Hyde Park y Kensington Gardens a vista de pájaro
Tardé exácticamente 37 horas y media desde que me despedí de mi Amiga en la puerta de su hogar chino hasta que abrí la puerta del mío en Hackney, London.
Cogí mi último taxi pekinés y me planté en la Terminal 3 del aeropuerto de Beijing con tiempo de sobra para ir sin prisas. Lo primero que me encuentro al facturar es un cartelón que informa sobre el cambio de planes de mi vuelo: salimos a las 16 horas. Estupendo, sólo eran las 9.30.
La buena noticia fue que repartieron comida y bebida. Me apalanqué en la puerta de embarque dispuesta a sobrellevar lo mejor posible tantas horas de aburrimiento. Escribí cartas de amor a desconocidas y leí The Good Soldier Sveijk (Jaroslav Hasek). Al rato llegó un grupo de diez Finlandesas Invertidas, a cada cual más rubia y sessi. Cuando a las 15 horas llegó la tripulación de Finnair se revolvieron bien revueltas fichando a las azafatas sin un mínimo de pudor. Yo también fiché a las azafatas, que para mi disgustazo eran morenas. Durante un bostezo hice contacto visual con una de ellas. Siempre viene bien tener camelada a alguna encargada de tu alimentación y seguridad aéreas. Recé para que no fuera la azafata de Business Class.
La megafonía de la Terminal 3 insistía en la repetición inmisericordiosa de ocho canciones, entre ellas el Para Elisa, No Llores Por Mí Argentina versión instrumental y el Claro de Luna. No sé si sabéis que en uno de los seis tramos de escaleras mecánicas que bajan al infierno en el metro de Cuatro Caminos hay un guitarrista que sólo toca el Claro de Luna, una y otra vez. Durante los cinco años consecutivos que dediqué mi exitosa existencia a Pinto, Coloreo y Fumo Porros escuché esa canción de lunes a viernes en mi viaje diario a Ciudad Universitaria. Esto dicho, comprenderéis por qué me pasé las seis horas de espera rememorando viejas glorias universitarias mías, como cuando tuve el honor de ser la primera y única expulsada de mi clase al confundirme el profesor de Historia del Siglo XX con la chica de la fila de atrás, que era quien en realidad armaba escándalo al jugar una partida absurda de carrera de bolis. ¡Yo! ¡Que saqué un 10 en selectividad! Jamás regresé a esa clase, y por supuesto saqué un sobresaliente a final de curso, como una señora. Faltaría más.
Todo salió mal. El retraso. La comida chunga que Finnair ofreció para compensar la jugada (arroz que se olvidaron de cocer y pollo con almendras de sabor dudoso). Y me tocó como compi de vuelo un abuelete finlandés que ya había visto antes hablando con el grupo de Desviadas Tías Buenas. Me había llamado poderosamente la atención su manera de bostezar y resoplar, clavadita a la de los chinos. Casi me da algo al descubrir que pasaría las próximas nueve horas de mi martirio a su lado. Olía a viejo que ya no siente la necesidad de ducharse ni de lavar sus camisas. Además se quitó los zapatos y el olor mejor no os lo cuento.
Parece broma, pero la azafata a la que una hora antes había puesto ojitos y morritos de pronto llegó hasta nosotros e invitó al abuelo putero a ocupar un asiento vacío que había algunas filas más allá.
Fue chupi cuando el piloto explicó los motivos de las seis horas de retraso: nevadas de hasta 40 cm en Helsinki. Es peligroso, añadió. Me quedé mucho más tranquila. Las turbulencias fueron hartas.
Mi emoción conoció pocas fronteras al descubrir que una de las pelis ofrecidas en el Entertainment Pack era Mamma Mia! Estas últimas semanas me he dado cuenta de que amo un poco a Meryl Streep. ¡Mamma Mia como está en la peli de Abba!. Le dan las mejores canciones: Dancing Queen, Sleeping Through My Fingers y The Winner Takes It All. Enorme. Para alguien que a la hora de elegir email utilizó la palabra abba, este musical es de cabecera. Confieso que cuando terminó la volví a poner (sólo los números musicales) seguida de Eduardo Manostijeras por vez número 123456.
Aterrizamos a las 2 de la mañana hora china, 8 de la tarde en Helsinki. La conexión a Heathrow estaba más que perdida y me tocó chuparme una cola de dos horas hasta que los de Finnair me encontraron una habitación para esa noche. Tras comprobar la calidad del hotel (un Holiday Inn maravilloso con un suelo térmico que echaba humo) decidí que sería bastante positivo salir a gozar Helsinki la Nuit.
Bicis nevaditas en Helsinki
Volví de hacer turismo nocturno a las 5.40 de la mañana, hora china (23.40 en Finlandia). Me fui a la cama del tirón dispuesta a levantarme a las 5 de la mañana hora europea. Un lío padre.
Cinco horas después un autobús me llevaba de vuelta al aeropuerto. La cola del Check-In iba a uno por hora. Cuando por fin me llegó el turno le rogué a la facturadora que me diera un food voucher, pues la cena y el desayuno que en teoría estaban incluidos en el hotel fueron ficticios (la cocina estaba ya cerrada cuando llegué por la noche y aún no había abierto por la mañana al marcharme). A la facturadora se le cayó el alma al piso y me dio un vale de 8 euros que, huelga decir, no pude usar dada la velocidad ridícula del Security Control. Tuvieron que decir mi nombre por megafonía y todo. Le pregunté a una de las azafatas de la cola de embarque si el cupón podía ser utilizado en el avión y ¿hace falta que os diga la respuesta? Con las mismas se lo regalé. La verdad es que tuve bastante contacto con el personal femenino de Finnair en ese viaje.
Lo mejor fue que al final tuvimos que esperar en la salita previa a subir al avión media hora. Mi frustración al realize que habría tenido tiempo de gastarme el voucher sólo fue comparable a la que me asaltó cuando Bárbara la italiana me dijo en Pingyao que tres de las camas de su compartimento habían estado vacías las doce horas que por primera vez pasé rodeada de todo menos de sonidos chinos placenteros. Hablaré de mi viaje solitario al remoto pueblito chino de Pingayo en otra ocasión.
¡Oh! ¿Y os podéis creer que me tocó la última fila del avión, la única que no se reclina? ¿Verdad que sí? Gracias a esta ubicación estrella fui la última en recibir su merecido desayuno. Llevaba sin probar bocado desde la segunda comida del malogrado vuelo Beijing-Helsinki, hacía más de 15 horas. Jamás una tortilla blanca con guarnición de tomates calientes me supo mejor. ¡Mmmm!
De Helsinki a Heathrow no hubo pelis, pero sí un documental necesario sobre por qué a los filipinos les gusta tanto el baloncesto. Apasionante se queda corto.
But, cuando llegamos a Londres: oh my goodness. No sé qué problema técnico hubo (una incidencia más o menos poco me importaba ya) y el piloto explicó que debíamos sobrevolar London diez minutos antes de poder aterrizar, sentimos las molestias. ¿Molestias? El sol brillaba, ni una nube, y volábamos muy bajo sobre esta ciudad magnífica. Se veía todo: el Thames, Tower Bridge, London Eye, Buckingham, Waterloo, Hyde Park, ¡hasta Notting Hill! Menudo buen rollo me dio esta entrada espectacular.
Aterrizamos a las 9.10 hora británica, las 11.10 en Helsinki y las 17.10 en Beijing. Mi Amiga ya había ido y venido de la oficina dos veces y a mí aún me quedaba enfrentarme al nada reliable London Tube.
Desde Heathrow fueron 23 paradas en la Picadilly Line hasta Russell Square, pues menos mal que me di cuenta a tiempo de que mis llaves las tenía la realquilada de mi cuarto. Quedé con mi FF (flatmate francés) y fue bello. Casi todos mis flatmates trabajan o estudian junto a mi bookshop, así que al despedirme de FF me fui directa para allá. Estaba el Dueño solito y se alegró un montón de verme. Corrió a comprar croissants recién hechos y tomé mi primer Earl Grey en condiciones, con leche fresca. Al rato llegaron el Lituano y Polaca I, y al final me quedé casi tres horas entre el desayuno, los reencuentros y la elaboración de mi nuevo horario. Resulta que hasta Navidul no sólo hay un mercadillo los sábados sino también los miércoles. ¡Bien!
Caminé con los trastos a cuestas hasta Holborn y cogí el bus 38. No lo creeréis pero dos cosas horribles quedaban aún por suceder. Primero noté un olor inconfundible seguido de un sonido aún más conocido: una chica no china sorbía noodles dos filas delante de mí. Casi la mato. Me alegré al menos de no ser la única con cara de “qué puto asco, tronca”. Lo segundo fue más grave, porque de pronto el autobús paró en Kingsland Road y había mogollón de policía y ambulancias. Todos nos tuvimos que bajar. Un camión se había tragado a una biciclista que por suerte no estaba muerta, pero sí chunga. El buen rollo que me hasta entonces me había dado Londinium se disipó no sabéis cómo de rápido.
Me tocó caminar 20 minutos hasta la siguiente parada en alguna calle que no estuviera cortada por el accidente, con el mochilón y un cansancio acumulado que ya era too much. Decidí que TFL (Transport For London) pagaría el pato por todos estos infortunios míos y me subí al siguiente autobús sin pagar.
Eran las 2 de la tarde - 10 de la noche en China - cuando por fin llegué al hogar, dulce hogar.
Con todo, repetiría este caos antes que volver a coger un tren de asientos a Pingyao
3 comentarios:
Dice usted: "Estuvo genial, y me da bastante por culo que lo mejor que me ha pasado este año hayan tenido que ser unas vacaciones y no la vida real." -- Es usted una mujer muy sabia (además de inquietante por ese poder de leer el mismo pensamiento que me lleva atormentando desde que regrese de vacaciones).
Es usted libre de explicar de su viaje lo que quiera, además, este viaje dantesco de regreso compensa todas las crónicas (¿seguro que es en el infierno de Cuatro Caminos y no en el de Dante dónde se oye al guitarrista y "Claro de luna"? Aunque lo de "No llores por mi..." le va a la zaga en crueldad innecesaria). Mi viaje de vuelta fue tranquilo y aburrido, pero el de ida me vi enfrentado a, por un lado, orda de locas cubanas (léase maricas cubanos dedicados al mundo del espectáculo) vs. turistas italianos macizorros e idiotas. Como imaginarás, un viaje de silencio e introspección no fue precisamente.
Y dos preguntas: ¿por qué siempre esas esperas que no vienen a nada en la puerta del embarque? ¿por qué nunca la muchacha atractiva e interesante se sienta a nuestro lado y siempre hay al lado un viejo con olor a viejo o un tipo que canta en voz alta la música de su mp3?
Leerla siempre es un placer.
P.S. Veo que, como yo, también se prepara las entradas a mano...
Hola,
Te llevo leyendo un tiempo y hasta ahora no te había dicho nada. Prefería no interveneir y leerte como he hecho toda la vida, ya sabes, la lectura y la escritura son actos solitarios.
Pero hoy quería saludarte, decirte que me me encanta tu blog y, aunque te parezca una tontería, apuntarte que tu foto de Helsinki me ha llegado al alma, es preciosa! (esto es solo un comentario, no voy evocar aquí el porqué de mi estremecimiento).
Enhorabuena por tu blog, es un gran relato y a mi me encanta!
Un gran saludo
Nos veremos por aquí.
Jorge, Jorge... en esta vida hay que estar preparados!
BB (Bienvenida B) Jamás nadie antes me había echado piropos como fotógrafa. Eternamente agradecida quedo.
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