Segunda semana:
Llevo una semana y dos días dada de alta en la SS, pero aún no he firmado ningún contrato. El caso es que cuando me entrevisté con el Magnate me dio a entender que mi sueldo sería uno que luego el contrato en papel no ha secundado. Me jode porque aún no puedo, por tanto, cobrar los cuatro días que trabajé en enero (y es que la pela es la pela, y como no recargue el móvil pronto los de Movistar amenazan con robarme el número). Me jode también porque le he pedido cuentas al Magnate y siempre dice "sí, sí", pero entonces el Chófer toca el claxon y se piran de comilona a Albacete y otras excusas por el estilo.
Sin embargo, hoy la he cagado: la única tarea que me mandan y se me olvida... Sin contar con la actualización del tarjetero del Magnate, que sólo me pongo a ello en momentos de aburrimiento peligroso. Hoy estuve sola todo el día en la Ofi, y tanto el Magnate como el segundo de abordo me han llamado a destiempo para pedirme que cuando viniera el Chófer le diera dos cosas. Y sólo le di una. Ahora temo que me echen. Por si acaso ya calzo mis Converse de palo día sí y día también, y la gente de las demás oficinas me mira como si estuviera loca. O quizás sólo yo pienso que me miran. O quizás me miran porque voy por los pasillos leyendo el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita (apuntarse a 1º de Filología Hispánica por la UNED tiene sus leños).
Más cositas: ayer llego a la Ofi y me dispongo a prepararme un té (tras quedarme como un témpano esperando media hora en el andén a que llegara el tren). Entra el tercer socio y le ofrezco otro. ¿Y qué me dice? Que sí, que muchas gracias, y que también le vendría muy bien un vasito de agua. Y se sienta en su sitio. Ni que decir tiene que no se lo llevé.
Horas más tarde el segundo socio viene hasta mi mesa (que está en medio de ninguna parte, justo en el blanco de la salida de aire) y me pide una goma. También me quita el portaminas y la regla. Al rato vuelve para devolverme la goma. Y al rato me grita "Lucía, tráeme la goma que la necesito otra vez". Me parto con ellos. De nuevo obvia decir que me hice la sueca y que cuando se dignó a venir en persona a por la goma le reclamé la regla de vuelta.
Poco más. Me gustaría dar las gracias a quienes me han contactado animándome a seguir escribiendo. Y a los que no están muy convencidos de esta nueva aventura mía sólo quiero recordarles que la amargura que malamente esconden mis palabras me libera de bastantes agobios. Luego está además el morbo de ser leído.
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