan instrumentos y, sobre todas las cosas, cantan.

Llega alguien con un cachivache que aúna en su ser un altavoz, un micrófono y un karaoke, se planta donde sea y se pone a cantar. Enseguida el público que se congrega a su alrededor forma un corro de varias filas y el/la/los cantantes les cautivan con una canción tras otra.

También hay quien canta ópera, y quien saca un micrófono a pilas del bolso y se arranca a cantar a pelo. Es genial. Tengo unos vídeos que no tienen precio, como una resaca en Shanghai a base de sambucas.

La otra noche mi amiga y sus compis me llevaron a cenar a un restaurante tibetano al que van mucho porque el precio es positivo, la carne de yak es harto sabrosa y además hay espectáculos durante la cena. Pero esa noche en cuestión se celebraba allí el cumpleaños de una Tibetana Moderna y Desviada que había juntado a no menos de cincuenta personas. Sus invitados iban llegando y le ofrecían regalos que ella acumulaba en un rincón, pues abrir los regalos a la vista de todos está considerado un acto de avaricia brutal.

Nuestro yak no defraudó, a pesar de los múltiples cartílagos. Las canciones y bailes tibetanos se sucedían en una atmósfera de opulenta animosidad. Y de pronto la Tibetana Moderna y Desviada se subió al escenario, enganchó el micro y soltó una parrafada de varios minutos que, obviamente, no comprendí. Entonces se reunieron con ella en el escenario otras dos Tibetanas Fashion que también hablaron por los codos vete tú a saber de qué. Los invitados, y nosotras, aplaudíamos sin parar, hasta que sin previo aviso (o quizás sí avisaron) las tres tibetanas se pusieron a cantar de puta madre, a tres voces y con una coreografía sosa cual cualquier comida preparada por mí (es que no le pongo sal a nada). Una canción siguió a otra y luego un invitado siguió a otro. Todos salieron a cantar. Mi Amiga quería entonar el Dancing Queen, pero nadie nos invitó a hacerlo.

En algún momento alguien de los nuestros creyó reconocer una de las canciones que las tibetanas cantaban, y tras una investigación fructífera nos enteramos de que sin saberlo estábamos asistiendo al cumpleaños de una cantante muy famosa por estos lares. Y para la ocasión ella y su grupo deleitaban a sus amigos de la farándula oriental con sus greatest hits. Por supuesto les pedimos un CD, nos hicimos mil fotos con ellas y nos dieron sus números de móvil. Al día siguiente se marchaban de gira por todo el país y parecían muy contentas de habernos conocido.

Me faltan muchas fotos, tiempo al tiempo que estoy muy lejos... ¿de dónde?...

1 comentario:

La Abutrí de Getafe dijo...

Pues mola!.
Me gusta esa falta de pudor...Será por que sinceramente cuando me tomo dos copas me dá también me dá por cantar y pobre de aquél que intente quitarme el microfono!!.