domingo, 24 de abril de 2011

Brujulilla & Pacotilla (2a parte)


Bruselas centro puede recorrerse andando aunque es recomendable haber hecho el Camino de Santiago como pre-calentamiento . En su primera toma de contacto, Brujulilla y Pacotilla no siguieron rumbo alguno, que si la Plaza de los Mártires, que si la Grand Place. Espontáneamente se toparon con un local lleno de hippies en el que ofrecían mapas gratuitos de las principales ciudades belgas - Bruselas, Gante, Amberes, Brujas, Lovaina y Mechelen. No eran mapas al uso, estaban trazados por lugareños que recomendaban sitios molones poco turísticos, así como recorridos completos por las distintas barriadas. A Brujulilla siempre se le había dado genial orientarse y enseguida se hizo dueña y señora del turisteo a pie.

Ninguna había dormido demasiado la noche anterior y vagaban lastimosamente y pasando un calor brutal, pues ambas hicieron caso omiso a las predicciones de 25 grados constantes que tanto la BBC como TVE habían asegurado sin parar. Sin chanclas, sin chores y con cazadoras de cuero: Ramoncín a tope. Se malsentaron en el primer restaurante que les metió mejillones por los ojos y la verdad es que grandecitos no fueron. De beber tomaron la salsa, salada a más no poder, pero la pela es la pela.

Para evitar quedarse fritanga sobre el suelo empedrado, optaron por volver al hotel y dormir la mona. Brujulilla primero se dio un merecido baño en el que continuó el libro maravilloso que había comenzado unas horas antes en el Eurostar: The following story, del holandés Cees Nooteboom. Preciosísisisisimo.

Varias horas después sólo un exacerbado sentimiento de culpa unido a una sola imagen cerebral, pizza, contribuyeron a que salieran de la cama dispuestas a quemar Bruselas la Nuit. Pizza, Grand Place, Manneken Pis y derechitas al Delirium Tremens, un pub con 30 cervezas de grifo distintas y repleto de querubines (por primera vez en su vida Brujulilla y Pacotilla empezaron a ser conscientes de que sus patas de gallo y demás arruguillas faciales estaban ahí para quedarse). Las probaron todas, o casi, sin moverse de su spot encaramadas a la barra mientras se hacían fotos recíprocas con cara sénsual y ojos bizcos. No es fácil posar así y beber Floris White al mismo tiempo. Diversos muchachos se le acercaron de tanto en tanto y llegaron a la conclusión de que los belgas son más latinos que nórdicos en el ligar. Suerte.

Aquel lunes fue la única noche loca que se permitieron (ellas aún no lo sabían). La primera vez que atravesaron Alberto II a oscuras - previa parada necesaria en un kebab donde a Pacotilla le faltó escribirle el número de habitación al camarero, de tantas explicaciones como le dio - vivieron el Risky Sex en sus propias carnes y tuvieron miedo y trataron de caminar rapidito pero Brujulilla ponía más interés en comer patatas fritas que en correr, para desesperación de Pacotilla.

Don't fret: llegaron sanas y salvas al Husa President y al día siguiente... ... fue martes.



... continuará.

sábado, 23 de abril de 2011

Brujulilla & Pacotilla


No era la primera vez que nuestras dos protagonistas viajaban juntas. Edimburgo, Alicante, Menorca, Salamanca, Praga, Viena, Budapest, Londres, Túnez... eran tantos los lugares que habían descubierto en común. Ahora le tocaba el turno a Bruselas y alrededores. Brujulilla y Pacotilla.

La una, Pacotilla, en avión desde Barajas, Madrid; la otra, Brujulilla, en tren desde Kings Cross, Londres. Brujulilla llegó un poco antes pero sus dotes como líder expedicionaria aún no habían alcanzado ningún cenit y recorría una y otra vez el perímetro completo de Brussels Midi sin ser capaz de enfilar hacia el centro, hacia el hotel Husa President que según la web estaba a cinco minutos de la Grand Place y donde a la sazón había quedado con Pacotilla. Ésta última aterrizó en Charleroi, que no Bruselas, y le tocó coger un autobús a, ¡oh cielos!, Brussels Midi. Nada más apearse marcó en su celular el número de Brujulilla, quien a su vez había tratado inútilmente de advertirle vía SMS de su posible tardanza debido a que no era capaz de orientarse, mapa en mano. Aún no era consciente de que la red telefónica Belga "Proximus" tenía todas las papeletas para convertirse en su peor enemiga; resolvió que no tenía saldo (a pesar de haber puesto el día anterior) y au. Sí pudo, sin embargo, recibir la llamada de Pacotilla y rápidamente esclarecieron que, mira tú qué oportuno, entre ambas distaban muy pocos metros.

El reencuentro en el Panos (bocadillería) fue jolgorioso a la par que conveniente y juntas dirigieron sus pasos, protagonizados por pies aún sin ampollas, al metro de la propia estación, pues Pacotilla había sido más lista que el hambre al advertir que el plan inicial de Brujuilla (= caminar hasta el hotel) era cuanto menos demencial.


hotelaco en pleno Manhattan bruselense

Algún hijoputa les recomendó que bajaran en la parada Rogier, igual que otro malnacido había mentido sobre lo del hotel a cinco minutos de la Grand Place. ¡Los cojones! ¡Cinco minutos la que te va a dar ésta! Ni siquiera Rogier, al norte total de la zona centrum, el otro extremo en el axis transversal que cruza Bruselas desde la estación Midi (que significa, ya, yo tampoco lo entiendo, Sur), está a cinco minutos del Hotel Husa President. De hecho está a 15 minutos. Pero cuando no sabes dónde está ubicado exácticamente algún lugar las distancias se te hacen soporíferas e incluso te entra miedo y sólo atinas a pensar "oh, oh".

En Rogier comienza el Boulevard Albert II, en cuyo número 44 se levanta erguido el dichoso hotelito. El bulevar en sí es lo que viene siendo un Manhattan solitario. Los rascacielos son alucinantes a pesar de que nadie pasee por ellos, si acaso algunos fumadores se concentran en las aceras. Nada más ver el percal Brujulilla pensó, bastante acertadamente, que por la noche esa zona tenía aspecto de dedicarse a la profesión más antigua del mundo: risky sex.

Los rascacielos se sucedían en el silencio más puro, hacía mucho calor (y el que quedaba, señores) y nuestras dos intrépidas aventureras arrastraban sus mochilas con cierta euforia a ratos camuflada de desgana y/o preocupación por la lejanía intrínseca de aquel hotel ya pagado a través de lastminute.com.

Por fin atravesar tantas grandes avenidas inhóspitas dio sus frutos y llegaron hasta la mismísima puerta del hotel. ¡Cuan bello era! Dejaron las maletas y con las mismas se fueron a investigar el centro. Tenían 400 euros entre las dos y unas ganas inmensas de pulirse semejante pastizal en atracones diarios de mejillones: moules et frites, el plato belga por antonomazia.

La recepcionista Les We Can del hotel había confesado que se encontraban a 2km de la Grand Place, caminando unos 20-25 minutos. ¡Mierda pura! se lamentaron Brujulilla y Pacotilla. Atravesaron de vuelta Alberto II y tomaron el Boulevard Émile Jacqmain. Eran las 12 del mediodía, momento ideal para gozar un buen piscolabis en cualquiera de las terracitas al sol repletas de ejecutivos bruselenses...



continuará...






domingo, 17 de abril de 2011

¿Post equivocado pero profético?

Llevo todo el día en la London Book Fair y lo que más miedo me ha dado es que ya no hay libros, hay libros electrónicos o libros de papel (ebooks o pbooks). No. Me niego. Un libro es un libro. Un ebook es una mierda, digo un ebook. Me está costando tanto todo. Dentro de diez años, o menos, ya estarán todas estas novedades totalmente establecidas y sabremos si vamos a tener que decir adiós a la palabra libro. ¿Va a quedarse obsoleta esta palabra? Para mí no. Igual que no tengo tele ni smartphone ni cámara de fotos y escribo a máquina. No sé si fue el Lector Ileso o Lector Iracundo el que dijo de Javier Marías que jactarse de usar a día de hoy una Olivetti es como ir en burro y sacar pecho. Me hizo muchísima gracia, pero I'm afraid que yo igual.

Digo que me cuesta pero supongo que tarde o temprano esta ola digital me cogerá y no tengo muchas ganas pero yo que sé, reconozco que estamos en una nueva era (bye bye Gutenberg) que está aquí para quedarse y ¿hacer obsoleto lo que hasta ahora había? No lo sé. Yo no quiero. Todos los grandes editores repiten que el libro jamás morirá, como no ha muerto la bici. ¿Es sólo miedo al cambio?

Esto lo escribí el lunes, cuando de verdad fui a la feria, y resulta que estaba equivocada: pbook no se refiere a paper-book sino que es el ebook de Mac, o algo así me han contado. Me da igual, mira tú, yo me lo creí totalmente, lo de que a partir de ahora se hablará de libros electrónicos y libros de papel. Porque soy capaz de imaginarme este realidad, esta soplapollez con sus maquinitas y sus scroll down y sus, sí, clicks.

Me voy a Bruselas. A la vuelta haré crítica, que nunca hago, de mis chicas: Jenny Diski y Lynne Tillman.

sábado, 9 de abril de 2011

Encrucijadas, so what?

Los modernos piensan que soy una intelectualoide; los intelectualoides que soy una moderna. No soy ni lo uno ni lo otro, ni ganas. ¿O sí? ¿De qué? Es como cuando de pequeña decía en el colegio que me gustaba un vecino, y a los vecinos que me gustaba uno de mi clase. Y quien de verdad me gustaba era una de mis entrenadoras de patinaje. Me gustaba mucho. Tanto como Cybill Shepherd, o Lauren Bacall. Intuía que algo no era normal y por eso me callaba muchas cosas. Me automaticé yo solita, y no sólo por saberme lesbiana, ni tampoco me faltaron ayudas familiares. Pero en fin, lo hecho hecho está. Ahora escucho Manel sin parar, me maquillo cuando salgo, siempre tengo las uñas pintadas y acabo de reunir mis textos preferidos en un manuscrito que se están leyendo (¿lo estarán haciendo?) ciertas personas de confianza suma. El único comentario hasta el momento ha sido positivo. Mis días como librera sexy parece que van llegando a su fin. Voy a reinventarme. Padezco una crisis de los 30 brutal, pero durante todos estos años he ido amasando una biblioteca estupenda. Me encanta la palabra estupenda. ¿Madrid? ¿Barcelona? Londres es tan bonito. Me va a costar horrores abandonar todo esto. Y miedo. Ya está. Ya lo he dicho. Me voy de fiesta, a Dalston. ¡Y las que me quedan! Y no pasa res... dicen Manel...