domingo, 27 de diciembre de 2009

Feliz Navidad, or else

Mira Ro,

Deja de amenazarme con no volver a salir nunca conmigo. TÚ propusiste ir de mojos. YO no te dejé pagar. No me vengas con cuentos, tres cañas, cuatro mojitos y tres roncolas no hacen daño a nadie. ¿Llegaste a tu casa no? Al parecer nosotras terminamos en el LUGAR DE MODA, un tal Charada que es lo que viene a ser el infierno en la tierra. Hasta la bandera, no podías moverte y encima un p(a)sao con chupa de cuero me molestó hasta el infinito. Jamás comprendí qué parte del "¡Que no me toqueeeeeees!" no le quedaba clara, supongo que sería el "me". Resulta que en Madrid hay también modernos, pero oye, nada que ver. Odio a todo el mundo. Estoy llevando fatal lo de mis propósitos de año nuevo.

Sobre lo de pintarte las uñas con crema de espinacas: adelante, causarás furor, seguro que sí. Mi madre tose bastante. Mi padre se va al Punto Limpio. Acabo de rebanarme un trozo de falange al depilarme. Si utilizara tus cuadernos - gracias maja - para escribir tus historias entonces no podría dormir. A veces tengo miedo Ro, siento que mi vida se me va de las manos, y tengo la cara seca. ¿Alguna vez te ha pasado que se te sobrecoge el alma y se te sube el gemelo a la vez? Es muy fuerte. Te dedicaré un poema nuevo:


Sí, me gustan las tajetas
pero no las de plástico
que sacan billetitos de colores de la pared.
Me gusta comer bien,
y mal también.
Iré a Toledo y no comeré cordero,
visitaré a las amistades
como si no hubiera un mañana.
Chocolate, huevos Kinder,
mandriles y bolsitas. ¿Qué
puedo hacer si mi toalla es azul?

Al parecer lo de la ESCRITURA AUTOMÁTICA es una ful, sólo mola si además de interconexionar chorradas esbozas algún tipo de filosofía vital, social o mineral. ¿Qué quieres que te diga Ro? Para mí tú eres importante, como bien se demostró anoche en la fase de exaltación de la amistad que nos atacó desfilando por San Bernardo. Me preocupa el mundo, claro, la sociedad, okei, el cambio climático, por supuesto, pero lo que más me gusta es escuchar frases geniales. Me quedé muerta con lo de "no descarto la cirugía".

Anda llama,

Lu

Madrid, 27 de diciembre de 2009

martes, 15 de diciembre de 2009

Bookselleriadas

- ¿Vendéis libros de segunda mano?
-
- Quiero The Language Instinct, de Pinker

Estaba un tanto ocupada, así que encaminé sus pasos a la sección de Lingüística. Vuelve con una cara muy triste.

- No está
- Lo siento
- Pero, ¿por qué no está?
- Pues porque lo habremos vendido, o quizá nunca lo tuvimos. No sé. No tenemos catálogo
- Pero, ¿sois una librería? (lo dice tan asustada que parece una pregunta, como si necesitara confirmar lo obvio. ¿Hola? No, somos un offi) Es que mis amigas tampoco lo han encontrado
- ¿Dónde?
- Aquí, en la sección de Lingüística
- ¿¿??¿¿??¿¿? ¿Porque no lo tenemos? (ahora soy yo la que entona así)
- ¿En serio?
- ??¿?¿¿??¿ (¡yo qué sé tronca, sois vosotras las que habéis mirado!)

Dejo de hacer lo que estaba haciendo, voy a Lingüística y, oh sorpresa, no está el dichoso libro.

- No, no lo tengo
- ¿Y dónde puede estar?
- ¿En otra tienda?
- ¿Y aquí?

......... JURO QUE TODO ESTO ES VERÍDICO .........

- Aquí no lo tengo
- Oh (como si hasta este momento no lo hubiera captado aún) qué pena ¿no?
- I'm devastated, di que sí mujer


Me encanta también cuando en vez de trabajar parece que estamos jugando una partida infinita de Trivial:

- Perdona, que no me sale, ¿quién escribió Muerte en Venecia?

Y todos nos abalanzamos como locos, a ver quién sabe más: ¡¡Thomas Mann!! Con esto logramos que el Cliente se sienta la persona más estúpida del mundo. Se les quedan unas caritas de "tierra trágame" que no tienen precio. ¿Nos pasamos? Supongo que así nos desquitamos de todas aquellas otras preguntas que no sabríamos contestar aunque nos fuera la vida en ello. Es odioso cuando algún listorro enciclopédico te cuestiona tus capacidades como librera y ser humano con coeficiente intelectual medianamente digno. Por no hablar de la barrera del lenguage y las mil anécdotas de la cultura popular de esta gente que desconozco. Nadie es perfecto.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Vita Nuova

El Año Nuevo me resulta muy lejano. No puedo esperar. Yo empiezo ya. Mis New Year Resolutions incluyen:

1. No salir nunca más.

2. No hablar con nadie (a no ser que me hablen primero)

3. Alimentarme exclusivamente a base de literatura rusa.

4. Limpiar los cuartos de baño (me toca)

5. Otras cosas.

6. ...


Ha sido un fin de semana demasiado emocionante, y hasta aquí puedo leer. He cubierto mi cupo vital de visitar la Tate Modern. Las clases de ruso han terminado y la profe trajo dulces típicos, luego una de mis compañeras ha intentado darme un abrazo de despedida y me ha entrado el frenetismo. ¿Por qué siempre reacciono así al acercamiento físico no deseado? Soy una estrecha. Librera pero sexi. ¿Mi sentimiento de culpa? Bien, gracias; a flor de piel como siempre. Mi eterno compañero de viaje y faenas.


Querida Ro,

Gracias por contactarme después de este silencio que me comía viva. Tu indiferencia me provoca rechazo. Sé que me amas y esas fotos ojo de pez no hacen sino reafirmar estas creencias mías.

Yo también te amo. El otro día esperaba al autobús de madrugada cuando un francés se me adobó malamente con la intención (¡menuda osadía!) de camelarme. Tras descubrir que me dedicaba a la venta legal de libros, y no sin antes echarme en cara no haber leído aún a Dostoievsky, me preguntó lo siguiente:

¿Te has leído ese libro de un chico que le pide el teléfono a una chica?

Te lo juro. ¿Acaso no es la mejor pick-up line que jamás escuchaste? Ni que decir tiene que no le contesté, suficiente esfuerzo fue aguantar el tipo y no descojonarme en su cara como si no hubiera un mañana. La gente se pasa.

Te veo con la prontitud,

Lu


PD: ¿leíste el libro de una chica que no sabe cómo hacer?

lunes, 23 de noviembre de 2009

Hambre

Tengo hambre o, como diría la Nothomb: Superhambre. Hambre de pasear, de ciclear, de que haga sol para poder pasear. De visitar.

El Compi estaba paranoico y me ha tocado sacrificar mi día libre (hoy) para acompañarle en estas horas bajas, en el pub. No quiero beber nunca mais.

Inés viene el viernes. Inés es como Ro, pero no hablo de ella, aunque hablo con ella mucho más que con Ro. Es lo más.

Voy a Madrid con la prontitud. Belleza.

Mañana me toca ir al hospital de los ojos. Están rojos, que no dolorosos. Lo achaco al hecho de llevar casi cuatro semanas bañándome al seguir mi ducha rota. Sospecho que no me aclaro del todo. No sólo mi pelo (rosa-salmón) es víctima de ello, mis ojos sufren, y yo con ellos.

domingo, 15 de noviembre de 2009

El Barrio

Librera sersi

Me muevo por allí como si fuera mi barrio. No tengo barrio. Tengo varios barrios. Uno de ellos es el Este londinense, you know, Hackney, Clapton, Bethnal Green, Shoreditch... el moderneo.
Como buena librera sersi de ideas fijas cada domingo suelo protagonizar el mismo paseo desde mi hogar en Claptonshire al puesto de momos nepalíes en el Sunday Market de Brick Lane. La actividad me ocupa entre una y dos horas, dependiendo de las paradas espontáneas que se me ocurran por el camino.
Clapton es un vecindario chungo que se caracteriza por los fatales tiroteos entre pandilleros y por estar un poco too much al norte, a tomar por el nasti. Una tarde veraniega mi flatmate Alemana fue asaltada por trece quinceañeras que querían quitarle el móvil. Ella tardó lo que viene a ser cero-coma en dárselo, pero una de las chavalas, harto decepcionada tras comprobar el tamaño XXXL del mencionado celular, decidió pegarle un buen mamporro en todo el moflete. La Alemana, ingenua y alemana a más no poder, no daba crédito a lo sucedido y sólo quería comprender, pero cada vez que les preguntaba "But why did you hit me???" recibía un nuevo puñetazo. Se comió cinco y le quedó la cara hecha un poema. El Barrio.
Un poquito más al sur de Clapton está Hackney, otra barriada chunguerris pero mejor comunicada con el resto del planeta: tiene Overground, que no metro, y por norma general los domingos no funciona. Lo ideal es seguir el carril bici que empieza en la plaza del ayuntamiento de Hackney y el cual te lleva al centro pasando por bellos parajes.


London Fields

London Fields es un parque maravilloso que nada tiene que envidiar a los Meadows de Edimburgo. Cuando el sol brilla se llena de jóvenes - en su mayoría malditos desviados - bastante atractivos y en diversos estados de seminudismo. Gozoso. Y las barbacoas abundan.


Broadway Market

Al final de los Fields llegamos a una de mis calles favoritas, Broadway Market, repleta de cafés lindos, restaurantes internacionales, pubs con sunday roasts premiados y sí, gente guapa y moderna. La calle no dura más de unos 200 metros, cruzas el Regent's Canal y te topas con Lock 7, una cafetería-bicicletería regentada por bolleras no modernas majísimas (nótese que no he dicho "pero", la modernidad y la majez son cosas distintas que nada tienen que ver entre sí... muerte a los modernos). Mi querida bici Patsy nació allí.


Caminando dirección sur sin parar, y dejando Haggerston Park a la derecha , encontrarás la granja: Hackney City Farm. Animalicos, restaurante con manteles de picnic y alimentos cultivados allí mismo, distintos talleres artísticos para pequeños y no tan pequeños, reparación de bicis... Es una visita obligatoria.


Ya estamos en Hackney Road, una suerte de calle en curva eterna que comunica Cambridge Heath con Shoreditch; pero no queremos avanzar por ella sino cruzarla allí mismo, a la altura de la granja para extasiarnos ante el Flower Market de Columbia Road (domingos 8am-4pm). Avanzar entre flores y arbustos en hora punta, o con bici, puede llevarte un rato largo. No tengas prisa. Tómate un café en alguno de los establecimientos tan cucos, o una pizza calzzone en The Globe.






De Columbia Road a Brick Lane hay cinco minutillos de ná. ¿Quién no conoce Brick Lane a estas alturas del cuento? It's the place to be, to show off, to meet, to die. A rebosar no, lo siguiente. Españoles e italianos encabezando el reparto. Por algún motivo la circulación de coches está permitida y los atascos humanos son infinitos. Flanqueando la vía por ambos lados hay puestos, legales e ilegales, con todo tipo de cachivaches, prendas, bicis robadas, libros, discos, muebles, caca. Los managers de algunos de estos top-manta chick tienen una pinta de andrajosos fina, pero no suele faltar a su vera un Mac con conexión a facebook.


















A mí lo que me gusta es el barullo, ver a la gente - aunque la mayoría de las veces vaya sola - y comprarme una bandeja de ocho momos en el puesto de Nepal. Sentarme en un banco con desconocidos y mirar la vida pasar. Fumarme un cigarro, tomar un café y leer mi libro. Ahora mismo estoy con T Zero, de Calvino.

Mi Vida Social parece que comienza a despegar y últimamente nos juntamos sin venir a cuento el Peluquero de Mallorca y otros españolitos de pro para hacer la ruta del Shoreditch del Borracho: George & Dragon, un pub gayer decorada a la horror vacui, con cabeza de caballo móvil incluida. La camarera morena es famosa por su exagerado friendliness... not.















A 50 metros del George, también en Hackney Road, está el antrazo de la noche por excelencia: el Joiners. Gratis y abierto hasta las 4 de la mañana. Música infernal, muchachos que se tocan y alguna que otra bella salpicando el macherío. Soy FAN.

PD: no sé el por qué de la separación entre párrafos, las fotos cada una a su aire. Yo lo había dejado todo bonito pero el ordenador me odia y ha quedado así. Jo.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Actualizaré por ser mi cumple...

Tengo un flatmate inglés que es una monería. Se parece a Pumuki no, lo siguiente. La pena que me provoca su inminente marcha - sin billete de vuelta - a la India no es pequeña. Tiene 23 años pero está hecho todo un hombrecito. Serio y pillo a la vez: una monería. Sale lo justo, es más bien casero, siempre cocinando sus curries y cantando con calcetines desparejados. Llevaba un mes insistiéndome sin tregua para que fuera con él a una de las Late Nights del Science Museum. Decirle que no habría sido bastante cruel...

... Llamadme Cruella... Mwjaa Mwjaa Mwjaa (risa maléfica).

La historia ésta terminaba a las 22 horas, y entre que yo salía a las ocho de trabajar, biciclear hasta South Kensington etc, iba muy justita. El "destino" además quiso que cinco minutos antes del cierre se presentaran unos abueletes árabes con unas ganas de regateo que pa qué. A la Australiana y a mí, que llevábamos siendo Súper Libreras desde las diez de la mañana, las fuerzas nos flaqueaban sin rechistar y les decíamos que sí a todo, sólo queríamos irnos al pub y fumar como locas. Pero los abueletes no hacían más que entretenerse y obviar nuestros ruegos/órdenes: "son más de las ocho, hacemos caja y au". Uno de ellos, tras superar el berrinche inicial de equivocarse al suponerme alemana, decidió culparme a título personal por todo eso de la Reconquista. Para él no había episodio histórico mundial más injusto. También a esto le decía que of course, of course, mira que les mandé un feisbuk a Chabeli y Fer Catholics advirtiéndoles "Os pasáis", pero nada, ellos reconquistaban la península sí o sí.

Por fin nos sentamos en el pub la Australiana y yo y fue bello. Después me fui al barrio a otro pub con el Compi, que hoy libraba y es mi vecino, y fue bello también. Llegué a casa dispuesta a devorar nutella, pero una de las Griegas se me había adelantado. Y es que había reunión de flatmates en su cuarto y, como suele ocurrir en estas ocasiones, las bananas con nutella conformaban el menú.

¿El motivo de la reunión? Que no tenemos ducha, a.k.a. pronto moriremos todos, pues el plato de ducha lleva más de medio año goteando e inundando la cocina. Esta semana los plomos se han fundido dos veces y resulta evidente que en breve alguien va a electrocutarse (o el techo se nos caerá encima, la mancha de humedad crece y crece cual mancha de humedad que crece sin parar). El Casero no hace más que mandarnos chapuzas de su familia que no saben más que untar las baldosas del baño con silicona. Ahora mismo está de vacaciones en Pakistán y hasta que vuelva en dos semanas somos un B&B sólo con bañera. Ya me he negado a pagar la renta completa este mes. Ja!

sábado, 3 de octubre de 2009

¿Por qué el Arte?

En una de sus (mis) historias, Ro lleva por toda vestimenta un camisón revenido y una cítara colgada al hombro. Creo que hasta hoy nunca había visto una cítara. No ya sonando en directo, sino el instrumento en sí. ¡Menudo bicho! Mide lo menos como yo, que para ser persona soy pequeñita, pero como instrumento soy enorme.

Mis flatmates y yo llevamos varias semanas dedicándonos a la intelectualidad más cultural, o viceversa. Fuimos al Globe Theatre, el de Shakespeare, el que se quemó en 1613, el que fue reconstruido en 1997, el que es casi circular y no tiene tejado. Ese. Vimos Love Labour's Lost. Por cinco libras tienes derecho a permanecer de pie junto al escenario. Cuando llueve te mojas, como los demás, digo actores. La que hacía de Rosalind... vaya toalla con la que hacía de Rosalind.

Detrás de todos estos episodios culturetaeruditos está una de mis compis griegas. Tengo dos, a una la conozco desde Edimburgo, y la otra es de lo mejorcito que me ha pasado en Londres. Nuestros sentidos de los humores encajan cual puzzle de un molino holandés de 1000 piezas. Las dos además compartimos ciertos aspectos de la personalidad (capacidad obsesiva infinita, desquicie... esta tipología de cosas bellas). Nos reímos harto. Ella es terapeuta musical y cuenta unas historias divertidísimas sobre sus alumnos - de piano - autistas, o las abuelas que se cierran en banda en cuanto ella aparece por la puerta. Otros son realmente preocupantes y ya no hace gracia. Conclusión: es una gran mujer. La de horas que me pasaré en su cuarto intercambiando impresiones repetidas sobre la vida, el arte, el activismo... ¡Que noooooo! Jajaja. Sólo parloteamos de lo primero. En Edimburgo viví un tiempo con una canadiense flipada que un día me dejó estupefacta en la cocina. Desayunaba yo mi típico pan con paté cuando entró ella por la puerta. Venía de la montaña - Arthur's Seat -, de pensar. Me soltó: "¿por qué viajar? ¿por qué el arte? ¿por qué el activismo?". Me quedé loca tú. Mis amigas y yo hasta nos hicimos unas camisetas planchando estas preguntas sobre la tela.

Hoy era el cumple, de la griega (32), y se ha empeñado en que todos fuéramos a una sesión de música barroca improvisada. No podíamos negarnos, claro está. El concierto-concierto es mañana, lo de esta noche era como una masterclass/ensayo general. An intelectual masturbation en toda regla vamos. Tocar poco, improvisar algo, divagar sobre conceptos musicales todo. ¡Jesus Christ! me decía por lo bajinis el novio de la otra griega. Y eso que él es poeta. ¡Yo quería música! Había dos clavicordios, dos cítaras, una bandurria, dos cornetos, un órgano, un violín, una viola y un tenor. Todo del siglo XVII (menos el tenor). Explicaban los distintos tipos de improvisación, lo de moda que estaba en la corte italiana del diecisiete, bla, bla, bla. En plan Pollyana le he buscado la parte positiva a todo esto y me ha hecho mucha ilusión lo de la cítara y la bandurria, pues son las típicas cosas que en cuanto me descuido le plantifico a Ro.

Al terminar hemos abandonado la sala y fuera empezaba otro concierto, éste con arpas. Necesito un arpa en mi vida. Es lo más. Pronto cumplo 28 y noto que me hago mayor. La resaca me ha acompañado todo el día y al poco rato he optado por irme a casa oliendo a alcojólico porque alguien (yo misma) ha derramado media pinta sobre mi chaqueta.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Querida Ro,

El salmorejo me sienta fatal, te lo tengo dicho mil veces. No, no me gusta que tus cojines sean siempre rojos, ni Paul Klee. Las gominolas a puñados sientan mejor al estómago que otras cosas. Me atropelló un taxista, otra vez, y mis rasguños no son nada irrisorios. Las costras no se llevan esta temporada, lo más chis hoy en día son las toallas marrones a modo de visón siberiano. Te la echas sobre los hombros y ale, a mandar.

Me han recomendado una película británica, Fish Tank. Como siempre, la prota fue descubierta por casualidad en el metro discutiendo a grito pelado con el novio. Estoy cansada de esta historia, se repite cual gamba. Se me ha olvidado lo que iba a decir… algo sobre la peli… ¡ah sí!, que a todo esto la chica que me reveló semejante información cinéfila es bastante bella. Tiene novio. Con humor.

Lo de los calcetines me tiene alborotada: no tengo. Sí tengo en realidad, pero pocos, y es un putadón. Cada día se me olvida y por las mañanas ¡zas!, pidiéndolos prestados al que se me ponga más a tiro. Dentro de un mes aproximadamente, ya sabes cuándo, es mi cumpleaños. No me vendría mal un cargamento de calcetos. Las bragas que me mandaste el año pasado, sin remitente pero sólo pudiste haber sido tú, me vienen guay, harto cómodas.

Recibe un cordial saludo,

Lu



Londres, a 25 de septiembre de 2009.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Atentos a la postdata

Querida Ro,

No sé muy bien qué decirte. Tengo mucho que contarte, o quizás nada. Esto se debe a que últimamente no me dedico a mucho, ni veo a mucha gente. Casi todo lo que me pasa o hago ocurre en mi cabeza. Sé que tú me entenderás, a ti también se te da bien cultivar un rico mundito interior. Yo siempre lo hice bastante contenta, pero ahora incluso esto me falla. Londres me cuesta harto, noto que no soy muy feliz. Una mala época, ya se me pasará, pero estoy un poquito asustada porque incluso ni siquiera encuentro demasiada felicidad en mi mundo interior, y eso nunca antes había ocurrido. Mi cabeza era un refugio positivo y necesario. Allí casi siempre era feliz (positivo) y además me encantaba pasar ratos conmigo misma de esa manera (necesario). Ahora ya no. Por supuesto me niego a sentirme así y hago todo lo posible por recuperar la belleza de ese mundo. ¿Te acuerdas de lo guay que era? Solías venir cada martes, disfrazada de cualquier mamarrachada, y para allá dentro que nos íbamos. ¡Alehop! ¡Bienvenidos a la cabeza de Lucía! Alguna vez hasta te dejé que redecoraras ciertas habitaciones, y reconozco que el jardín quedó espectacular cuando decidiste plantar flores con formas imposibles. En cambio nunca dejé que me cambiaras el mar. A mí el Cantábrico me gusta por encima de todos los demás, incluido tu amado Atlántico. En mi mundo siempre hacía sol, a no ser que tuviera ganas de una lluvia a cántaros de esas que te hacen sonreír si llevas chubasquero. Ahora sólo hay viento, y bien sabes lo mucho que me molesta. Me da dolor de cabeza y contribuye poquito a mi bienestar general. Hace frío. No sé de dónde sopla este viento, y da igual las barreras que trate de instalar para frenarlo un poco que él puede con todo. Por aquí dentro todo está patas arriba, aunque me pase la mayor parte del tiempo ordenando y reordenando las cosas. El mar está marrón y no te puedes fiar de él, te arrastra, así que ya no me baño. Lo único que se mantiene alegre es la comida. Recientemente me ha dado por los dumplings tibetanos y oye, estoy encantadísima. Sigue habiendo fiestas, pero no pongo todo mi corazón en ellas. Voy por no quedarme en casa. Y es que aquella casa preciosa ha desaparecido, el efecto erosionador del viento ha podido con todos los cimientos. Podías venirte un día con tu kit de herramientas y ayudarme a levantar un hogar nuevo, aunque sea un bungalow. Hace mucho que no te pasas, y me encantaría verte por aquí. Anímate anda. Podríamos vestirnos de astronautas y jugar con el viento, he pensado que si me hago su amiga a lo mejor se convierte en un viento bueno. El otro día fui a la orilla del mar y traté de hablar con él. Le leí uno de los cuentos misóginos de Patricia Highsmith – son tan divertidos – pero el viento enmudecía mis alaridos, porque tenía que gritar para que me oyese, pero ni con esas. Probé a enseñarle música nueva que estoy conociendo, ¡y te juro que no es pachanga!, pero tampoco pareció prestarle atención alguna. Es un desagradecido, no me cae nada bien. Bueno, me despido. No tardes porfa. Besos.


Londres, a 20 de septiembre de 2009.


PD: visto el clamor popular (una no es de piedra) he decidido retomar las Cartas a Ro. Ro es una chica concreta, pero Ro sois todos. Como Camela, que está en todos. En mí y en ti.

viernes, 18 de septiembre de 2009

¡Pelea!

Será el mal tiempo, o que nos tenemos ya todos muy vistos, pero todo apunta a que en la bookshop pronto se desatará la I Guerra Mundial. Da mucha gracia: británicos contra Europa del Este. Australia y España se mantienen neutrales, aunque esta última en ocasiones abraza los ideales del bando occidental. Para que comprendáis el por qué de la inminente batalla es preciso, sin embargo, que os cuente primero cómo funciona Skoob Books:

Todos nuestros libros son, como poco, de segunda mano. Y tenemos más de un millón, se dice pronto. Los conseguimos a base de donaciones, compras de bibliotecas completas (públicas o privadas) y compras a los vendedores espontáneos de a pie. Si alguien viene con una pila mayor o menor de libros directamente al mostrador, compramos sólo aquello que sabemos se venderá antes o después. Rechazamos la literatura en tapas duras (ocupa demasiado espacio), los libros académicos que no sean últimas ediciones y, por supuesto, los libros carcomidos. Cuando compramos alguna biblioteca solemos aceptar de todo. Si hay mucha paja entonces el precio que ofrecemos disminuye. Este tipo de compras no viene a la Tienda sino que se almacena en el Sótano a la espera de que alguno de nosotros separe de lo vendible de lo tirable.

En realidad casi nunca tiramos nada. Para empezar, junto a la puerta de la Tienda tenemos la sección de Free Books, donde todo cabe. Pero, además, disponemos de una Segunda Tienda, en Oxford. Esta tienda no está abierta al público, es online. Desde allí se venden al mundo entero aquellos títulos que por su elevado precio no compensa mantener en la Tienda, ocupando espacio inútilmente. Hablo de ejemplares que cuestan miles y miles de pounds, u otros que en la Tienda no podrían, por ejemplo, superar los 20 pounds (pues nadie se los llevaría) pero por los que online podemos pedir perfectamente el doble. Parece complicado, no lo es. Seguramente me explico fatal. Yo me entiendo. Rara vez ningún bibliófilo acude a una tienda como la nuestra dispuesto a dejarse la millonada, para eso están las Ferias de Libro Viejo, en las que también participamos de vez en cuando (véase Edimburgo).

En Oxford también almacenamos millares de libros que en algún momento vendrán a las estanterías de la Tienda de Londres, y toda la paja que jamás se moverá de allí pero que el Jefe se niega a tirar, regalar o quemar.

En Londres trabajamos ocho personas full-time y una part-time. De esas ocho hay una, el Lituano, que trabaja exclusivamente en el Sótano ordenándolo, separando la mercancía nueva, fumando sin necesidad de esconderse, escuchando música... Es el único que no trabaja de cara al público, ni goza de ventilación alguna. El Sótano es un lugar maravillosos lleno de polvo, humo y libros que te atacan por todas partes.

La Tienda no está mucho más armonizada, un poquito. Entre todos no damos abasto para mantener el orden tras las peligrosas zarpas de los clientes que lo dejan todo manga por hombro en diez minutos, como en cualquier tienda que se precie.

.........

Mañana os cuento lo de la GUERRA. Ahora me tengo que acicalar para una cena de gala que hay en mi hogar. La Alemana desquiciada por fin se ha doctorado y nos espera a todos un fin de semana repletito de actividades lúdicas y celebratorias... Que alguien nos asista.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Sí, fui testigo de boda

Y no de cualquier boda. Se casaba mi amiga de toda la vida y para Madrid que me fui otra vez. Desde Navidul van cuatro o cinco, esto me huele a retorno hogareño... I'm loving it!

Por supuesto lo primerito que hice nada más llegar fue depilarme MAL el bigote (no es que tenga ¿eh?) y llevarme medio labio por delante: toma herida grande y fea, como si en todo momento hubiera acabado de comer helado de chocolate y pasara de limpiarme los morros. Cuando la costra se cayó (más bien me la arranqué) la situación mejoró harto.

Este disgustazo labial, junto con otros motivos quizás más alarmantes, me han llevado a aceptar los consejos y contactos de una de mi flatmates griegas y voy a empezar psicoterapia. Será divertido.



La Boda fue bella. Sí, llevé taconazo. Sí, aguanté lo que duró la ceremonia en los Jerónimos y en cuanto vi la ocasión me plantifiqué las chanclas. Sí, llevé vestido, uno negro que me prestó una amiga, pues al parecer el que compré en Londres para tan solemne ocasión era demasiado playero. No doy una en cuanto a ser fashion y elegante se refiere.





Sí, mezclamos todo tipo de alcojoles durante el banquete. Sí, hubo mariachis y sí, no se iban nunca.


El buen tiempo madrileño (y otras cosas) me han hecho maldecir más que nunca la climatología de la Gran Patraña al volver. Menos mal que nada más regresar me esperaba el concierto-tributo a Abba. Sí, ¡ABBA! Mi emoción conoció pocas fronteras las dos horas y media que sobre el escenario de Hyde Park desfilaron los diversos invitados encargados de entonar los temazos más y menos conocidos de la banda sueca por excelencia (Roxette, buuuuuuu!!)

El momento estelar sin duda - sí, oh audiencia entusiasmada - fue cuando Benny Anderson (el de ABBA de siempre, el que en sus tiempos mozos se parecía a Santiago Segura en sus tiempos mozos) se sentó al piano y salió Kylie - sí, la Minogue - a cantar When all is said and done. El Peluquero de Mallorca y yo disfrutamos no te cuento.

Mis ganas de permanecer en esta ciudad merman que da miedo, pero de nuevo he optado por perpetuar mi espíritu aguerrido e inventarme - sí, otra vez - un flamante día a día.

Hoy mismo he empezado clases de ruso, y creo que mis compis me han tachado de flipada nada más contestar "para llegar a leer a los clásicos en su lengua original". No es que no anhele ser capaz de comunicarme con la muchedumbre cuando haga (sí, por fin) el Transiberiano, pero mi prioridad absoluta es leer lo que Gorki escribió sin que nadie me lo tenga que traducir. ¡Bien!

Sí, quiero.

martes, 1 de septiembre de 2009

Sin título

No aspiro a escribir Guerra y Paz II. Ni siquiera he leído Guerra y Paz I, ni me lo planteo. ¿Qué prefieres vivir o leerte enterito En Busca del Tiempo Perdido? Creo que mi madre se lo leyó de joven y ahora, a los cincuenta y pico, ha decidido volver a hacerlo. No sé qué tipo de pecados pretende purgar con semejante penitencia. También leyó hace poco La Montaña Mágica, y mira que yo me dedico a regalarle buenos títulos (obviamente no digo que las tres obras maestras que acabo de citar no sean lo más, que nadie se altere) de vez en cuando, pero ella erre que erre con sus bodrios. Un día le pedí que me recomendara algún libro que le hubiera encantado cuando ella tenía mi edad - entonces 23 - y me trajo La Playa, de Pavese. No me gustó nada. Igual que el El Último Verano de Klingsor, de Hesse, que ni siquiera terminé. No sé cómo lo hago pero tengo la impresión de que los libros ambientados en los meses estivales, o los que me leo en verano sin más, no suelen convencerme demasiado. Menuda chorrada me acabo de inventar, jaja. Es sólo que estaba pensando en aquel veranillo endiablado que me puse a tope con la Etxebarría. También no sé qué maldades debí tratar de expiar. Soy digna hija de mi madre.

¿Quién no ha leído alguna vez a la Etxebarría? Me twice: Amor, Curiosidad, Prozac y Dudas y Beatriz y los Cuerpos Celestes. No recuerdo muy bien ninguno de los dos; la forma ni pensarlo, y el contenido malamente. El primero lo leí cuando fue adaptado para la gran pantalla. La hermana mediana estaba interpretada por una actriz que en su momento me encantaba: Rosa Mariscal, la Andrea de Hospital Central. Serie horrorosa donde las haya pero que yo me tragaba rigurosamente cada jueves sólo por verla a ella, su cara. Desde entonces, además, cada vez que trato de escribir alguna historieta seria el personaje femenino principal se llama Andrea.



Mira qué maja

Beatriz y los Cuerpos Celestes me fue recomendado tantas veces y por gente tan variopinta que un día no pude más y lo compré. Me lo sugerían porque va de Les We Can y la mitad sucede en Edimburgo. Me gustó poquito la verdad. O no logré sentir empatía alguna por nada ni nadie. Para empezar, en el primer capítulo la prota se marcha de Edimburgo tras varios años estudiando algo allí y describe la pena tan grande que siente al dejar atrás para siempre Lothian Road, y enumera una serie de comercios en la mencionada calle... ¡MAL! ¡Todo eso no está en Lothian Road sino en Princes Street! Y para alguien que no logra(ba) sacarse Edimburgo de la cabeza: tocaya la has cagao, hablando mal y pronto.

Sin embargo, la mujer sigue escribiendo, y viviendo de escribir, y la gente compra sus novelas, y hasta las recomiendan. ¿Por qué no es Carlos Pujol, por ejemplo, un best-seller, con ese dominio tan imponente que gasta del castellano? ¡Es posible!

Suelo echarme en cara a menudo (soy muy dramática) que leo demasiada literatura extranjera y muy poquita española, pero es que me atrae más. Prejuicios míos, claro. Por eso, si desde aquí alguien me está escuchando, os pido recomendaciones decentes de españoladas actuales que casi seguro desconozco porque tengo el chip en otra parte desde hace harto.

lunes, 24 de agosto de 2009

And then we came to the end

Es el título de un gran libro, by Joshua Ferris. Ya lo he recomendado en otras ocasiones. Y esta es mi última Carta a Ro. Todo lo bueno acaba.


Rocío, amiga,

El buen tiempo parece haber llegado a Londres para quedarse. Es bello. Yo también soy bella. ¿Por qué te empeñaste siempre en compararme con un cuenco? Mi autoestima ha estado bajo cero por los siglos de los siglos por tu culpa. Lo sé, culpar no es ni sano ni justo, pero Es. Mea Culpa.

Te comento que de un tiempo a esta parte me siento mucho mejor conmigo misma. Desde que decidí hacer caso omiso del sabio consejo inglés "one apple a day keeps the doctor away" todo me va de lujo. Sigo tratando de triunfar como periodista necrológica. Escribir obituarios con un puntito de mala leche es lo mío, siempre lo supimos, ¿o me lo vas a negar?

Hoy mismo uno de mis flatmates se ha cargado un ratón a hachazos, y he aquí lo que me ha inspirado:


Ratón, corazón,
Viniste al mundo para morir.
No te dio tiempo a gozar Legoland,
Pero sí a morir.
No es tan guay en realidad, Legoland.
Es preferible morir.
Las colas que suele haber para entrar en Legoland
Son colas que me hacen preferir morir
A pasar un día lluvioso en Legoland.

RIP, y ánimo.

Es mi mejor necrología hasta la fecha. ¿Qué opinas? Rimar con arte y soltura no es tan difícil como la gente se piensa. De hecho ahí está el problema: que la gente no piensa. Sólo comen y toman el sol. Lloro de pensar en cómo será el mundo en el 2020, si la gran mayoría sigue tan absorta en lo que no debe. ¡Menos cheerleaders y más sarampión! Veo un mañana oscuro, es hora de quitarme la banda negra de los ojos. Además, pica.

Con respeto,

Lu

Londres, a 25 de mayo de 2009

lunes, 17 de agosto de 2009

Edimburgo es tan bello

Mi capacidad para estresarme es infinita. Nunca os lo habia dicho? Este teclado no tiene acentos.

1. El Compi (pelirrojo) y yo salimos en la furgo desde Londres el viernes por la manana.

2. Dormimos en un lugar llamado Beverley, a mitad de camino.

3. Llegamos a Edimburgo el sabado por la tarde.

4. El Compi no tiene donde caerse muerto. La cama que nos habian asegurado de pronto esta ocupada por la madre de no se quien. Todos mis amigos/conocidos estan hasta los topes de visitas. Festival!

5. La ciudad rebosa turistas, parece Disneylandia.

6. Aparcamos la furgo en el parking del Castillo y recogemos las llaves de mi amiga, la griega que trabaja en la Filmhouse.

7. Conducimos hasta su casa. Vive en un tercero sin ascensor.

8. Subimos las veinte cajas de joyas encuadernadas. Asi, como suena.

9. Muerte y devastacion.

10. Ducha y al pub de cabeza.

11. Sopla un viento que pa que y la amputacion es preferible a cualquier beer garden. Que lastima haber vuelto a fumar.

12. Vienen dos amigas. Cruzamos el parque y vamos a una fiesta en casa de alguien.

13. Gin & Tonics, profiteroles y un brandy rumano casero que sabe a infierno.

14. Conocemos a gente. Edimburgo siempre fue asi.

15. Taxi al hogar. Son las 3 am.

16. El Compi duerme en el salon de mi amiga, en el suelo.

17. El despertador suena a las ocho. Todo lo que sube baja y nos toca bajarnos a pulso las veinte cajas.

18. Conducimos hasta el hotel que alberga la Feria Anticuaria y montamos nuestro stand.

19. Merecido Full English Breakfast para reponer fuerzas.

20. Empieza la Feria.

21. Me doy una vuelta por las carpas del Edinburgh Book Festival junto a nuestra Feria y encuentro casi regalado lo ultimo de Jeanette Winterson. Garrison Keillor firma ejemplares en la carpa de la London Review of Books. Jenny Diski viene el viernes.

22. Camino a la Filmhouse dispuesta a echarme una siestecita durante una pelicula italiana que esta a punto de empezar. Me arrepiento y voy con mi amiga a la caravana-creperia donde trabaja otra amiga. Crepes sin parar.

23. Vuelvo a la feria tras tres horas de ausencia. Hemos vendido la friolera de 9 libras. El escoces a nuestra derecha lleva ganadas mas de mil.

24. Me paso las siguientes tres horas leyendo The Benefactor, la primera novela de Susan Sontag. Me gusta el contenido, que no la forma.

25. Son las seis, termina la Feria por hoy y llevamos 24 libras. Con humor. El Compi sigue sin tener donde caerse muerto.

26. Nos pegamos un homenaje en el bar (reconvertido en restaurante) donde yo solia trabajar. El reencuentro es bello y hay descuentos importantes.

27. Conducimos hasta el otro lado de la ciudad para que el Compi acampe una noche en el sofa de un irlandes desconocido.

28. Tardamos un buen rato en aparcar la furgo en un lugar gratuito. El Compi y yo comenzamos a odiarnos, con amor.

29. Caminamos desde Glasgow (donde hemos encontrado aparcamiento) al centro de Edimburgo. Nos cuesta pero logramos encontrar el bar donde trabaja una tipa que nos presentaron la noche anterior. Rones dobles gratis.

30. Justo empieza uno de los multiples Free Shows que el festival ofrece y para alla que vamos.

31. El Compi repite sin parar que le habia prometido una cama. Me odia.

32. El show, a cargo de dos neoyorkinas super cachondas, nos congratula a todos, en especial el sketch en el que una de ellas hace de jovencita cursi que se enamora de su desayuno (porridge) y se lo refolla y luego se queda hecha polvo cuando el porridge le "dice" que no busca pareja estable sino solo divertirse. IMPRESIONANTE.

33. El Compi se queja repetidas veces del sofa que le espera y en general de su futuro incierto. Le odio.

34. Mas rones dobles que saben mejor dada su gratuidad.

35. El Compi y yo nos despedimos a las 2 am y cada uno tira hacia su lugar de acogida nocturna. No hay abrazo que valga.

36. El Compi perturba mis suenyos llamandome histerico (y borracho) porque las llaves del irlandes desconocido no funcionan. Habia acertado el piso, pero no la puerta.

37. Duermo bastante bien y me despierto con la alegria de tener el dia libre.

38. Por fin paso una manana de calidad con mi amiga, poniendonos al dia y quejandonos de las mujeres.

39. Salgo a comprar una colchoneta hinchable para que el Compi duerma en el salon de mi amiga el resto de la semana.

40. Mensaje del Compi una hora antes de que termine el segundo dia de la Feria: no hemos vendido nada y quiere suicidarse.

41. Lo vemos claro: MOJITOS.

lunes, 10 de agosto de 2009

Am I sleeping or just ignoring the fact that I'm alive?

Agosto es lo más. Mola un montón.

Hace una semana me tiré cinco días espontáneos en Menorca con Ana e Inés. Beat that!

El viernes me voy a Edimburgo diez días. Mi bookshop forma parte de la Antiquarian Bookfair, que a su vez forma parte del Edinburgh Book Festival, que a su vez forma parte del Edinburgh International Festival, que en sí mismo y con cada una de sus ramificaciones es de lo mejorcito que puedes vivir en esta vida. ¿Exagero? A mí me encanta. El Festival digo. Y exagerar también.

El plan inicial era que el Jefe, Polaca II y yo iríamos juntitos y en unión. Yo trabajaría de sábado a jueves mientras ellos inspeccionaban las bellas Scottish Highlands y luego yo tendría vacaciones de viernes a miércoles. Pero los tortolitos por fin han pillado una casa juntos y entre la mudanza y pitos y flautas no tienen tiempo material para Edimburgo. Conclusión: Lucía y una de las Nuevas Incorporaciones, el Pelirrojo (¿y lo que nos hemos caído en gracia este chico y yo qué?), se suben a Escocia con la frago hasta arriba de libros preciosísimos y valiosísimos. El Pelirrojo no conduce, así que me toca hacerme un London-Edinburgh seguido de un Edinburgh-London. Pararemos a mitad de camino, en Hull - votado los dos últimos años como el peor lugar de la Gran Patraña - donde viven los padres del Pelirrojo. El chico me ha hablado maravillas sobre los bares infernales que visitaremos el viernes-noche y la belleza de las mujeres allí congragadas. Vamos, un cuadro.

En Edimburgo me quedan algunos amiguitos, y entre eso, que vamos sin jefes y que el Festival estará en pleno apogeo... repito: beat that! Además el Jefe nos paga hasta dietas y podemos llevarnos la Visa de la bookshop por si acaso.




Cow de las Highlands


Decía que agosto es lo más, que mola un montón. Hasta mi trabajo me da pereza de lo contenta que estoy. Podría escribir de nuevo cosas tipo:


" Me compré unas zapatillas rojas porque estaban de oferta. Mi madre me compró unas marrones que eran más baratas todavía. Mi abuelo podría morirse muy pronto y yo sólo pienso en cortarme el pelo y teñirlo de blanco, como Annie Lennox."

Pero ya ha pasado un año. Las zapatillas rojas las uso sólo para estar por casa. Les quité los cordones y se los puse a otras converse de palo azules que me compré en Beijing y que sin querer un día lavé con un vestido rojo que destiñe y pasaron a ser rosa-feo. Un día murieron y mi madre me mandó otras converse de palo de pana negras que a día de hoy lucen los dichosos cordones rojos. Las marrones que me regaló hace un año también eran de pana y también murieron tiempo ha. Yo misma me compré hace cosa de un mes unas vans marrones que estaban de oferta. Mi abuelo sigue vivo, ¡toma ya!, y me teñí por fin el pelo de blanco sorayil en marzo o abril de este año. Hace poco el mismo Peluquero (mallorquín) me lo cortó harto y parezco más bollera que nunca. Como siempre, una monería.

Yo que sé.

viernes, 7 de agosto de 2009

Cartas a Ro

Querida Ro,

Después de una semana espectacular vuelvo a Londres tal y como vine: con picor capilar y rezumando un gusto exquisito al vestir. No creo que te haya pasado inadvertido el hecho de que no nos hayamos visto. No quiero conocer tu opinión al respecto, sólo te reiteraré una y mil veces que mucho mejor así.

Fue harto complicado y agotador ver a todos mis amigos y conocidos. Siete millones son muchos millones. Matemáticamente supone 0,0864 segundos para cada uno (bueno, un poquito más teniendo en cuenta que la parte que te hubiera tocado a ti se repartió entre todos). No he dado abasto, my love. Me llegaba la camisa al cuello malamente, así que opté por los tirantes. No de esos con la bandera española que tú solías llevar en las Fiestas de Guardar, sino unos mucho más modernos, de Snoopy.

Lo he visto todo: del Guernika al Bernabéu, Moratalaz, Lavapiés, el Retiro, Casa Campo y Ateneo. En Madrid no hay playa, vaya truño. Me ha faltado solamente el Cristo de Medinaceli, la Torre Eiffel, el Gran Cañón del Colorado y en general todo lo que viene a estar fuera de la provincia de Madrid.

Intenté pedir audiencia con el alcalde. Me enteré de que esta semana - y no otra - iba a otorgar medallitas a los hijos pródigos de esta nuestra villa y, confío estarás conmigo, ¿quién merece tal honor tanto como yo, y más ahora que murió el panadero de Barrio Sésamo? Me quedé de una pieza no sólo cuando se negaron a dejarme entrar en el Ayuntamiento semi desnuda de pies para abajo y de hombros para arriba (en medio llevaba un vestido ideal que asemejaba un abeto navideño con móviles ya inservibles a modo de espumillón) sino cuando el alcalde en persona pasó a mi vera al abandonar el edificio y hurtó uno de mis teléfonos colgantes así, de soslayo. Enseguida reparó en que no funcionaba y puso una conferencia a Hawai para hablar con los delfines asesinos. ¿A que te quedas muerta?

Your’s Faithfully,

Lucía


Barajas, a 21 de mayo de 2009

lunes, 27 de julio de 2009

Cartas a Ro

Querida Ro,

Volver a Madrid siempre me congratula, aunque no me lo espere. La gente aquí me conoce, todos. Te hablo de siete millones de personas.

Te escribo para comunicarte la incuestionable imposibilidad de pagarte una visita. Me encantaría verte, pero sólo de pensar en la nueva barbaridad que te habrás hecho en el pelo me pongo mala. ¡Mala Ro! Te pasas.

Los motivos de estas vacacioncitas en la ciudad que me vio nacer y fumar son top-secret, no lo sabes tú bien. Yo tampoco lo tengo muy claro. En su momento hubo un por qué, aunque ahora ya poco importa. Estoy aquí, en un bar cerca de tu casa. Espero que nuestros caminos no se crucen. Recuerda lo que pasó la última vez que nos vimos: terminamos mujer y mujer. Una boda de la que ambas nos arrepentimos a los pocos meses y cuyos únicos invitados fueron las hormigas que luego pisoteamos a modo de luna de miel alejada de los cánones clásicos.

No estoy para bodorrios Ro, así te lo digo. Prefiero que sigamos escribiéndonos. Me gusta sospechar que algún día me contestarás. No tengo prisa, no te preocupes. Me agrada también sobremanera imaginar qué será de ti en cada instante. Por ejemplo, últimamente te concibo persiguiendo a la Pantoja de aquí para allá. Ya te estoy viendo disfrazada de escarola entre bastidores, en uno de tus típicos intentos chorras de pasar desapercibida.

Como ves he superado nuestra ruptura hace tiempo y con la cabeza bien alta. De hecho he empezado a usar tacones sólo por eso. Alta, majestuosa, toda de rosa chicle. No tengo pérdida. Si te parece adivinarme entre la multitud no te alteres: sí, soy yo, la que sigue aquí. Soy yo, ya te lo advertí. Llevo manguitos por si acaso.

Siempre a tus chanclas,

Lu

Madrid, a 18 de mayo de 2009

domingo, 19 de julio de 2009

Cartas a Ro

Rocío, querida,

Tengo bici nueva. Ayer cené macarrones con tomate. Estoy muy satisfecha de no haberme suicidado al final. Vivir es bello, si bien el gentío no siempre poda sus setos como a mí me gusta. Hay cosas que no termino de comprender ni de aceptar, y no lo paso nada bien teniendo que adaptarme a ciertas costumbres. Soy mujer, y ser, pero no racional, y mi opinión se va pareciendo a la tuya por momentos: los tranchetes del Imaginarium sí son los mismos que los del Pryca.

Tengo en mente una idea revolucionaria que sobre todas las cosas tiene que ver con organizar cruceros familiares en orcas de plástico de esas que usan los chavales en las pistinas. No sé qué haré con todo el dinero que este business sin duda me reportará. No te preocupes que a una caña te invito sin falta. Y si te da por ahí y prefieres caipirinha, tranquilidad, que de tu bolsillo sólo deberá salir la diferencia. Siempre viene bien tener amigas con pasta.

No hace falta que me digas nada. Me doy perfecta cuenta de que no he comentado nada sobre tu intención inaudita de comprarte unos pantalones de pana. Necesito tiempo para hacerme a la idea y formarme una opinión propia.

Un abrazo,

Lu


Londres, a 12 de mayo de 2009

lunes, 13 de julio de 2009

Cara Sénsual


Después de año y pico de Blog, ha llegado la hora de hablar sobre cosas importantes...

La Cara Sénsual (o Sensual Face, o Cara de Modeli) fue inventada allá por los años 80 por mi buena amiga Inés. Actualmente Inés tiene 27 años, se dice pronto, y trabaja para Photoespaña. No dejéis de acudir a las numerosas exposiciones que pueblan Madrid, Lisboa y no se qué otras ciudades.

Desde bien pequeña Inés supo que hay dos tipos de personas en este mundo complicado: las que posan en las fotos y las que no. Ella, como todos habréis adivinado, posa. ¡Y menuda Pose! No debía medir más de un palmo cuando decidió que lo mejor sería imitar a las top models en cuanto alguien te fuera a soltar un flashazo en todo el jepeto. Las malas lenguas afirman que sus padres, desesperados al no poseer una sola instantánea familiar sin que la más cani de los Ruiz del Árbol Crehuet pareciera medio mongola, le suplicaron que dejara de "posar" foto sí, foto también. Personalmente, a mí la Cara Sénsual me apasiona demasiado.


Instrucciones de Uso:

1. Contraer/arrugar la nariz como si estuvieras oliendo la peor caca de tu vida.

2. Esto hecho, sonreir con gracia.

3. Para nota - ladear ligeramente el cuello.

4. Te pasas - susurrar con voz melosa ¿a qué te refieres?




Sensual-faced Bride


Si seguís estas indicaciones (y no todos saben... ¡qué digo todos! poca gente sabe hacerla bien de verdad, si acaso tras harta práctica frente al espejo). En fin, as I was saying, si seguís estas explicaciones vuestra popularidad subirá como la espuma espumosa, de ello doy fe. ¡Ánimo!

miércoles, 8 de julio de 2009

Del 3 al 7 de Julio de 2009



Granjera Busca Esposa


En Madrid. Piscina. Calippos (de fresa, oiga usté). Me he vestido de Novia para la Cabalgata del Orgullo más divertida que estas cannes mías recuerdan. He visto a los amigos. Me han quedado hartos en el tintero. A algunos escogidos hasta les he dado la chapa sin miramientos. Mis padres están cambiando las tuberías/cañerías de su casa y todo está empantanado = comer y cenar fuera... ¡Bien! Mi abuelo me ha enseñado un poema que alguien escribió paras las Bodas de Plata de otros alguienes. A ninguno de los dos nos ha gustado, demasiado ñoño, rimar con adjetivos terminados en ido es de un facilón que aburre. Mi madre se echa la siesta cada tarde con el Tour de fondo. Ayer: contrarreloj por equipos. Mi padre está que trina con cómo ciertos partidos políticos utilizan la idea de Unidad Familiar según les interesa. Una amiga piensa que Izquierda Unida está a punto de desaparecer. Otra teme estar embarazada. El bebé de mes y medio de otra es una monería que se porta fenomenal. Otra me ha entregado en mano la invitación para su Boda el próximo 11S. Otra se ha dejado flequillo. A tres de mis vecinos les ha tocado un piso de Protección Oficial. Otra ha publicado un par de vídeos online que mi bochornosa persona protagonizó vestida de novia. La peor actuación de mi vida (hasta hoy) ha corrido a cargo de dos petardas sin gracia y en Chándal de Táctel que cantaban slogans tipo "soy moderna y mi tanga es fluorescente" o "mi coño es un espía de la CIA". Mi hermano se ha puesto con el MIR a conciencia. Mi vecino baila genial. Dos de las madres de mis amigos - que me conocen desde que tengo cuatro años - no fueron capaces de reconocerme hasta que abrí la boca y aceptaron que la Noruega frente a ellas hablaba clavadita a Lucía. Estoy pasando un calor espantoso. La idea de Volver a Londres no me hace querer tirar cohetes. Me han contado un chiste buenísimo. En el avión de ida me ocurrió una cosa graciosísima que ya he incluido en mi registro de frases que repetiré sin parar. Amenazo con borrarme del Facebook y ahí sigo. Mi cabeza está cansada, y mis cuerdas vocales más. No sabéis lo que estoy pensando. Bueno, no todos.


Lectura Recomendada: Written on the Body (Jeanette Winterson). Las estanterías de mi antiguo cuarto en casa de mis padres almacenan todos los libros de mi vida. Éste me lo regaló una novia que trabajó un tiempo en una biblioteca británica en Madrid. La Winterson siempre ha merecido todos mis respetos. Aunque no me guste/interese de lo que habla, la manera que tiene de contar las cosas es maravillosa, y punto. En Written on the body me gusta, además, el tema: te contaré mi vida amorosa. He tenido novias. He dejado, me han dejado. FIN. Impresionante su modo de plasmar sobre papel lo que a todos nos ha pasado - pasa -pasará.


Hay quien se propone "borraré su número de todas partes para no poder contactarla". Ro (de Cartas a Ro) y yo sólo nos propusimos no beber mojos y, como de costumbre, PRUEBA NO SUPERADA. El Tinto de Verano es too much Tinto de Verano.


Sólo me he comprado un libro esta vez: Diario de una aupair bollo en USA (Asia Lillo). Entré en Berkana y lo vi de soslayo. Había oído lo típico sobre él. Me gusta la idea de que todo empezara como un Blog... Y me lo he ventilado en menos de 3 horitas. ¿Qué quieres que te diga? A mí el estilo directo me engancha.


Hasta pronto, Madrid

jueves, 2 de julio de 2009

¡Caracoles!

Amiga Ro,

No quepo en mí la emoción. ¿Qué opinas? Esta mañana he conocido a alguien en la parada de autobús. Algún amargado porculero me robó la bici anteanoche y ni te imaginas el rencor que carcome mis entrañas al verme de nuevo protagonizando el papel de bella plebeya sirviéndose del transporte público.

Al tema: su nombre es Pinchito. Lo he bautizado yo misma, con Fanta Naranja haciendo las veces de agua consagrada. El pobre caracol casi ahoga entre tanto burbujeo feliz.

Hacía lo menos dos semanas que no me topaba con un molusco gasterópodo. Me gustan los caracoles. Acuérdate de Bernardo, sí mujer, el que murió aplastado por mis botas negras nuevas. Jamás volví a ponérmelas, me venían pequeñas y estrechas. Ciertamente las compré porque el vendedor me aseguró que eran a prueba de caracoles. Qué disgusto tan enorme. Aún me sobrecoge el simple hecho de recordar aquel “crack” fatal. Pobre Bernardo, no me duró ni veinte minutos.

Pinchito, en cambio, lleva más de doce horas metido en su cajita de zapatos. Creo que le gusta Manolo Tena. Tenía puesta Onda Melodía y, chica, ha sido empezar a sonar eso de “…pasión gitana y sangre española…” y no veas cómo se revolvía de contentura. Creo de verdad que pronto empezará a hablar. Y nos pondremos con los cuadernillos Rubio en cuanto me diferencie el alfabeto romano del cirílico. Confío en que no tendrá problemas para entrar en Harvard. Me gustaría poder ofrecerle todo lo que a mí me faltó, en especial los pantalones a cuadros que anunciaba Kate Moss en el inolvidable póster de Top Shop.

Tu amiga,

Lu


Londres, a 11 de mayo de 2009

lunes, 29 de junio de 2009

Woody y Ro


Woody Allen es mucho Woody Allen. En su libro de historietas cortas Getting Even explica cómo tuvo que guardar cama un mes después de que se le cayera una cucharilla en el dedo gordo del pie. Aprovechó tal acontecimiento para ponerse al día con todos los filósofos que siempre había deseado leer y, lejos de aburrirse (como se había temido) encontró todos aquellos pensamientos y morales harto gratificantes, en especial el celebérrimo axioma cartesiano "Pienso, luego existo", que según Mr. Allen bien podría sustituirse por el no menos profundo "Hey, ahí va Edna con su saxofón". ¡No puedo con Woody!

Leerle me inspira, y en estos momentos de ansiedad vital me congratula más que nunca. Pensando-pensando resulta que yo también he sido capaz de recopilar una nada desdeñosa serie de aforismos propios a lo largo de estos 27 años y pico de éxito como ser humano:

- Lo peor de morir en un avión es que mueres con los oídos taponados.

- ¿Por qué comer choped cuando puedes evitarlo?

- ¡Sal a pasear! ¡Desgasta tus suelas! Ana Blanco no cambiará de flequillo hagas lo que hagas.

- Si juntas un ajo, un albatros y un trozo de madera carcomida inevitablemente olvidarás la tabla del siete.


Resulta más que obvio que, salvo el primero, los otros tres aforismos me los acabo de sacar de la manga y no hay por dónde cogerlos. Tengo la casa repleta de italianos y alemanes atiborrándose de peccorino y eso, quieras que no, afecta al más sereno.

Voy a Madrid con la prontitud, a manifestarme orgullosamente cual madrileña y lesbiana. Siempre que voy temo que no querré regresar a Londres, a pesar del amor desaforado que poco a poco voy sintiendo hacia esta ciudad inhabitable. Me muevo poco fuera de los confines de mi barrio, el Este, y así logro sentirme mejor. Estamos gozando de un tiempo maravilloso, y tengo el plan veraniego de pasarme el estío enterito en el Ladies Bathing Pond de Hampstead Heath. Los machos tienen la entrada prohibida, así como los móviles y el alcojol. Reconozco que es un paraíso de mujeres en topless, obviando la típica abueleta en pelota picada que te hace desear un derramamiento espontáneo de ambas retinas. ¡Señoras: un poco de por favor!

A continuación, una nueva Carta a Ro. Me niego CATEGÓRICAMENTE a aceptar los desastrosos resultados que recibió la última. A mí me gustan . ¡Ja! Soy estupenda.


Rocío,

Te confieso que me ha costado horrores empezar esta misiva de hoy: no encontraba ningún lápiz. He tratado de ir a la tienda pero ¿qué papelería abre un lunes a las siete de la tarde? Lo sé, todas. Pero se estaba tan agustito debajo del edredón que la mera idea de sacar un pie fuera me ha hecho replantearme – sí, otra vez – mi deseo recurrente de morir combustionada espontáneamente.

Una cosa no quita la otra, y en cuanto ha sonado el móvil me he levantado disparada de la cama. No he contestado porque soy una mujer de convicciones profundas y lo primero es lo primero. Sí, he acudido directa a la repisa de las obleas. Y después he encontrado un lápiz sin punta en uno de los cajones de la cocina. El móvil ha vuelto a sonar y me he enrollado el edredón en la cabeza a modo de turbante. No te aconsejo que lo pruebes. Es harto incómodo y al final me he dado de bruces contra el suelo. No hay mal que por bien no venga y el destino ha querido que mi cara quedara a la altura misma de un boli rojo que, a juzgar por la capa de polvo edificada sobre él, debía llevar siete años bajo la cómoda. Ya sé que precisamente es ahí donde tú guardas los bolígrafos en tu cuarto, pero en mi caso te aseguro que ha sido pura chiripa. Y yo que juraría que compré hará cosa de medio año una caja y tres cuartos de bolis-bic-naranja-punta-fina… no sé dónde habrán ido a parar. Nota mental: olvidar este enojoso asunto de una vez por todas y empezar tu carta.

Querida Ro,

No me queda papel tras toda esta perorata. Mañana será otro día, cualquiera menos lunes, y tendré derecho a un nuevo folio.

Sinceramente afectada,

Lu




Londres a 10 de mayo de 2009

domingo, 21 de junio de 2009

Cartas a Ro II

Querida Ro,

A menudo me descubro a mí misma rememorando aquellas sabias palabras que me espetaste sin venir a cuento el día que nos conocimos en la facultad, hace ya tantos años: si alguna vez me compro un caballo lo llamaré Manolis.

Desde aquel momento, dos y sólo dos conceptos han guiado mis pasos. No te los voy a decir porque los he olvidado, pero te aseguro que eran importantísimos. La inspiración que tu persona me provoca si acaso podría verse igualada a la que me causa la visión de una tumbona de playa con la tela rajada y, por tanto, inservible. Para mí no eres una amiga cualquiera Ro, de hecho es que eres Ro.

Me costó varios años acostumbrarme a verte patinar con plátanos en los pies. Eres rara, ¿por qué ocultártelo más tiempo? No conozco a nadie más que vaya a los karaokes chinos a probarse tacones.

Por todos estos motivos de amistad eterna y palpable te hago saber que no me gusta nada ver cómo sufres de esta manera que no mereces. Las chicharras en verano dan la lata, eso es así y tienes que aceptarlo, seguir con tu vida. De nada sirve que te engañes: el gazpacho no las hará callar, te pongas como te pongas.

Te ama,

Lu


Londres, a 7 de mayo de 2009

domingo, 14 de junio de 2009

Cómo odiar a alguien en tres actos

1. INT. LIBRERÍA – DÍA

Suena Aimee Mann.

La LIBRERA (27), teñida de platino, botas de cowgirl, bellísima, camina por los distintos pasillos con una pila de libros que va colocando en las secciones pertinentes. Una CHICA (20), hindú, viste chándal, se acerca al mostrador y espera. La LIBRERA deja lo que está haciendo y llega hasta ella.


LIBRERA
Buenas tardes

CHICA
¿Compráis libros?

LIBRERA
Posiblemente. ¿Qué traes?

CHICA
Libros académicos. Economía sobre todo, y algún Shakespeare

LIBRERA
(aceptando el montón)
No pagamos mucho


La LIBRERA chequea con harta gracia los códigos de barra en internet. Muy profesional.


LIBRERA
Como máximo te podría dar dieciséis libras

CHICA
¿Cada uno?

LIBRERA
(incapaz de aguantarse una risilla)
No, por todos

CHICA
Pero es muy poco. Están todos nuevos, y
cada uno me costó al menos veinte libras

LIBRERA
(de carrerilla, es un discurso que se sabe de memoria)
Ya, verás, como mucho venderemos cada
uno a mitad del precio original. Por eso no ofrecemos
más que el ocho o nueve por ciento de eso

CHICA
¡Pero es que es muy poco!

LIBRERA
(sigue recitando)
Ten en cuenta que de lo que vendemos hay que
pagar los sueldos, el alquiler, las facturas…

CHICA
¡Es una miseria!

LIBRERA
Lo siento. Véndelos en otro lado,
o tú misma por internet

CHICA
Bueno, acepto


La LIBRERA entrega a la CHICA el dinero y le pide que firme un recibo.


LIBRERA
Gracias


La CHICA no contesta y se marcha con una cara hasta el suelo. La LIBRERA se sienta a poner precio a los libros. Luego los deja en un carrito repleto de libros esperando a ser colocados por otra librera, FRANCESA (23).


2. INT. LIBRERÍA – DÍA

Suena Michael Nyman.

Han pasado tres horas y la LIBRERA ha comprado millones de libros nuevos a la gente espontánea que viene a venderlos. Ni ella da abasto a poner precios ni la FRANCESA a colocarlos. La CHICA se presenta de nuevo en la librería.


CHICA
Vengo a por mis libros. Me he dado
cuenta de que los necesito

LIBRERA
(cara de “te mato”)
Vale, pero ya están en las estanterías.
Búscalos y luego hablamos

CHICA
¿No vas a ayudarme?

LIBRERA
La verdad es que estoy muy ocupada.
Además no fui yo quién los colocó
y la otra chica ya se ha marchado

CHICA
¿Pero te acuerdas de cuáles eran?

LIBRERA
(flipando)
Economía, y los sonetos de Shakespeare


La CHICA se va a buscarlos y vuelve a los cinco minutos.


CHICA
No encuentro ninguno. ¿Te acuerdas de los títulos?

LIBRERA
(pensando “que me sujeten”)
Pues no. Dos eran blancos y los sonetos, verdes

CHICA
¿Pero no guardas una lista con sus títulos?

LIBRERA
(pensando “¿Hola?” y haciendo un gesto a su alrededor)
No, mira la cantidad de libros que
hemos comprado hoy. Si me pongo a
hacer listas me dan las mil

CHICA
Creo que en mi casa tengo una lista, ahora vuelvo


3. INT. LIBRERÍA – DÍA

Suena Martirio.

Ha pasado media hora. La CHICA vuelve con una servilleta llena de garabatos que muestra triunfante a la LIBRERA.


CHICA
¿Me ayudas ahora?


La LIBRERA se levanta resignada y en menos de dos minutos encuentra todos los libros menos dos.


LIBRERA
(señalando la lista)
No encuentro estos dos

CHICA
Pues qué bien, ¿y ahora qué hago?

LIBRERA
No sé qué decirte, los habrá comprado alguien

CHICA
Es que los necesito


La LIBRERA guarda silencio.


CHICA
¿Me cojo otros dos entonces?


La LIBRERA se descojona.


CHICA
Es que eran mis libros

LIBRERA
Eran



Le faltó patalear a la muchacha. ¿Qué le pasa a la gente? ¿Por qué no piensan?

miércoles, 27 de mayo de 2009

Cartas a Ro

Queridos Lectores,

Recomiendo sin parar Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino. Por si no había quedado lo suficientemente claro.

Mi lectura de El lobo estepario va lenta. Este año voy fatal. Tampoco escribo casi ya, por lo que me estoy obligando a ponerme delante del papel en blanco y ver qué sucede. ¡Basta de anorexia literaria Lu!

Si hay algo que me sale solo y además me encanta es escribir sobre mi amiga Ro, musa absoluta donde las haya. Es por ello que he comenzado un nuevo proyecto literario, Cartas a Ro, que usaré como comodín cada vez que no tenga ni la más remota idea de qué nueva entrada bloguera hacer, es decir, cuando no tenga nada que decir (quite often, mind you).

Que empiece el chou:


Dear Ro,

Lo más grave que podría ocurrirte si te entrara una alergia espontánea al jamón de York es que los párpados se te desprendan y no puedas jugar al mus nunca mais, y eso es así.

Es por ello, queridísima amiga, que en base a la foto que me enviaste el otro día (sin yo pedírtelo, las cosas como son), me aventuro a corroborar tus sospechas: no por mucho madrugar amanece más temprano. De hecho, si te levantas pasadas las dos de la tarde mejor que mejor, pues casi con total seguridad no te perderás tu propio amanecer. Te confirmo también que sólo dos veces en mi vida he oído hablar sobre dos fulanos que al despertarse no sólo no dejaron de estar dormidos sino que, para mayor inri y regocijo del personal, pidieron tostadas. Como ves no vas a ser la única chalada del cementerio, si acaso una más de tantos. Y sí, una ardilla te otorgará la extremaunción. Se llama Clapit, te va a encantar.

Con respecto a lo de trabajar empaquetando salchichas… ¿qué puedo decirte que no sepas tú ya?... ¡adelante mujer! Bien sabes que aún a día de hoy recuerdo con amor galopante aquel fin de semana que pasé probando mermeladas caducadas. Este tipo de currillos esporádicos que nos gusta hacer por odio al arte (y a Aerosmith) se verán sin duda recompensados cuando nos llegue la bendita hora de traspasar las puertas del Más Allá. No me cansaré de repetirte que casi seguro la vida es factible fuera de los confines de tu cocina. Algún día te darás cuenta y nos reiremos de estas ansiedades tuyas – totalmente respetables aunque de escasa envergadura racional – al son de unos buenos ritmos caribeños, mojito en mano y, si hay que bailar la conga en chanclas, pues oye: se baila y punto.

Siempre tuya,

Lu


Londres a 6 de mayo de 2009

domingo, 17 de mayo de 2009

Back in Madrid

Tu amiga te dijo: salgo de cuentas el 14 de mayo. Y directa a Easyjeta que te fuiste (al final fue Ryanair). Del 14 al 21 de mayo, además pillas San Isidro, con las consecuentes fiestas de las Vistillas.

JUEVES: Vistillas y las buenas amistades. Habías olvidado lo que es dar lo máximo de esa manera. Lo que es un buen ron con cocacola. Lo que es no poder parar de reír.

VIERNES: a Toledo para ver al recién nacido. Amago de secuestrarle. ¡Quieres uno igual! ¡Ya! Tu amiga lleva sin dormir cinco días, y aún así rechaza tu oferta maravillosa. Te quedas sin bebé ajeno en Londres. Pasas la noche tiritando. ¿Cómo vas a estar poniéndote enferma, con lo que brilla y calienta el sol de Madrid?

SÁBADO: nunca antes habías usado el Skype tanto tiempo. Casi una hora de conversación Madrid – Strasbourg para no llegar a ninguna conclusión resolutiva. El Eurostar, carísimo. Segunda opción: de Londres a Basilea en avión y de allí autobús a un pueblito llamado San Luis y luego otro a Estrasburgo… bufff. Te hacía ilusión lo del túnel Londres - París. Pero a tu hermano le visitas sí o sí.

Tarde noche en La Latina. Llevas estornudando todo el día, y tu enfermedad va a más. Una amiga lleva dos días cancelando a una amiga suya: "me voy por la pata abajo" le ha dicho. Viene su amiga y termináis en los mismos bares que el jueves. Metéis la pata una tras otra, la pobre amiga con cara de póker. Te llaman otras amigas y acudes a una fiesta de bolleras modernas en Chueca. Te encuentras fatal no, lo siguiente. De La Latina a Chueca hay cuatro paradas. Todavía a día de hoy, cuando el metro se para en Chueca es muy normal escuchar comentarios tipo "venga, bájate aquí si te atreves". Esta vez eran unos puretas de unos 30 años que seguramente salen por Alonso Martínez. No digo más ná.

La fiesta petada. Un humo insoportable. Una DJ que según tus amigas es lo más, pero notas que tu estado febril no es broma. Además, un plasta no hace más que pasar y chillarte "¡Sorayaaaaa! ¡Que Israel tampoco te ha votado!". Este año no has visto Eurovisión.


Soraya: medio Londres y yo tenemos "su" pelo al parecer

Caminas al coche, aparcado en tu antiguo barrio de Conde Duque. Recuerdos. Jamás de los jamases cantas en público, pero sola en el coche te desgañitas que da gusto. Te metes en la cama a sudar.

DOMINGO: tu plan de irte a Valencia hasta el lunes por la noche abortado. Con lo que te apetecía ir a la playa, ver a tu compi, conducir y cantar. La enfermedad de alguna manera te da fuerzas y consigues encontrar un ofertón para ir a ver a tu hermano. En tren. Por el túnel. Cuatro días que te sabrán a poco, pero menos da una piedra.

Uno de tus flatmates te ha insistido hasta la saciedad: tienes que leer El Lobo Estepario (Hermann Hesse). Al sol en el jardín. El Dueño de la bookshop asegura que fue un libro fundamental para que terminara abriendo la librería. Una amiga sueca te regaló Siddharta hace mil navidades, y no es que no te gustara. Volviendo al Lobo, en el prólogo el autor dice no-sé-qué de filosofía. Subes a tu cuarto a por el libro de filosofía de 3º de BUP. Lo hojeas por encima. Estar enferma es divertido... ¡pero no si vas una semana de vacaciones a Madrid! Nadal juega la final del Masters de Madrid, y el puto Barça ganó anoche la Liga. ¡El próximo 27 a muerte con el Manchester!

En Cuatro están poniendo un maratón de Lost, desde el principio. A quien le interese: aún no he visto los dos últimos. ¿Me esperas?

Ha ganado Federer. Es domingo y tu madre prepara sus clases (es profe) escuchando El Larguero.

Estás terminando Si una noche de invierno un viajero (Italo Calvino), y el personaje del escritor irlandés Silas Flannery se pregunta ¿qué es la verdadera Literatura y cómo producirla? Sospecha que la única literatura real es la que refleja el presente y nada más. Y se pone a escribir una suerte de diario. Y no lo has hecho aposta - porque rezumas personalidad propia te miren por donde te miren - pero resulta que esto que hoy haces es literatura real silasflanneriana, y te gusta. A Lucía le gusta esto.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Tren nocturno a Pingyao


Patsy III y yo en Clacton-on-Sea


Hace poco fui en tren a la playa, entendiendo por playa lo que los británicos entienden por playa: agua marronácea y amusements parks repletos de tragaperras y luces cegadoras. A la ida un señor gordo a más no poder roncaba como un bendito, y yo le echaba miradas asesinas que de poco sirvieron. Entonces recordé unas cosuelas que escribí allá por el lejano noviembre en China, en un tren nocturno que cogí con la soledad más total de mi propia persona. Beijing-Pingyao. Trece horas. Chinos y más chinos. La muerte.

Así dice mi cuaderno,





El tren 1163 salió de la estación oeste de Beijing a las 7 de la tarde. Desde hacía mucho tiempo, cada vez que quería mostrar mi disgusto con algo, decía “prefiero la muerte y la devastación”. Nada más entrar en mi vagón del tren nocturno Beijing-Pingyao decidí cambiar esta frase ya añeja por la más actual “prefiero coger un tren de asientos a Pingyao”. Los trenes chinos tienen diversas opciones: de pie, asiento, cama dura, cama menos dura, cama. Conseguir algún tipo de litera había resultado imposible, así que no tuve más remedio que decir que sí a uno de los vagones que sólo proporcionaba asientos. El infierno no debe distar mucho del panorama que encontré. Ya me habían hablado de estos trenes, de cómo la gente se hacina en ellos, ya sea sentados o de pie.

El asiento que me adjudicaba mi billete por supuesto estaba ocupado, y el chino que me había quitado el sitio no parecía muy por la labor de querer entender mis gestos universales de “mira, este asiento tiene el mismo número que MI billete”. Por suerte pasaba un Revisor por allí – no sé cómo, porque avanzar por ese pasillo que daba la impresión de parir personas a un ritmo más que frenético no era fácil. Le mostré el billete y enseguida echó de su asiento a un buen hombre que estaba sentado varias filas más allá de la mi número. En vano traté de hacerle entender que ese lugar no correspondía al de mi ticket, pero tanto el Revisor como mis futuros vecinos de viaje como el señor que se había quedado sin sitio me sonreían muy contentos invitándome a sentarme donde se me indicaba.

Era un grupo de cuatro asientos y a mí me tocó pasillo. A mi lado, ventana, se sentaba un Niño de unos 4 años con la cabeza rapada salvo por una coletilla en lo alto de la frente y otra en la nuca. Frente a mí había un Hombre de unos 30 años y a su lado, enfrente del Niño Rapado, una chica que no debía superar los 25 con un bebé en brazos. En el pasillo, junto a mí y al Hombre, la Madre del Niño Rapado se sentaba en una especie de sillita de pescador. Las dos madres conversaban sin permitir no un solo momento de silencio. A esta verborrea se unía la del Niño Rapado, quien entre bocado y bocado chillaba cosas a su madre sin que ésta le prestara la más mínima atención.

El Hombre parecía tan agobiado como yo. Lo lógico hubiera sido que nos dejaran sentarnos a nosotros dos juntos, o al menos que cada uno tuviera la ventana, en lugar de estar atrapados entre el eje de la madres cotorras y el eje del Niño Rapado y su madre. La pobre mujer además tenía que levantarse cada vez que alguien quería pasar por el pasillo: todo el rato.

El tren no llevaba ni dos minutos en marcha cuando todos los chinos a mi alrededor – yo era la única occidental – empezaron a sacar de sus múltiples bolsas de plástico y cajas de cartón los infames noodles precalentados que hozan haciendo un ruido harto desagradable y salpicando a diestro y siniestro. El olor tampoco ayudaba. El bebé no hacía más que tirar su biberón al suelo, y por nuestras posiciones éramos el hombre de 30 o yo los únicos que podíamos recogerlo. Una sola mirada bastó para que estableciéramos el pacto de no recogerlo más pasada la primera media hora.

Los chinos competían para ver quién ponía la música más alta y más hortera con el móvil. Este detalle de ir por la vida escuchando música por el teléfono ya me había quedado claro por todas partes. Los chinos no parecen poder vivir sin música. Se juntan en los parques y cantan ópera o cualquier otra cosa. Lo mismo ocurre en los restaurantes, en los aviones y, acababa de descubrirlo, en los trenes. Entre todo este caos el señor con el carrito de comida y bebidas se las apañaba con éxito para atravesar el pasillo cada veinte minutos.

Como era de esperar, al poco de arrancar a la madre en la sillita de pescador se le cayó parte del líquido de los noodles al suelo y todos tuvimos que colocar nuestras pertenencias sobre las rodillas. Hasta entonces mi mochila había estado en el suelo a mis pies porque los portaequipajes rebosaban macutillos atados con cuerdas y bolsas de basura envueltas con cinta aislante.

Las dos madres intercambiaban sus posiciones en función de a quién le tocara comer, y cuando al bebé le tocaba estar entorpeciendo el paso en el pasillo su madre no tenía otra opción que colocar la cabecita del retoño sobre mi pierna, de modo que mis vaqueros tardaron poco en estar cubiertos de babas y mocos.

Por algún motivo que no alcancé a comprender, a la hora de haber partido una chica joven que estaba sentada en el grupo de seis asientos al otro lado del pasillo me ofreció cambiarme el sitio. Acepté sin pensármelo dos veces, pues para ese entonces el Niño Rapado ya había engullido un bol de noodles, una bolsa entera de caramelos marrones que parecían chocolate pero que bien podían ser judías y algo parecido a unas rosquillas que probablemente serían de todo menos rosquillas. Que vomitara era, pues, cuestión de instantes.

Mis nuevos compañeros de viaje eran tres chicas y dos chicos de unos veinte años que no hablaban entre sí. Una dormía y el resto me miraban leer y escribir, pero después de dos semanas y media en China me había vuelto inmune a las miradas prolongadas y nada discretas de los chinos, a que me pidieran hacerme fotos con ellos o a que me hicieran una foto en mi cara sin más. Mi nueva ubicación era junto a la ventana, y eso incluía la calefacción de la pared. Fue un buen cambio. Sólo me preocupaba el hecho de que mis nuevos compis aún no hubieran cenado, y antes o después tendría que volver a presenciar la sorbida de los consabidos noodles, precalentados y malolientes.

El trayecto duraba doce horas, y miraba a aquellos que iban de pie con verdadera lástima y admiración.

En algún momento las moscas hicieron su aparición y atacaron los recipientes de noodles sin piedad. Mi comida consistía en zumo de pomelo, dos paquetes de donettes que había comprado en la estación y una croqueta de atún hecha por mí la noche anterior. Al sacarla de la bolsa los chinos, que llevaban siguiendo todos y cada uno de mis movimientos los últimos noventa minutos, me observaron más atentamente si cabe. La croqueta era grande, y la miraban como quien mira a un plutoniano por primera vez. Me la zampé en dos bocados, y mientras la masticaba me pareció la croqueta más maravillosa del mundo. Hasta pensé en ofrecer un trozo a la chica sentada a mi lado que me miraba de hito en hito mientras sorbía una especie de gelatina verde directamente de un contenedor de plástico. No le ofrecí al final porque recordé que los chinos fríen o hierven el jamón serrano, si no les da asco. No quería que nadie hiciera ascos a esa croqueta que era como levitar lejos del tren nocturno a Pingyao.

A las tres horas de viaje, los chinos que incumplían la señal de No Fumar superaban ampliamente en número a los que la cumplían. Para entonces mi mochila, que al cambiar de sitio había vuelto al suelo, y una de mis botas estaban manchadas del vómito amarillo y pestilente cortesía de la chica frente a mí tras comerse un plátano entre cabezada y cabezada. Por lo menos el olor a tabaco terminó comiéndose al del vómito.



Los olores, las cancioncitas, los llantos del bebé, las conversaciones a gritos y los diversos ruidos guturales que los chinos realizan constantemente y sin importarles un rábano si molestarán a alguien o no (bostezos, escupitajos, rascadas de garganta, sorbida de mocos, eructos, ronquidos, pedos, resoplidos varios…) me impedían conciliar ningún sueño. Aún me quedaban nueve horas y ya iba por la mitad de uno de los dos libros que llevaba conmigo: La Ciudad Prohibida (Anchee Min), sobre la vida de Cixi, la última emperatriz de China.


Cixi acababa de dar a luz al primer hijo varón del emperador Hsien Feng cuando el ruido como de un melón golpeando un suelo blando me sacó de mi lectura. El melón resultó ser la cabeza del bebé al otro lado del pasillo, y el suelo blando era el del tren. El bebé rompió a llorar inmediatamente y su madre le recogió del suelo riéndose. Se le había caído el niño estando de pie y a todos les pareció muy divertido. El bebé lloró desconsolado un par de minutos pero se calmó enseguida. Los bebés chinos parecen más sanos y fuertes que los occidentales, y este episodio en el tren no hizo sino reforzar esta creencia. Bebés o niños en carritos son difíciles de ver. Los padres o abuelos suelen llevar a los pequeños en brazos o a hombros en unas posturas que parecen broma por la peligrosidad que entrañan. La ropa de los niños es un típico pantalón con agujeros delante y detrás para que puedan mear y cagar en cualquier momento. En invierno el frío que se les cuela por dichos agujeros hace que sus culitos tengan un color morado poco natural.

Por algún motivo que tampoco acerté a comprender, el señor encargado de cruzar el pasillo, fregona en ristre, sólo lo hizo antes de que el tren arrancara, cuando los asientos aún no estaban del todo decididos y había más gente de pie que sentada. El vómito amarillo y los distintos líquidos estuvieron entre nosotros hasta que me bajé en Pingyao a las 8 de la mañana.

A eso de la medianoche los tres chinos frente a mí estaban dormidos, mientras que la chica y el chico a mi derecha me molestaban sobremanera con los jueguecitos de sus respectivos móviles, volumen al máximo. Nadie más parecía contrariado ante esta falta de paz gratuita.

En algún momento después de la 1 el sueño pudo conmigo y me recosté malamente contra la ventana en una postura fatal para mi espalda. La ventana estaba mal sellada y un aire gélido se colaba por las ranurillas (la calefacción se había apagado a las 10 de la noche). Al poco rato me despertó el melodioso sonido de un ser humano sorbiendo noodles. Abrí los ojos y descubrí al chico de delante enfrascado en la ruidosa tarea de alimentarse. Al otro lado del pasillo la madre del bebé no había parado de comunicarse a gritos con la del niño rapado en las últimas seis horas. Sus hijos dormían y de vez en cuando ellas silbaban a pleno pulmón si notaban que los niños se revolvían en sus regazos. Sorprendentemente semejante bocinazo parecía calmarles.

El señor del carrito de comida seguía pasando cada poco tiempo, seguido de una mujer con una bolsa de basura gigante. A ninguno de los dos le quitaba el sueño que la mayoría del vagón estuviera durmiendo. Atravesaban el pasillo vociferando “¡agua! ¡comida! ¡basura!”. Aún con tanto ruido los ronquidos de varias personas jamás que quebraron. Las mismas caras de siempre permanecían de pie en el pasillo.

El tren hizo incontables paradas. Cada vez que esto ocurría se bajaba el mismo número de personas que se subían, de modo que jamás ganamos espacio. Me preocupaba no entender qué decía la voz del altavoz cuando nos acercábamos a las distintas estaciones, pero en la taquilla donde compré el billete me habían dicho que serían doce horas hasta Pingyao.

No sé cómo entre las 2 y las 7 dormí bastante. Nunca profundamente, pues los diversos sonidos ya explicados me impedían hacer tal cosa. Aún así logré descansar, y cuando la tos cada vez más preocupante de la chica frente a mí por fin me desveló completamente eran pasadas las 7. El tren paró poco después pero no me pareció entender la palabra “Pingyao” por la megafonía.

A las 8 de la mañana mi ansiedad era máxima: habían pasado trece horas y no me quedaban donettes. Como no había querido descubrir cómo eran los baños de aquel tren abarrotado, llevaba sin beber agua más de medio día. Mi boca estaba seca y además necesitaba ir al lavabo de todos modos.

El altavoz volvió a decir algo y esta vez no dudé en preguntar a mi vecina la sorbedora de gelatina verde. Le mostré mi billete que ponía “Pingyao” y por gestos me indicó que era la siguiente parada. Supongo que fueron los dos interraíles a mis espaldas los que me ayudaron a no pasarme de estación. No sé por qué estaba erróneamente convencida de que Pingyao era final de trayecto.



¿Cual de las dos durmió en una cama?


Pingyao es un pueblito muy chino, pero me da pereza seguir la explicación y os remito a las guías de viaje para que indaguéis más sobre ello. Tuve la suerte de conocer a una Italiana que hablaba chino y nos pasamos el día juntas pedaleando entre las callejuelas y comiendo sin parar. Resulta que ella había venido en el mismo tren que yo pero sí había podido encontrar un billete para los compartimentos con camas. Casi me da algo cuando me dijo que de las seis camas de su cuarto dos estuvieron vacías sin interrupción.

Mi billete de vuelta era para esa misma noche – cágate lorito – y la Italiana me escribió en chino en un papel “¿Sabe usted si quedan camas libres? Pago la diferencia y lo que haga falta” para que se lo diera al revisor nada más subir al tren. Huelga decir que el revisor no me hizo ni caso.



Pingyao y nuestras bicis


De nuevo mi asiento estaba ocupado, esta vez por una mujer de unos cincuenta años. Me dije a mí misma que no me dejaría aplastar una segunda vez. Le evidencié mi billete y logré que ella me enseñara el suyo. Estaba sentada en el asiento 106, el mío, y su billete ponía 010. ¿Hola? La mujer empezó a hacerse la sueca pero yo fui inflexible. Terminó cediendo y se marchó. En ese momento se sentó en el 106 una china veinteañera. No dejé que la mala leche se apoderara de mí y con paciencia conseguí que me mostrara su billete. Había acertado el asiento, pero no el vagón. ¡La realidad siempre supera a la ficción y este viaje a Pingyao es el ejemplo perfecto!



Mis compañeros en el viaje de vuelta eran mucho más mayores que los de la noche anterior. Por motivos ocultos la mujer a la que había tenido que echar de mi sitio terminó sentada a mi lado, en lugar de ocupar su lugar treces filas más allá. Junto a ella un señor no molestaba nada y dormía apoyado en la ventana. Frente a él otro señor leía una revista china y se hurgaba la nariz con todo el descaro. A su lado y frente a mí se sentaban dos hombres que me escrutinaron a conciencia desde el primer momento. Uno de ellos no dudó incluso en quitarme el libro de las manos incapaz de mantener a raya su curiosidad. Intenté explicarle
que era en español, pero no debía de pronunciar correctamente las tres sílabas que significan España (Shi-ba-ña o algo similar). Como no tenía nada mejor que hacer, rebusqué en mi mochila – otra vez en el suelo – hasta encontrar mi pequeña guía de traducciones básicas Español – Mandarín. Al comprender que venía de España (como para explicarles que vivo en Londres) sonrieron bastante y me hicieron mil preguntas en chino que obviamente no comprendí. Los cuatro chicos más jóvenes al otro lado del pasillo se unieron a este juego tan divertido y yo me abrumé harto.

Un niño llegaba de vez en cuando hasta nosotros y le entregaba a la mujer sentada a mi lado comida y más comida. Ella pretendía no quererla al principio pero enseguida la aceptaba y me tocaba escuchar casi en mi oreja cómo masticaba con toda la bocaza abierta manzanas, salchichas y huevos duros a palo seco. Entre manjar y manjar eructaba y tiraba la basura al suelo, sin duda solidarizándose con las cáscaras de cacahuetes que el hombre frente a mí dejaba caer por su jersey, su asiento y nuestros zapatos…



Y ya no escribí más, porque me estaba poniendo enferma del agobio. Me dediqué a terminar mi libro y a despegar, sin ningún miramiento ni cariño, la cabeza de la mujer de los huevos duros de mi hombro, algo así como cada dos minutos. Trece horas seguidas. No dormí nada, y fue un poco antes de llegar a Beijing cuando escribí mi Oda de Odio a los Chinos. La publiqué en el blog pero la quité rápido porque me sentía muy mala gente. Tachadme de tiquismiquis: pues vale, ¿y qué?

Señor que me quitó el libro