jueves, 17 de abril de 2008

Bookshops y bicicletas

Eso ha sido Amsterdam para mí. Creo que mi amiga Evi me odia.

Evi es griega. La conocí en Edimburgo a través de la gente de la bookshop y enseguida se convirtió en familia. Ella y sus otras dos compis de piso, también griegas: Katerina, ahora establecida en Madrid (es la secretaria mucho más lista que yo a quien no dejaban usar los vasos nuevos) y Maria, establecida en Hampstead, London, desde hace un año ya.

Sólo han sido tres días en Holanda, pero me los he tomado con la calma de quien no tiene ninguna gana de ser turista y sólo aspira a conocer la ciudad en la que vive su amiga, y cómo vive.

Vive junto al Rijskmuseum y el Van Gogh Museum, en una zona pijirilis muy tranquila. Su edificio tiene cuatro plantas y todas tienen el mismo dueño. Las dos de abajo son las oficinas del dueño y las dos de arriba la casa de Evi y de otras cuatro chicas más, tres estudiantes de interpretación y una que trabaja en un banco (todas holandesas). Evi no tiene ni oficio ni beneficio, pero tiene un cámara estupenda Canon HD con la que hace chapuzillas para ir tirando. La chapuzilla de ahora es filmar un documental de una tipa sobre esquizofrénicos.

Mi plan era visitar cuantas más librerías mejor, y me faltó poquito para arrepentirme. En total debimos visitar unas veinte, casi todas estupendas, y me compré cinco libros:

- Far from the madding crowd (Thomas Hardy)

- Eros y Psique (Apuleyo)

- A heartbreaking work of staggering genius (Davis Eggers)

- La mujer eunuco (Germaine Greer)

- Black Rain (Masuji Ibuse)

Entre librería y librería, pintas y cafés. Y bicicleta. ¿Qué puedo decir sobre Amsterdam y sus bicicletas? Pues que es una gozada moverse por una ciudad sentada en el asientito de atrás de la bici de tu amiga mientras se charla. Sólo nos caímos una vez. Y porque de pronto, al girar una esquina, apareció una estatua gigante de Multatuli y quise saltar al suelo para hacerle una foto y no avisé a Evi.

Ahora estoy en Malta visitando a mi amiga Ro, que trabaja en la nueva peli de Amenábar, con Rachel Weisz y Max Mingella. En cuanto pueda cuelgo alguna foto de las bicis y las bookshops.

viernes, 4 de abril de 2008

Cuenta atrás: cinco días

Hace un par de semanas me llamaron unos amigos para que me pasara por un bar de La Latina donde iban a proyectar un corto suyo. Allí me encontré con algunos amigotes y con una chica que durante un año fue a la misma clase de guión que yo, en una escuela de cine madrileña harto chana. Me había encontrado con esa misma chica hacía menos de una semana en una fiesta para lesbianas chic cerca de la calle Pez. Y antes de eso no la había visto desde hacía al menos tres años, desde que ambas dejamos la escuela. Además, nunca fuimos amigas cercanas. Ella siempre me pareció un poco intensa, y en la fiesta lesbi-cool me contó que durante aquel curso juntas estuvo inmersa en una relación chunga con una brasileña que le había traído por el camino de la amargura. La noche de los cortos, esta chica estaba acompañando a una semi-conocida suya que había participado en alguno de los vídeos.

Sin duda el de mis amigos fue el mejor: Bienes comunes, con Marta Belaustegui y otros conocidillos. Tras las proyecciones, el organizador del evento nos invitó a todos los presentes a unas rondas de cava para festejar el éxito de asistencia y su cumpleaños. Mis amigos fueron marchándose pero yo decidí quedarme con estas dos cuasi-desconocidas de cañas.

Enseguida nos integramos con el resto de asistentes y la espontaneidad de la noche me dejó bastante contenta. En un momento dado, la semi-conocida de mi ex compañera de clase confesó que andaba un poco desesperator buscando trabajo, de lo que fuera. Nadie se equivoca al suponer que tardé escasas milésimas de instante en encasquetarle a Magny y al Segundo Socio (pobre Magny, en realidad me cae bien).

La semi-desconocida aceptó sin dudarlo, a pesar de que me sentí fatal por consentir que una tía maja vaya a vivir esta pesadilla diaria que protagonizo, y le hablé del Segundo Socio, del horario, de la soledad, del Segundo Socio otra vez, del tiempo que no pasa. Pero la chica necesita curro y la comprendo. Yo me he visto obligada por las circunstancias a hacer trabajos como éste decenas de veces, y ahora no sé quién coño me creo que soy para marcharme de esta manera a probar suerte en otro lugar, sin un puto duro y sin un plan. Me voy. A la aventura total. Y lo he hecho tantas veces ya en los últimos dos años, y ha salido casi siempre tan mal, que no sé que me inspira a intentarlo otra vez... ¡Ah, ya recuerdo! porque tengo 26 años y de las equivocaciones también se aprende.

Entregué a Magny el CV de la semi-desconocida (desde ahora conocida como Nueva Pringui) y este martes se pasó (la NP) por la Ofi para entrevistarse con él y con el SS. Magny debió de durar en la Sala de Reuniones exáctica... exáctica... exácticamente los cuatro segundos que tardó en sonarle el móvil. Y el SS fue capaz de retener allí a la Nueva Pringui más de dos horas. Yo me sentía fatal por ella.

Cuando la dejó marchar, la Nueva Pringui vino a mi mesa y resopló. La pobre. Pero necesita el dinero y aceptó el empleo.

Hoy ha venido un par de horas por la mañana porque el SS quiere que se empape de mi sabiduría oficinera. Lo primero que hecho ha sido enseñarle a marcar el móvil de mi chica en el teléfono y poner una conferencia con el Reino Unido, luego hemos abierto el hotmail para mandar un correo a mi amiga Inés, otro a Ro y hemos escrito mensajes en los "muros" (o walls) del facebook de mis contactos. También hemos echado un vistazo al diario Público online. Después hemos disfrutado de un piscolabis a base de pececitos salados y cocacola. Hemos intercambiado impresiones de esta grata forma durante dos horas. Ella parecía encantada con el poco curro que tendrá. A mí ya sólo me queda una semana. Cinco días. Cuarenta y seis horas y media. Paso de calcular los minutos y los segundos porque es una parida.

jueves, 3 de abril de 2008

Cuenta atrás: siete días

Resulta que Magny es el Consejero (cual Patronio) de quien está considerado el gurú de los empresarios españoles, el hombre entre los hombres. Si pones su nombre en google te salen tantas entradas como si de Madonna se tratase. Los diversos Socios que pueblan mi Oficina nunca se cansan de referirme los increíbles aciertos de este ser. Hablamos, por tanto, de uno de los más ricos del cementerio.

Pues bien, este hombre puede ser todo lo poderoso que quiera, pero si a mí nadie me muestra una foto suya, ¿cómo podré reconocerle? Así ha ocurrido en efecto.

Estaba tan tranquila esta mañana mirando vídeos chorras del youtube que me acababa de pasar un amigo (por favor no dejéis de ver el de Torres Gemelas de Delfín hasta el fin) cuando se ha abierto la puerta acristalada de la Ofi y ha entrado un hombre joven, impecable en el vestir (como todos los que se dejan caer por aquí) y más moreno que yo para empezar.

Vengo a ver a Magny - me dice

¿De parte de quién? - pregunto yo

El hombre se ha quedado descompuesto, petrificado, no reaccionaba. Menos mal que el Chófer de Magny ha salido de la cocina como una exhalación tras reconocer el bello timbre de voz del protagonista absoluto del mundo empresarial español (que a mí nadie me ha presentado jamás).

Pase, pase por aquí Don Fulano - decía el Chófer mientras le escortaba hacia la Sala de Reuniones y giraba la cabeza para mirarme de hito en hito como si estuviera loca.

Enseguida he oído al Chófer pululando por la cocina y me he reunido con él.

Ese era Don Fulano Mengano, en cuanto entre por esa puerta hay que llevarle al despacho de Magny sin hacer preguntas - me ha explicado agitado.

¿Y cómo voy a saber yo que ese es Don Fulano Mengano? - he objetado yo.

Al Chófer, que lleva 19 años al servicio de Magny, esta pregunta no le entraba en la cabeza. Se comportaba como si mi actuación para con el empresario de moda le hubiera insultado más a él que a ningún otro, pues él ha sido testigo de cómo me he dirigido a nuestro súper-hombre con la misma poca gana de siempre. Y no me ha dejado llevarle el café solo que había pedido, como si no me lo mereciera. En fin.















En poco menos de un mes estaré instalada en uno de estos dos bellos parajes, pero aún es pronto para saberlo.

martes, 1 de abril de 2008

La cuenta atrás: nueve días

Nueve días en este lugar.

Y mi gran duda es: ¿debería, al marcharme, coger el Segundo Socio por banda y de un tirón soltarle...

... eres insoportable. No exagero. Jamás, en mis veintiséis años de existencia, me he topado con alguien como tú. Y mira que llevo trabajando de cara al público años ya, pero macho, SS, eres un plasta como la copa de un pino. La vergüenza ajena me embarga cuando la gente hace que habla por teléfono cuando te oyen salir de tu despacho dispuesto a dar la chapa al primero que se ponga a tiro, o cuando te cortan en mitad de tu discurso papanatero porque si por ti fuera enlazarías un tema con otro hasta el fin de tus días. Eres un pelmazo brutal. No me habría venido nada mal trabajar un par de meses más para irme de España con algo más de dinero, pero no me lo has puesto nada fácil. Me pones enferma. No tienes límite, y ni siquiera te das cuenta. Estás convencido de que oírte hablar (horas) sobre lo muchísimo que te venera tu hijo es una bendición del cielo. Pues que sepas que me importa un pito a qué universidad terminará entrando tu hija, o lo que cenaste anoche, o si tu ex socio es ahora el máximo responsable de no sé qué. Y nada de esto me importa porque eres incapaz de hacer un comentario interesante de vez en cuando, necesitas machacar a todo el que puedas y para decir cualquier cosa te remontas al día en que tus padres te concibieron. Eres un petardo. No sé cómo tu mujer te aguanta. El resto de los socios de esta oficina no son precisamente mi tipo de gente, pero a cada uno puedo verle algo positivo, son majetes a pesar de todo. Pero tú eres hasta maleducado, el colmo vamos. Te dirijes a los demás exhortando, es muy desagradable. Y quienes más me preocupan son tus hijos, porque cuando, por ejemplo, viene tu hijo a pasar la tarde en la oficina después del cole, no le dejas vivir. En cuanto sale un segundo de tu despacho le llamas a voces, y si no te contesta te levantas disparado a buscarle. Y el pobre me mira con una carita que me parte el alma. Pero al niño le estás educando tú, con tu nunca decir por favor ni gracias, con tus exhortaciones, con tu bervorrea insufrible. El niño será un maleducado, como tú, y espero que alguien le pare los pies a tiempo. Lo que no entiendo es cómo nadie te los ha parado a ti. Decirte: mira, eres un pesado, y encima te falta educación a raudales, no vuelvas a dirigirme la palabra nunca más, por favor. Es un comentario hiriente pero necesario, como decirle a alguien cuanto antes que come con la boca abierta...

Pero no le diré nada de esto. Y no porque trate de iniciar una conversación con él y no me sea posible meter baza (que ocurriría), sino porque no me sale ser así. Es una putada extrapolable a multitud de situaciones en mi vida.