Estambul fue incredible, por hartos motivos, incluso románticos, pero al volver a Madrid no fue poca la gente que me dijo que, sin duda, me había perdido lo mejor de aquella zona interrailera: Ljubljana en particular y Eslovenia en general. Desde ese momento, mi top 3 de viajes deseados en la vida ha sido:
1 - Nueva Zelanda
2 - Alaska
3 - Ljubljana
Y, he aquí que hace unos tiempos conocí a una chica bastante estupenda cuya gran (una de ellas) ilusión viajera era ir a Trieste, hogar de Italo Svevo, fumador y escritor.
¡Hele ahí que viene saltando por las montañas!
Sorpresa doble y mayúscula la nuestra al poner estos anhelos mitteleuropeos en común y dilucidar que Trieste y Ljubljana distan tan solo 100km entre sí. Dicho y hecho. O casi.
Así es como, trece años después de haber visitado Estambul, me encuentro visitando la capital eslovena, previo paso por Trieste. Ambas ciudades tienen poco que ver, arquitectónica y topográficamente hablando, y ambas son gozosas y recomendables; pero, si yo hubiera pisado Ljubljana en julio de 2001, es muy posible que mi periplo de vivencia extranjeril no hubiera comenzando en noviembre de 2004 en Edimburgo, sino aquí:
restaurante de comida típica eslovena
calle que sube al castillo
cementerio de Ljubljana
Eslovenia es un país donde:
- Para dar las gracias hay que decir KOALA
- Hay infinidad de cuevas de origen kárstico
- Los lugareños son muy hospitalarios y abiertos a conversar
- La comida es importante y el pan está de muerte
- Hay máquinas expendedoras en las calles para comprar leche fresca en tarro de cristal
- Los libreros recomiendan bien, incluso visitar otras librerías que no son la suya
- Sienten una pasión desmedida por el Chelsea F.C.
- La frondosidad es total