lunes, 2 de mayo de 2011

Brujulilla & Pacotilla (3a parte)


La primera noche se durmió con el único sobresalto de Pacotilla gritando histérica "¡¡SORPRENDENTEMENTE!!" por partida triple y en sueños. A pesar del paro cardiaco, una noche muchísimo peor aguardaba a Brujulilla.

Despertaron jubilosas y se probaron distintos outfits pero, donde no hay no hay: no tenían ropa de verano alguna y las lipotimias estaban más que aseguradas. Aún así nunca se olvidaron de llevar consigo a Ramoncín (chaqueta de cuero/plástico que hace las veces de cuero en el caso de Brujulilla) por si acaso, por si refrescaba a la vuelta atravesando de noche el Risky Sex.

Ninguna se había parado a pensar jamás en si Magritte era belga o no, y mucho menos en si Bruselas albergaría la mayor colección del artista en el Museo... Magritte. De camino a tan magno acontecimiento - ambas eran fans totales, cada una por sus motivos - visitaron la Catedral y pasaron un calor horroroso. El Museo no defraudó y lo vieron todo y se hicieron fotos y compraron postales y al final casi se desmayan del calor y del hambre. Brujulilla apuntaba maneras pero aún no tenía el mapa de la ciudad entera tatuado en su cerebro, de ahí que comieran patatas fritas grasientas en la primera plaza sin sombra que les salió al paso. Frituuuur Forever.

El lugar escogido para realizar una óptima digestión fue Warende Park, frente al Palacio Real. Brujulilla comentó, una vez más, lo muchísimo más inclinada que se sentía por los parques de trazado inglés (césped, árboles, jungla) y lo poco que le atraían los franceses (caminos de arena, setos recortados, falsedad por todas partes). Oséase, que no le gustó nada el parque. Mientras Pacotilla trataba de echarse una siestecita, Brujulilla leyó en voz alta unas palabras que había anotado hacía poco en su libreta y que provocaron en su amiga un ataque risil infinito: a lo mejor es que me va a venir la regla, pero esta mañana me he levantado con una sola convicción profunda: me va a tocar ser una mujer solitaria. Ante tal recibimiento de sus íntimas intimidades, Brujulilla se negó a seguir leyendo y convenció a Pacotilla para afrontar sin miedo el recorrido nº3 completo: European Walk.

El camino empezaba cerca de allí, en un barrio pobretón en el que Pacotilla se sintió como en casa, siempre tan hippy y multirracial. Compraron uvas, petazetas y un peine y siguieron una calle chunga que a las pocas manzanas, sin haber cambiado de nombre, se convertía en una calle señorial con casacas a derecha e izquierda y un parque en el medio, Maria Luiza. Un poco más arriba giraron Archimedes Strat a la derecha y se toparon con el barrio europeo en su plenitud. Restaurantes y comercios varios en todos los idiomas de la EU y la Comisión Europea a los lejos y, al acercarse, periodistas entrevistando a dos representantes de Greenpeace y ellas se hicieron fotos y Brujulilla rememoró con cierto orgullo aquel 10 que sacó en Historia en selectividad al resumir impresionantemente la creación de la Unión Europea en una cuartilla holandesa.

Las ampollas no detuvieron su empeño por llegar hasta el Parque del Cincuentenario. Sus cuerpos colapsaron sobre el mullidito césped y Pacotilla se enamoró de un hombre negro que pasaba por allí y Brujulilla no se enamoró de nadie, entre otras cosas porque estaba convencida de que le iba a tocar ser una mujer solitaria. Cuando volvieron a reunir fuerzas, caminaron de nuevo al centro pasando, eso es así, por el bello Leopold Park y por el Parlamento Europeo, donde inmortalizaron fotográficamente el momento a los pies de la estatua de una mujer muy enfadada que sujetaba un símbolo de Euro. No salieron nada favorecidas debido a las ojeras y las patas de gallo.

Hacía tan buena temperatura que la plaza frente al European Parlament estaba atestada de euro-cerebritos, lo mejor de cada país sin duda. Jugaron a pasearse con gracia por entre las mesas y cazar marido/mujer pero no tardaron demasiado en sentirse totalmente fuera de lugar y optaron por volver al hotel, caminando, y abrir la lata de berberechos que Brujulilla guardaba en su maleta. Glamour.

Las ampollas les obligaron a detenerse cual emergencia vital en la Plaza de la Libertad para beber Hoeogarden. Tras semejante parada solicitada retornaron al hotel, se ducharon, comieron berberechos enlatados, murieron un poco y volvieron al centro para ponerse tibias a base de mejillones gratinados en Chez Leon, the place to be total. Habían dejado en el Husa President las ganas de repetir juerga en el Delirium y de nuevo cruzaron el Risky Sex de noche y con el mismo miedo de siempre. Roncaron como unas benditas.



Continuara... en Amberes.

1 comentario:

Coco Capitan dijo...

Nunca conocerás el universo interior de una persona, si no es leyendo lo que escribe. Y me encanta el tuyo.