lunes, 9 de mayo de 2011

Brujulilla & Pacotilla (4a parte)


Dormir con alguien no siempre es fácil: Brujulilla es de esas que leen por la noche, siempre, hasta que no puede más; Pacotilla es de esas que roncan por la noche y les molesta la luz; Brujulilla trataba de paladear su fabulosa lectura de Nooteboom pero Pacotilla exigía oscuridad total cada vez que se hartaba, con razón, de La rebelión de los fumadores (Julio Fuertes).

El miércoles despertaron relativamente temprano y directas condujeron sus ampollitas a Bruselas Nord. ¡Caminar más my ass! Dos billetes para Amberes, gracias. Pacotilla tenía muchas ganas de ir allí, pero Brujulilla temía estar a punto de enamorarse. Y así fue.

El trayecto en tren no llegó a la hora y de la estación caminaron al centro evitando cualquier atisbo de mega-bulevar-comercial, aunque para ello hubiera que visitar la iglesia de San Carlos Borromeo y otra de otro santo con acuarelas del Camino de Santiago. En la Grote Markt hicieron fotos a la estatua verde de Antígona Vs Brabo y decidieron alquilar unas bicis. El mapa les habló de un lugar de comida barata, Taloortes, pero nunca lo encontraron y optaron por volver a hacer de las suyas y engullir Frituur Forever en una nueva plaza sin protección solar. Fue horroroso. La comida también.

El alquiler de bicis estaba sito en pleno paseo marítimo (en realidad era un río) y lo primero que hicieron fue coger un ascensor que les llevó 32 metros bajo tierra y así cruzar el río comosellamase por un túnel subterráneo no demasiado ancho por el que los benditos amberienses circulaban en bici a toda velocidad, en ambos sentidos, y sin inmutarse. Muy divertido.

Una vez al otro lado, recorrieron el "paseo marítimo" de esa orilla y terminaron en una suerte de Benidorm belga: chiringuitos, guiris autóctonos friéndose en bañador y una playa en la que estaba terminantemente prohibido bañarse. La cercanía del Mordor particular de Amberes, ensombreciendo el horizonte como si sería mi corazón, debe ser la explicación más fiable para tal respeto por las señalizaciones porculeras.

Se acomodaron en uno de los chiringuitos y degustaron de nuevo la imcomparable Hoegaarden. De pronto un grupo de chavales muy feos, ellos y ellas, se sentó a su vera. Entonces la camarera les echó la bronca por haber metido las bicis y les pidió que las sacaran del chiringo pero ellas no tenían candados y fue un momento tenso. Acabaron marchándose en secreto para que la camarera no se diera cuenta. Habían pagado la primera ronda y estaban esperando la segunda, con lo cual no era ningún simpa, pero Brujulilla y Pacotilla son ejemplos ejemplares de lo que viene siendo el Eneatipo Psicológico VI: cobardía, carácter paranoide y acusación.

Volvieron a cruzar el túnel tó rápido y Brujulilla, dueña y señora del mapa, encabezó la excursión nº 2. Ciclearon por la zona portuaria (al parecer Amberes tiene el segundo puerto más grande de Europa por detrás de Hamburgo) y siguieron y siguieron y de repente, ¡sí hombre!, llegaron a lo que sólo puede ser calificado como el lugar más molón del universo: el Matadero de Madrid con césped y fuentes y chorros y mangueras para que los niños se mojen y un bar semicircular con hamacas para todos y hasta camas y un montón de niños jugando y chillando y gente de todos los colores y modelos internacionales y Brujulilla y Pacotilla bebiendo cerveza y haciendo fotos de todo aquello sin poder parar de sonreir.

Como todo lo bueno, las bicis debía ser devueltas y eso hicieron (eneatipo VI, no olvidar). Luego comieron un gofre y se sentaron varias horas en un mismo banco. Planeaban lo que harían a continuación pero no se levantaron. Teorizaron sobre cosas muy importantes, bueno ellas siempre. De esto y de lo otro. Por fin anduvieron un poco más al compás del recorrido nº 1 (sur de Amberes) y llegaron hasta el Stadspark. Esa noche era la final de la Copa del Rey y Pacotilla pasaba pero Brujulilla es del Madrid a muerte y les pareció mejor idea volver a Bruselas para ver la derrota azulgrana.

(Un último apunte aquí: fue en este momento cuando Pacotilla, aún conocida como Inés, acuñó con todo su amor y mayor boquiabiertismo el apodo "brujulilla" para quien hasta ahora había sido conocida como Lucía. Y es que en pleno Stadspark, con una alergia brutal (Lucía) que amenzaba cosas feas y unas ampollas (Inés) de órdago, lo único que querían era coger un tren. Entonces Brujulilla, siempre tan astutamente orientada, sentenció que el camino más recto sería atravesar la autopista y los bloques que tenían delante y seguro que la estación estaba detrás. Y no se equivocó. Por cierto que esos bloques eran el barrio judío y Pacotilla nunca antes había visto pulular a los jasídicos con su black & white y sus tirabuzoncitos y quedó prendada de la vestimenta ortodoxa: "ojalá yo pudiera tener un estilismo tan definido").

De nuevo en Brussels corrieron en busca de un bar donde poder gozar del gol de Cristiano Ronaldo y lo encontraron al lado justo del Manneken Pis, de modo que las cervezas eran carérrimas pero estuvieron observando al niño meón más famoso del ¿mundo? 90 minutos, más la prórroga. Pacotilla siempre animó al Barcelona hasta que salió Adebayor y sus hormonas no pudieron resistirlo. Brujulilla continuó siendo una mujer solitaria, a pesar de tratar de camelarse a la camarera con su ingenioso chiste de pedir cada Bel Pils (cerveza) diciendo "Can I have a Bel... please?". Jamás funcionó.


N de la A: como si seria mi corazon es licencia mia, con motivo y todo. Tranquilidad!

1 comentario:

Anónimo dijo...

the skyline as if it was my heart?

segunda condicional

if i were you i dind´t eat so many gofres...

sería? fuera?

En general está bastante bien pero aún falta que suceda algo, algo incomprensible, un fantasma, un accidente, una aparición, un amor, una decepción, una ruptura, yo qué sé... algo que lo haga pasar de diario, algo que justifique el viaje, algo que lo haga ser historia. Un cuento siempre tiene alguna moraleja.