No quepo en mí la emoción. ¿Qué opinas? Esta mañana he conocido a alguien en la parada de autobús. Algún amargado porculero me robó la bici anteanoche y ni te imaginas el rencor que carcome mis entrañas al verme de nuevo protagonizando el papel de bella plebeya sirviéndose del transporte público.
Al tema: su nombre es Pinchito. Lo he bautizado yo misma, con Fanta Naranja haciendo las veces de agua consagrada. El pobre caracol casi ahoga entre tanto burbujeo feliz.
Hacía lo menos dos semanas que no me topaba con un molusco gasterópodo. Me gustan los caracoles. Acuérdate de Bernardo, sí mujer, el que murió aplastado por mis botas negras nuevas. Jamás volví a ponérmelas, me venían pequeñas y estrechas. Ciertamente las compré porque el vendedor me aseguró que eran a prueba de caracoles. Qué disgusto tan enorme. Aún me sobrecoge el simple hecho de recordar aquel “crack” fatal. Pobre Bernardo, no me duró ni veinte minutos.
Pinchito, en cambio, lleva más de doce horas metido en su cajita de zapatos. Creo que le gusta Manolo Tena. Tenía puesta Onda Melodía y, chica, ha sido empezar a sonar eso de “…pasión gitana y sangre española…” y no veas cómo se revolvía de contentura. Creo de verdad que pronto empezará a hablar. Y nos pondremos con los cuadernillos Rubio en cuanto me diferencie el alfabeto romano del cirílico. Confío en que no tendrá problemas para entrar en Harvard. Me gustaría poder ofrecerle todo lo que a mí me faltó, en especial los pantalones a cuadros que anunciaba Kate Moss en el inolvidable póster de Top Shop.
Tu amiga,
Lu
Londres, a 11 de mayo de 2009
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