Cada cual que haga lo que le de la gana, por supuesto, pero no puedo evitar sentir un profundo orgullo hacia mí misma cuando pienso en cómo jamás podría gastarme mi sueldo (mayor o menor) en comprarme más y más ropa de esa que tanto lucen los escaparates de cualquier tienda de moda que se precie: Zara, Blanco, Cortinglés, Esphera... Todas contribuyen a forjar la imagen de un tipo de mujer dinámica, empresaria, activa, segura de sí misma, sexy... pero clonada.
El martes, a la hora comer, tuve que refugiarme en un sucio Telepi al haberme sentido incapaz de entrar en cualquiera de los múltiples bares o restaurantes (la oferta gastronómica es apabullantemente variada). Todos estaban hasta la bandera de chicos y chicas de mi edad aproximadamente, ellas con los modelitos de los escaparates que tanta grima me dan y ellos también igualitos tipo Lemmings con sus trajes Masssssssssimo Dutix y sus zapatitos relucientes. Yo no encajo ahí. Al día siguiente tuve que ponerme las Converse de palo que tan buen rollo me dan.
Si ya sabían que yo no soy así, ¿por qué se empeñan en contratarme? ¿Acaso se piensan que sólo soy una pijita rebelde a la que le está costando "volver" al buen camino, pero que acabré cediendo? ¿Cómo tengo que decir que lo único que me gusta es leer, escribir, y lo que a mí me apetezca?
Sí, está bien, de algún modo puedo ser una pija de corazón (aunque en mi cole - el San Patricio, también conocido como Sampapijo - jamás fui una pija, siendo mis propios padres los primeros en no educarme en la ropa de marca absurda y en el mirar por encima del hombro). Pero, me guste o no, lo cierto es que de algún modo he mamado ese mundo; y a día de hoy sigo haciendo comentarios tipo "como se nota que estos berberechos están comprados en el Carrefur y no el Cortinglés".
Si yo tuviera mucho dinero, o si lo termino consiguiendo a base de currillos que me interesan un pedo (o triunfando como escritora publicada), tengo muy claro que no me gastaría ni un sólo céntimo en frivolidades. Jamás podría pertenecer al inmenso grupo (aunque sólo conformen un ínfimo porcentaje de la población mundial) de pardillos que, con o sin dinero, sucumben a los engaños de quienes deciden gastar una fortuna en tratar de engañar a quien no puede permitírselo (o sí) para que compre algo que en realidad no necesita.
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