Nueve días en este lugar.
Y mi gran duda es: ¿debería, al marcharme, coger el Segundo Socio por banda y de un tirón soltarle...
... eres insoportable. No exagero. Jamás, en mis veintiséis años de existencia, me he topado con alguien como tú. Y mira que llevo trabajando de cara al público años ya, pero macho, SS, eres un plasta como la copa de un pino. La vergüenza ajena me embarga cuando la gente hace que habla por teléfono cuando te oyen salir de tu despacho dispuesto a dar la chapa al primero que se ponga a tiro, o cuando te cortan en mitad de tu discurso papanatero porque si por ti fuera enlazarías un tema con otro hasta el fin de tus días. Eres un pelmazo brutal. No me habría venido nada mal trabajar un par de meses más para irme de España con algo más de dinero, pero no me lo has puesto nada fácil. Me pones enferma. No tienes límite, y ni siquiera te das cuenta. Estás convencido de que oírte hablar (horas) sobre lo muchísimo que te venera tu hijo es una bendición del cielo. Pues que sepas que me importa un pito a qué universidad terminará entrando tu hija, o lo que cenaste anoche, o si tu ex socio es ahora el máximo responsable de no sé qué. Y nada de esto me importa porque eres incapaz de hacer un comentario interesante de vez en cuando, necesitas machacar a todo el que puedas y para decir cualquier cosa te remontas al día en que tus padres te concibieron. Eres un petardo. No sé cómo tu mujer te aguanta. El resto de los socios de esta oficina no son precisamente mi tipo de gente, pero a cada uno puedo verle algo positivo, son majetes a pesar de todo. Pero tú eres hasta maleducado, el colmo vamos. Te dirijes a los demás exhortando, es muy desagradable. Y quienes más me preocupan son tus hijos, porque cuando, por ejemplo, viene tu hijo a pasar la tarde en la oficina después del cole, no le dejas vivir. En cuanto sale un segundo de tu despacho le llamas a voces, y si no te contesta te levantas disparado a buscarle. Y el pobre me mira con una carita que me parte el alma. Pero al niño le estás educando tú, con tu nunca decir por favor ni gracias, con tus exhortaciones, con tu bervorrea insufrible. El niño será un maleducado, como tú, y espero que alguien le pare los pies a tiempo. Lo que no entiendo es cómo nadie te los ha parado a ti. Decirte: mira, eres un pesado, y encima te falta educación a raudales, no vuelvas a dirigirme la palabra nunca más, por favor. Es un comentario hiriente pero necesario, como decirle a alguien cuanto antes que come con la boca abierta...
Pero no le diré nada de esto. Y no porque trate de iniciar una conversación con él y no me sea posible meter baza (que ocurriría), sino porque no me sale ser así. Es una putada extrapolable a multitud de situaciones en mi vida.
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4 comentarios:
No abandones. Cabreado se escribe mejor. Seguro que te vas y lograrás ser feliz pero, ¿quién coño escribe una vez que es feliz? Sin embargo, si te quedas, con un puñado de lecturas y múltiples enfados urdirás todo un plan literario, acuñarás un estilo. Lee a los grandes gruñones. Schopenhauer, de Maistre, Sánchez Ferlosio. Llama de usted a tu jefe. Huye de la obviedad. Escribe. Porque, dime: ¿tú quieres escribir o ser feliz?
Yo quiero ser feliz.
Me alegro por ti. A estas alturas, ya sabes que el mundo produce perplejidad, una impresión de aspereza constante, así que seguirás encontrando razones para la diatriba. Ése es tu género. Tiene un peligro, que es el abuso de la subjetividad. La subjetividad se agota, el aire de la habitación se enrarece y es preciso abrir las ventanas. Mi recomendación de los grandes gruñidores fue una licencia literaria. Lee también a Borges, que te subyugará. A Pla. A Cunqueiro, los sonetos de Lope y Garcilaso. Lo que estimes oportuno. Entre todos, sólo uno escribió feliz: Jorge Guillén. Prodigioso. Y disfruta del disfraz los días que te quedan: comportarse como una verdadera imbécil y saberlo no está al alcance de cualquiera.
Oye, el "longo" este ¿te está insultando o halagando? Entre tanta palabra rimbombante me he perdido...
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