No era la primera vez que nuestras dos protagonistas viajaban juntas. Edimburgo, Alicante, Menorca, Salamanca, Praga, Viena, Budapest, Londres, Túnez... eran tantos los lugares que habían descubierto en común. Ahora le tocaba el turno a Bruselas y alrededores. Brujulilla y Pacotilla.
El reencuentro en el Panos (bocadillería) fue jolgorioso a la par que conveniente y juntas dirigieron sus pasos, protagonizados por pies aún sin ampollas, al metro de la propia estación, pues Pacotilla había sido más lista que el hambre al advertir que el plan inicial de Brujuilla (= caminar hasta el hotel) era cuanto menos demencial.
hotelaco en pleno Manhattan bruselense
En Rogier comienza el Boulevard Albert II, en cuyo número 44 se levanta erguido el dichoso hotelito. El bulevar en sí es lo que viene siendo un Manhattan solitario. Los rascacielos son alucinantes a pesar de que nadie pasee por ellos, si acaso algunos fumadores se concentran en las aceras. Nada más ver el percal Brujulilla pensó, bastante acertadamente, que por la noche esa zona tenía aspecto de dedicarse a la profesión más antigua del mundo: risky sex.
Los rascacielos se sucedían en el silencio más puro, hacía mucho calor (y el que quedaba, señores) y nuestras dos intrépidas aventureras arrastraban sus mochilas con cierta euforia a ratos camuflada de desgana y/o preocupación por la lejanía intrínseca de aquel hotel ya pagado a través de lastminute.com.
Por fin atravesar tantas grandes avenidas inhóspitas dio sus frutos y llegaron hasta la mismísima puerta del hotel. ¡Cuan bello era! Dejaron las maletas y con las mismas se fueron a investigar el centro. Tenían 400 euros entre las dos y unas ganas inmensas de pulirse semejante pastizal en atracones diarios de mejillones: moules et frites, el plato belga por antonomazia.
La recepcionista Les We Can del hotel había confesado que se encontraban a 2km de la Grand Place, caminando unos 20-25 minutos. ¡Mierda pura! se lamentaron Brujulilla y Pacotilla. Atravesaron de vuelta Alberto II y tomaron el Boulevard Émile Jacqmain. Eran las 12 del mediodía, momento ideal para gozar un buen piscolabis en cualquiera de las terracitas al sol repletas de ejecutivos bruselenses...
continuará...
2 comentarios:
tanta cosa de sufrimiento, ampollas, retardos y mochilas, para comerse unos mejillones, y mostrarle las piernas a unos ejecutivos en una terrazita. Nah, demasiado esfuerzo!!
Aparte del texto, lo de los mejillones sí está bien. Me encantan y son tan baratos!! No se en bruselas pero por aquí andan a uno cincuenta el kilo, pa empacharse. Y además los mejillones de la ría saben!! nada que ver con los de fuera.
Joer y le parecía mal que la miraran lo gays en las palmas!!! Y se va a meter en la terraza de los ejecutivos, qué cosas!! Esto no hay quien lo entienda!! alternar o muerte.
¿Le gusta el texto pues? Ojalá hubiera podido enseñar cacho. Jamás creí a la BBC cuando me juraba eso de 24 grados toda la semana y en mi equipaje faltaban muchas cosas veraniegas. Pero me estoy adelantando..
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