viernes, 4 de abril de 2008

Cuenta atrás: cinco días

Hace un par de semanas me llamaron unos amigos para que me pasara por un bar de La Latina donde iban a proyectar un corto suyo. Allí me encontré con algunos amigotes y con una chica que durante un año fue a la misma clase de guión que yo, en una escuela de cine madrileña harto chana. Me había encontrado con esa misma chica hacía menos de una semana en una fiesta para lesbianas chic cerca de la calle Pez. Y antes de eso no la había visto desde hacía al menos tres años, desde que ambas dejamos la escuela. Además, nunca fuimos amigas cercanas. Ella siempre me pareció un poco intensa, y en la fiesta lesbi-cool me contó que durante aquel curso juntas estuvo inmersa en una relación chunga con una brasileña que le había traído por el camino de la amargura. La noche de los cortos, esta chica estaba acompañando a una semi-conocida suya que había participado en alguno de los vídeos.

Sin duda el de mis amigos fue el mejor: Bienes comunes, con Marta Belaustegui y otros conocidillos. Tras las proyecciones, el organizador del evento nos invitó a todos los presentes a unas rondas de cava para festejar el éxito de asistencia y su cumpleaños. Mis amigos fueron marchándose pero yo decidí quedarme con estas dos cuasi-desconocidas de cañas.

Enseguida nos integramos con el resto de asistentes y la espontaneidad de la noche me dejó bastante contenta. En un momento dado, la semi-conocida de mi ex compañera de clase confesó que andaba un poco desesperator buscando trabajo, de lo que fuera. Nadie se equivoca al suponer que tardé escasas milésimas de instante en encasquetarle a Magny y al Segundo Socio (pobre Magny, en realidad me cae bien).

La semi-desconocida aceptó sin dudarlo, a pesar de que me sentí fatal por consentir que una tía maja vaya a vivir esta pesadilla diaria que protagonizo, y le hablé del Segundo Socio, del horario, de la soledad, del Segundo Socio otra vez, del tiempo que no pasa. Pero la chica necesita curro y la comprendo. Yo me he visto obligada por las circunstancias a hacer trabajos como éste decenas de veces, y ahora no sé quién coño me creo que soy para marcharme de esta manera a probar suerte en otro lugar, sin un puto duro y sin un plan. Me voy. A la aventura total. Y lo he hecho tantas veces ya en los últimos dos años, y ha salido casi siempre tan mal, que no sé que me inspira a intentarlo otra vez... ¡Ah, ya recuerdo! porque tengo 26 años y de las equivocaciones también se aprende.

Entregué a Magny el CV de la semi-desconocida (desde ahora conocida como Nueva Pringui) y este martes se pasó (la NP) por la Ofi para entrevistarse con él y con el SS. Magny debió de durar en la Sala de Reuniones exáctica... exáctica... exácticamente los cuatro segundos que tardó en sonarle el móvil. Y el SS fue capaz de retener allí a la Nueva Pringui más de dos horas. Yo me sentía fatal por ella.

Cuando la dejó marchar, la Nueva Pringui vino a mi mesa y resopló. La pobre. Pero necesita el dinero y aceptó el empleo.

Hoy ha venido un par de horas por la mañana porque el SS quiere que se empape de mi sabiduría oficinera. Lo primero que hecho ha sido enseñarle a marcar el móvil de mi chica en el teléfono y poner una conferencia con el Reino Unido, luego hemos abierto el hotmail para mandar un correo a mi amiga Inés, otro a Ro y hemos escrito mensajes en los "muros" (o walls) del facebook de mis contactos. También hemos echado un vistazo al diario Público online. Después hemos disfrutado de un piscolabis a base de pececitos salados y cocacola. Hemos intercambiado impresiones de esta grata forma durante dos horas. Ella parecía encantada con el poco curro que tendrá. A mí ya sólo me queda una semana. Cinco días. Cuarenta y seis horas y media. Paso de calcular los minutos y los segundos porque es una parida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Harto poco Lu... harto poco.
Ya te lo he dicho en variadas ocasiones, pero te echaré de menos cual pollo, como siempre que no nos hayamos en un lugar relativamente cercano. Si duras en tu nuevo destino un tiempo razonable iré a verte bella. I lofbiu.

Anónimo dijo...

¡¡No leas Público por dios!! Es tan grave como leer la Razón!!