miércoles, 30 de noviembre de 2011

Golazos de toda la vida

Escribir algo genial no es ni siquiera un challenge: es una obligación. Y yo, que desayuno paté la piara tapa negra cada día de mi vida (ojalá), pues eso que tengo ganado. Fui a Barcelona, volví de Barcelona. Estaba hace un rato tratando de poner cierto orden en la sección de Narrativa – aquí le decimos Fiction – y ha venido una chica y se ha tirado un pedo. Pues muy bien, claro que sí, un pedo de toda la vida. Entonces he dejado de hacer lo que estaba haciendo y me he dirigido al mostrador a la vez que gritaba: ¡no puedo trabajar si la gente se tira pedos a mi vera! La chica ha tardado muy poquito en salir por patas, suerte cari. Los pedos, en la calle. Fui a Barcelona y desayuné bocadillos de fuet cada mañana. Volví de Barcelona. Me han hecho unas tarjetas en plan “Lucía Barahona, editora”, y amenazan con regalarme una blackberry para poder leer los emails en tiempo real. Yo por mi parte me compré un secador, aunque esta mañana, huelga decir, le he usurpado el suyo a la griega que toca el piano. Lucía es una librera sexi de costumbres fijas. Bueno, hay una costumbre que llevo queriendo aniquilar por los siglos, pero ahí está la tía, permanece inmutable. O eso es lo que ella (la costumbre) se piensa, en realidad poquito a poco voy ganándole la batalla y ella (la costumbre) parece que no se está dando mucha cuenta. De soslayo le voy comiendo terreno y me niego a pensar que ella (la costumbre) sí es consciente de todo esto y se está haciendo la loca para de repente un día, cuando menos me lo espere, ¡zas!, meterme un golazo como los que marca el Madrid, de toda la vida. ¿Puedo negarme a esto? ¿Es posible negarse a la evidencia? Yo quiero ser un pony. Pues mira, no puedes; pero eso no quita para que una vez escribiera un cuentito espectacular, MI PASADO COMO JACA. Ahí va:


Yo nunca fui una jaca normal, pues desde muy temprana edad me vi obligada a trabajar como jaca de carreras para sacar a mi familia de la crisis monetaria que sufrimos cuando apenas contaba siete añitos. Pero aquí no comienza mi historia, de hecho comienza el día después de mi nacimiento. Acababan de traerme a casa tras un parto corriente, cuando ocurrió lo inevitable: mis padres no se habían imaginado que yo pudiera nacer jaca, así que mi cuarto no estaba adaptado a esta situación. La cama no era de paja sino que era un pequeño moisés blanco con adornos florales. No habían tenido suficiente con eso sino que encima de la supuesta dormidera había una especie de todo-terreno circular que daba vueltas y sonaba sin parar haciéndome vomitar cada vez que mi sistema auditivo detectaba un “Do”. Por lo demás, mi cuarto era normal. Lo que más me gustaba era el medidor de jacas que había en la pared. Me encantaba medirme y ver mis progresos día a día hasta que una tarde, sin previo aviso, jugábamos mis amigos humanos y yo a medirnos cuando de pronto uno de ellos advirtió que yo era una jaca. Todos se asustaron primero para pasar después a mofarse descaradamente de su amigo peludo. Esta falta de apoyo me lastimó profundamente, pero decidí seguir adelante gracias a la ayuda de mi familia.

domingo, 13 de noviembre de 2011

NINGÚN POEMA DE AMOR


Hacer un canto desesperado a la soledad vía blog no queda elegante. ¿O sí? Ya lo he dicho anyway. O podría poner palabras sueltas en plan qué-rompedora-soy-uy-soy-poeta: orgasmo; drogas; San Bukowski. Me reconcome un qué se yo, no lo sé, de verdad. Si lo supiera no lo diría: actuaría, lo machacaría. Pero como no lo sé, tiro de internet, no sé muy bien para qué. ¡Son etapas!, dicen. ¡Ya lo sé!, digo. ¡Aguanta!, me piden. ¡No os fallaré!, miento.



Querida Ro,


Ya tengo 30 años. 2011 es larguísimo. Me voy a Barcelona pronto. Y a París. Y a Berlín. A Madrid no. ¡¿Es que nadie lee a Gogol?!



El otro día, mientras me hacía la cena, escuché por la radio un programa sobre los grandes mitos del cerebro humano (que si el hemisferio izquierdo, que si el derecho, que si la luna). Me llevé los macarrones con chorizo en un tupper para devorarlos al día siguiente en la bookshop. Estamos en plena revolución de las estanterías, lo hemos cambiado todo de sitio y al Compi y a mí nos tocó cargar a pulso un camión inmenso donde cupieron, hola, cientocincuenta cajas, de libros. Al final del día no éramos personas, sino migajas. Él se echó a llorar y yo me fui al cine, gratis, a ver Tinker Taylor Soldier Spy. Ni fu ni fa. Me gustó mucho un actor pelirrojo que hace de Peter, creo. ¡Qué cara tan maja! Una vez soñé que estaba en las gradas del patio de mi colegio, con mi edad de ahora, y me giraba porque alguien me había empujado sin querer y era una chica pelirroja, en plan flechazo. La chica en cuestión trabaja en una librería junto a la mía. Pero sueño muchas cosas, algunas me revuelven el estómago a pesar de que el contenido sea maravilloso. Leo a Alfred Jarry sin parar, soy súper fan. Esta tarde-noche voy al concierto del Sr. Chinarro, me han invitado. Mi casa sigue siendo un desastre: ahora mismo no podemos usar uno de los baños porque algo pierde agua por algún lado y tenemos goterones en la cocina que nos impiden encender la luz (cortocircuitos) y nos obligan a llevar los cascos de las bicis puestos porsilasmosacas se cayera el techo de la cocina. No sería la primera vez. El albañil viene el martes y ayer el casero nos dijo que nos iba a subir el alquiler. Los compañeros de piso me pidieron que me fuera (a tomar el aire) porque me puse como una energúmea a gritarle. Voy a Barcelona por temas editorialescos, la última A de la nueva cabecera (¡gracias Coco!) de La Chica Automática es el logo de Automática Editorial. Ya tenemos a cinco autores cerrados, la web saldrá antes de navidad y todo va así, lento pero constante. Anoche me negué a ir al bingo.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Penurias y aventurias en la Gran Patraña

Los ingleses, también los escoceses y digo yo que los galeses, no voy a volver a contar lo de la cucharita sucia del te.


En el Reino Unido viven y estudian griegos a puñados. Su acento, en cualquier idioma, es parecidísimo al español y suelen confundirnos a los unos con los otros bastante, si bien es verdad que los españoles somos más famosos y se pregunta más "are you Spanish?" que "are you Greek?". Muy pocos griegos desempeñan trabajos cualquieras de camarero o dependiente, la mayoría está aquí haciendo su primer o segundo o tercer máster, o bien tienen trabajos muy serios, en laboratorios, universidades o corporaciones informáticas.


Los británicos, un porcentaje muy elevado de ellos, se expresan con una claridad, un vocabulario y un control cuasi-demagógico que proviene de haber tenido la BBC desde pequeños. Esto me lo aclaró mi amigo Iván el otro día.


Parece que la verdadera naturaleza de un británico es ser tendero o académico. En ambos casos resulta imprescindible ese don de la palabra que casi todos poseen. Reciclan absolutamente todo, desde tazas y cubiertos a ropa, pasando por libros, cacharros varios, CD's, juguetes o espejos. Hay charity shops a punta pala, y se organiza un car boot sale en cualquier momento y en cualquier sitio. Y todo para acabar ganando 20 libras tras un día entero de compra-venta. Pero es parte de su cultura, pasear por entre mercadillos y volver a casa con un candelabro semi destartalado que, pasado un tiempo, volverá a ser vendido en otro mercadillo o donado a una charity. La segunda mano no es un moda pasajera, si acaso se parece más a una primera fase del Síndrome de Acumulación Compulsiva.


Los británicos son políticamente correctísimos, casi todos y casi siempre. No sé si esto también proviene de haber mamado BBC, pero la flema británica, como suele llamársele, existe. Se consideran dueños y señores del sentido del humor más fino e inteligente de cuantos pueda haber. Personalmente me entusiasma su capacidad infinita para la ironía que parece educada pero pero que en realidad es harto corrosiva. Me gusta menos su creerse a pies juntillas que nadie más, salvo un británico, está capacitado para ser tan inteligente, en el humor en este caso, como ellos. Creen de verdad que son únicos y que dominaron el mundo entero años ha por algo. Resulta una paradoja evidentísima para todos menos para ellos el cómo siendo una cultura tan acostumbrada a tratar con todo tipo de nacionalidades, tan abierta a la inmigración que llega y llega a su isla para aprender su idioma entre otras cosas, ese idioma del que están tan orgullosos que muy pocos se plantean si quiera la curiosidad de aprender uno distinto, tan correctos en general, tan poco exaltados, tan conscientes de las dificultades sociales y políticas y económicas y educativas del mundo entero (hablo de los que leen el Guardian), incluso el más anárquico no se salva de decir en alguna ocasión, con el corazón henchido y boca salivante, cómo su país llegó a gobernar todas las aguas y todos los lares y cómo el inglés se afianzó como el primer idioma del mundo, cómo Londres es la ciudad más importante de Europa y casi del mundo, cómo su cultura es la más rica (ni voy a mencionar las expoliaciones, uy, lo acabo de mencionar) y cómo son tan únicos en general que ni han perdido su moneda ni se han dejado influenciar jamás por ninguna de las muchísimas culturas con las que han entrado en contacto: siempre fuimos y seremos comos somos: excéntricos y creyéndose realmente el ombligo del mundo. A mí me resulta entrañable que se crean de verdad esto, sin plantearse ni por un segundo, ni aún mirando de frente el Royal Pavillion de Brighton, ese edificio horrendo de color salmón que para ellos es "the most wonderful royal pavillion of the world" y clama al cielo lo indiscutiblemente no bonito que es. No distinguen entre la Catedral de Canterbury y algo horroroso: si ambas edificaciones son británicas, ambas son maravillosas, y eso es así. Son muy graciosos en su excentricidad congénita y ciega.



En mi propio mercadillo