Ahí estaba yo, en el puesto de libros como cada sábado, un poco tristona porque el Cookie Man que se pone a mi lado estaba enfermo y no había podido venir (¿qué es un sábado sin galletitas?). El Cheese Man que está siempre al otro lado de Cookie Man notó mi angustia y me ofrecía probar quesos, pero yo para eso soy tajante: Thanks, but I don't do cheese. Si es que todo lo que sea más fuerte que el quesito me sabe mal. Si en un restaurante alguien pide pasta a la gorgonzola, me siento lo más alejada posible de esa persona. Si en mi nevera hay Camembert, pongo el grito en el cielo y me quejo de la peste que hace cada vez que alguien abre la nevera. Así soy: intransigente quesil.
Encima hacía frío, y mi mono de cookies iba a más. Estaba aburrida. Y de pronto vi a una belleza en turbante que paseaba entre los distintos puestos:
Mi molesta timidez me impidió hacer nada, pero enseguida le endilgué la misión al nuevo compi de la bookshop, un Chileno:
- Oh my gosh! Zadie Smith is over there! Please please please go and say something!
Y así fue como Chileno interrumpió la compra de vegetales recién traídos de una granja en Suffolk que la increíblemente bella autora de Dientes Blancos, Sobre la belleza y The autograph man trataba de realizar. Le di un libro suyo para que lo firmara (porque la pela es la pela) y Chileno volvió enamorado, hablando de los ojazos de la mujer y de lo cariñosa que era. Ay la mitomanía... qué buena cosa. Además Miss Smith le contó que ella y su marido (¿le odiamos?) acaban de mudarse al barrio, y que sin duda visitará la librería. Al oír esto, el Dueño (que en otra vida debió de ser la Lechera en la que se basó el cuento) se puso a imprimir los flyers que anuncian la celebración de Zadie Smith Night: vino, tapitas y una escritora que aún no sabe que será explotada.
Cuando leí White Teeth (Dientes Blancos) el año pasado me quedé pasmada: que una chiquilla de 22 años pudiera escribir semejante novelón, rebosante de buenísimos diálogos, personajes que parecen de carne y hueso, y trasfondo histórico enlazado con un saber hacer impresionante... ¡¿y yo qué?! Los celos no son siempre malos, a veces ayudan a mejorar.
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4 comentarios:
1. Los sábados sin galletitas no son nada.
2. Zadie Smith... y no puedo añadir más (babeos, envidia por verla, rabia)
3. La mitomanía es buena.
4. Podemos odiar a su marido, sí.
5. A mí me da rabia. Leer a autores que en tiernas edades escriben novelones como "Dientes blancos" me da rabia y me hace pensar que estoy perdiendo el tiempo... Pero luego pienso en todos esos que publicaron sus primeros novelones con cuarenta y pico y me consuelo un poco (sé que es un consuelo idiota, pero bueno).
6. Zadie Smith...
7. Lo que he disfrutado con sus tres novelas es indecible.
Tengo que comprarme un libro de esta autora. Me habéis dejado con los dientes blancos... digo, largos...
Le odiamos, sí.
Qué suerte la tuya! Yo también trabajé un tiempo en una librería y por allí no se pasó ni el gato.
Dientes Blancos sigue siendo asignatura pendiente en mi CV librero.
Me apunto tu bookshop en la ruta de mi próxima escapada a Londres.
Y felicidades por el blog!
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