El 23 de abril de 2008 aterricé en Londres para quedarme. El 23 de abril de 2013 aterricé en Barcelona para ¿quedarme? Ja! Que te has creído tú eso. Yo es que soy muy de las f-e-c-h-a-s, y me descubro, una y otra vez, tomando decisiones bastante importantes alrededormente del Día del Libro. O, como se ha llamado este año: Sant Jordi. Anteanoche regalé mi primera rosa. Y anteanoche me regalaron mi primer libro de Sant Jordi (
Roald Dahl's George's Marevellous Medicine).
Anteayer, también, en una librería de segunda mano internacional de Berlín, compré El juego de la lógica, de Lewis Carroll, en edición antuigua muy linda de Alianza Editorial. Lo empecé inmediatamente, mientras disfrutaba de una cervecita en la terraza del Ankerklause que da al canal.
Ayer, al retomar su lectura en el avión, encontré en la última página una pequeña inscripción: Berta, abril 1984.
Y yo, que soy muy de las fechas, pienso que mucha gente importante en mi vida nació en ese año. Mi hermano, sin ir más lejos. En abril de 1984 yo tenía dos años y seis meses, mi hermano tenía tres meses y Berta, oh Berta, leía sobre la lógica carrolliana.
Compré el libro en Pequod, en el barrio de Neukölln. En Barcelona, en el barrio de Gràcia, hay otra librería llamada Pequod. Y justo anoche quedé allí, en la bodega junto a la Pequod barcelonesa, con unos amigos traductores para celebrar Sant Jordi, ponernos al día y, acto seguido, acudir a la fiesta que con motivo del Día del Libro organizó un conocido grupete de editoriales independientes en el café Salambó.
¿Salambó? ¿Berta? ¿Marta? ¿Flaubert?
Anteayer, en la Pequod berlinesa, junto al libro de Lewis Carroll, encontré una edición no muy espectacular (de esas que regalaban antaño los periódicos) de la
Gramática parda de
Juan García Hortelano. Al final decidí no llevármela, pero sí leí de un tirón la introducción firmada por
Jose María Guelbenzu, en la que explica cómo la novela de Hortelano es una suerte de juego y estudio sobre la propia gramática.
La protagonista, Duvet, es una niña parisina que no tiene edad de saber leer ni escribir, que de hecho aborrece la idea de tener que aprender a leer, pero esto no quita para que ella quiera ser Flaubert. Su madre, en cambio, no quiere que su hija sea Flaubert, quiere que se dedique a algo que le vaya a reportar un mayor poder adquisitivo, como la publicidad, por ejemplo.
En palabras de Alfredo Deaño, la lógica Lewis Carroll es un ejercicio sobre lenguaje y metalenguaje llevado hasta el delirio:
<< El nombre de la canción se llama 'Haddock's eyes'>>.
<< Asi que ese es el nombre de la canción, ¿no?>> -preguntó Alicia, que comenzaba a sentirse interesada.
<< No. Veo que no me entiende. Así es como se llama el nombre. El nombre en realidad es 'The Aged Aged Man'.>>
<< Entonces lo que tendría que haber dicho -dijo Alicia corrigiéndose- es que así es como se llama la canción, ¿no?>>
<< ¡No! ¡Es algo totalmente distinto! La canción se llama 'Ways and Means': pero eso es solo lo que se le llama.>>
<< Bien. Entonces, ¿cual es la canción?>> -preguntó Alicia, que a estas alturas se hallaba ya sumida en completa perplejidad.
<< A eso iba -dijo el Caballero Blanco-. En realidad la canción es 'A-sitting On a Gate'.>>
El librero de la Pequod berlinesa me contó que el libro de Lewis Carroll que me llevaba había pertenecido a un chileno que vivía en Berlín desde 1979 y quien, tras una bronca marital, tuvo que escoger entre su mujer o sus libros.
Vaya palo de decisión... Los libros nunca te abandonarán, si acaso tú a ellos. Pero los libros no te abrazan por las noches, ni se levantan a las seis de la mañana para prepararte un zumo de naranja.