viernes, 24 de septiembre de 2010

Ampliando horizontes


Teniendo en cuenta que no me drogo ni escribo poesía, ¿qué mejor manera de sobrellevar un desquicie emocional mañanero que conducir hasta Oxford y vuelta? Desgañitándome con la Wainwright y descubriendo a Lucinda Williams. Me compré el disco de ésta última (Car wheels on a gravel road) en Notting Hill hace ya varios Reyes, pero hasta HOY no lo había escuchado in sirio. ¡Qué tía! Maravilla. Está súper frustrada todo el disco, igualita que una que yo me sé...

El Jefe ha decidido repartir responsabilidades y, no sólo rotamos Polaca II, el Compi y yo como managers cada 6 semanas, sino que a veces me toca coger la furgoneta y hacer de transportista. Esto de ser la única con carnet de conducir es lo que tiene. Suelo ir sola, con mis cajas de libros claro. No llega a dos horas de trayecto, verdes paisajes - en ocasiones, como hoy, muy pasados por agua - y tranquilidad al volante. No hay prisa. Llego a Oxford, descargo (estoy labrándome unos musculeitors que ya veréis), cargo otras cajas que los de Oxford han preparado para Londres y me vuelvo. Mira qué manera más maja de pasar uno de mis cuatro días laborables.

Transportista sexy con amichis ídem



Ésta podría ser una de las historias:


Él ya está más cerca de los sesenta que de los cincuenta. Trabaja tranquilo, algún día se jubilará y podrá dedicar más tiempo a la fotografía.


Ella cumple veintinueve en un mes, pero repite a menudo que pronto será treintañera. Trabaja contenta, aunque no quiere dedicarse a esto toda su vida. El otro día llegó a su casa un nuevo invitado, el hermano pequeño de una amiga de siempre.


Él tiene dieciocho años y se ha mudado a Londres para convertirse en estrella de rock.


Ella se siente muy mayor a su lado. Si no hubiera esperado a terminar la carrera para marcharse de España. Si hubiera sido sido más consciente, más valiente... si no... si hubiera... pero no fue así.


Nadie puede asegurarle que, de haberse independizado a los dieciocho, ahora, a los casi veintinueve, estaría libre de horarios y saliendo adelante como escritora.


Nadie puede profetizar si dentro de once años el de dieciocho habrá triunfado en la música y no deberá responder a horarios ni jerarquías.


Igual que tampoco nadie puede adivinar si el de casi sesenta llegó o no a perseguir seriamente, cuando era más joven, sus capacidades como fotógrafo. Lleva treinta años al frente de una reconocidísima librería de segunda mano en Bloomsbury. Hace ya tiempo que dejó de cargar peso, desde que la espalda le crujió una mañana al apilar más y más cajas y tuvo que guardar cama dos meses.


La de casi treinta lleva poco más de dos años en la misma librería, recientemente galardonada con el premio a la "mejor" de todo Londres. No lleva (aún) demasiado mal el esfuerzo físico brutal que supone mover de un lado a otro tantas cajas repletas de libros, muy pesados. Es como ir al gimnasio pero cobrando: biblioteca y ejercicio dos en uno.


El de dieciocho tiene pensado visitar pronto la librería. Quiere comprar algunos clásicos. Se imagina a sí mismo saliendo por primera vez de una bookshop con dos bolsas rebosantes de Sterne, Swift, Dickens, Austen, Brontë, Zola, Flaubert. Ediciones pequeñas y baratas que comprará más con los ojos que con la cabeza.


Dicen que cada vez que eliges pierdes seguro, ganas a veces.

1 comentario:

andrea dijo...

Tus amigas también son transportistas???
Jope!! No teneis ninguna pinta... qué morbazo!!!