El otro día volví a ser modelo de peluquería... ¡si es que me ponen a huevo el echar tantísimo de menos Londres! (aunque vengo de pasar 24 horas exácticas en Sitges, y en Londres no te puedes bañar en bolas en el mar un 10 de octubre, seguido de tinto de verano en terraza y cuerpo con olor a sal... ¡Decisions, decisions!). Decía que echaba de menos la escuela de Vidal Sassoon donde tantas veces me dejé poner en manos de estudiantes temblorosos que terminaban por no atreverse a meter mucha tijera y al final era el propio profesional "sassoon" el que me dejaba ideal con un haircut à la Bob.
Que digo que España está a años luz de otros lugares, y no en la forma solo, sino en el contenido. De entrada, la forma. No puedes, ni debes (pero haz lo que te apetezca) ser peluquera y llevar esas pintas, esas mechas, esas zapatillas. Me paso, un poquito de perdón. Pero el contenido: nos llevamos las manos a la cabeza cuando un cafre dice en plena cumbre que las mujeres están para ser violadas, pero de las 22 alumnas que la otra mañana asistían a la clase magistral de cortes de pelo, no vi a NI UNA exasperarse, sino más bien descojonarse, cuando el profe, macho bigotudo, les espetaba perlas tales como:
- El color negro es femenino, no masculino, por eso es el color favorito de los gays (al decir "el color favorito de los gays" puso voz de pito mientras hacía gestos absurdos con las manos).
- ¿Sabéis lo que es el eco?
- ¿Vivís con un hombre porque os paga?
Yo no daba crédito, pero tenía la cabeza metida en el bidé de pelo ese infernal de las peluquerías porque me lavaban el pelo a la vez que me maquillaban como a una puerta. Fue duro. No sé, me habré britanizado, pero las confianzas que muchas veces se toma aquí la gente me frenetizan. No me dan risa, muy al contrario. El subtexto está ahí, a la vista de todos, aunque vaya dsifrazado de guasa.
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