Algún mal ser me coló el otro día una moneda en desuso. Estoy 92% segura de que ocurrió en la gasolinera repsol entre Santander y Oviedo (donde, además, una bolsa de drakis cuesta 60 céntimos más que en cualquier otra parte).
Conclusión: esta mañana me ha tenido que pagar el desayuno (café con leche y montadito de jamón serrano) la señora desconocida que estaba a mi lado en la barra, al negarse la camarera a aceptar mi moneda estupenda y plateada de 200 escudos.
Lo sé. Mi vida es alucinante. La emoción es tal que en ocasiones cojo el metro. Y leo. Dice Mendoza que, en el famoso supuesto del naufragio y solo un libro para llevarse a la dichosa islita desierta, él preferiría ahogarse. Yo, a día de hoy, sigo sin querer morir y sin duda escogería La Divina Comedia. Su relectura provoca que el nudo de ansiedad que lleva instalado en mi garganta por los siglos desaparezca a ratos.
Otro highlight de hoy: momento tarro de pis en la consulta: a primerísima hora tenía que hacerme unos análisis, así que en ayunas y portando embotellado mi primer pis del día me personé en el centro médico. Lo que pasa es que el tarro era muy malo (gracias, señora farmacéutica) y el liquidito amarillito se iba saliendo: un asco. Lo llevaba en la mano, ¡bolsitas a mí!, y a la recepcionista, al vislumbrar el bello rastro de gotas sospechosas que iba creando yo con mi botecito - cual Pulgarcita Pis - le han entrado arcadas y se ha ido corriendo a una habitación a vomitar o, cuanto menos, a toser como una loca. La pobre.
Hoy caminé desde Plaza Castilla a Lavapiés (lo que vienen a ser mil kilómetros, redondeando). Escribo todo esto en el metro, donde he tratado de colar mi moneda portuguesa sin éxito para comprar el billete. Estoy tan agotada que me está entrando la autocompasión = pasión por la com, yo misma. Lo mejor de todo es que es la 1am, que salí de casa a las 9am, que han pasado 16 horas y que todo este rato he estado cargando una bolsa glamurosa de plástico que reza Alcampo repleta de libros que ni he tocado. ¿Que por qué los cargaba? Pues porque siempre voy MUY cargada, absurdamente.
Ojalá estuviera en la isla desierta, abrazando, en lugar de La Divina Comedia, a alguien.