En una de sus (mis) historias, Ro lleva por toda vestimenta un camisón revenido y una cítara colgada al hombro. Creo que hasta hoy nunca había visto una cítara. No ya sonando en directo, sino el instrumento en sí. ¡Menudo bicho! Mide lo menos como yo, que para ser persona soy pequeñita, pero como instrumento soy enorme.
Mis flatmates y yo llevamos varias semanas dedicándonos a la intelectualidad más cultural, o viceversa. Fuimos al Globe Theatre, el de Shakespeare, el que se quemó en 1613, el que fue reconstruido en 1997, el que es casi circular y no tiene tejado. Ese. Vimos Love Labour's Lost. Por cinco libras tienes derecho a permanecer de pie junto al escenario. Cuando llueve te mojas, como los demás, digo actores. La que hacía de Rosalind... vaya toalla con la que hacía de Rosalind.
Detrás de todos estos episodios culturetaeruditos está una de mis compis griegas. Tengo dos, a una la conozco desde Edimburgo, y la otra es de lo mejorcito que me ha pasado en Londres. Nuestros sentidos de los humores encajan cual puzzle de un molino holandés de 1000 piezas. Las dos además compartimos ciertos aspectos de la personalidad (capacidad obsesiva infinita, desquicie... esta tipología de cosas bellas). Nos reímos harto. Ella es terapeuta musical y cuenta unas historias divertidísimas sobre sus alumnos - de piano - autistas, o las abuelas que se cierran en banda en cuanto ella aparece por la puerta. Otros son realmente preocupantes y ya no hace gracia. Conclusión: es una gran mujer. La de horas que me pasaré en su cuarto intercambiando impresiones repetidas sobre la vida, el arte, el activismo... ¡Que noooooo! Jajaja. Sólo parloteamos de lo primero. En Edimburgo viví un tiempo con una canadiense flipada que un día me dejó estupefacta en la cocina. Desayunaba yo mi típico pan con paté cuando entró ella por la puerta. Venía de la montaña - Arthur's Seat -, de pensar. Me soltó: "¿por qué viajar? ¿por qué el arte? ¿por qué el activismo?". Me quedé loca tú. Mis amigas y yo hasta nos hicimos unas camisetas planchando estas preguntas sobre la tela.
Hoy era el cumple, de la griega (32), y se ha empeñado en que todos fuéramos a una sesión de música barroca improvisada. No podíamos negarnos, claro está. El concierto-concierto es mañana, lo de esta noche era como una masterclass/ensayo general. An intelectual masturbation en toda regla vamos. Tocar poco, improvisar algo, divagar sobre conceptos musicales todo. ¡Jesus Christ! me decía por lo bajinis el novio de la otra griega. Y eso que él es poeta. ¡Yo quería música! Había dos clavicordios, dos cítaras, una bandurria, dos cornetos, un órgano, un violín, una viola y un tenor. Todo del siglo XVII (menos el tenor). Explicaban los distintos tipos de improvisación, lo de moda que estaba en la corte italiana del diecisiete, bla, bla, bla. En plan Pollyana le he buscado la parte positiva a todo esto y me ha hecho mucha ilusión lo de la cítara y la bandurria, pues son las típicas cosas que en cuanto me descuido le plantifico a Ro.
Al terminar hemos abandonado la sala y fuera empezaba otro concierto, éste con arpas. Necesito un arpa en mi vida. Es lo más. Pronto cumplo 28 y noto que me hago mayor. La resaca me ha acompañado todo el día y al poco rato he optado por irme a casa oliendo a alcojólico porque alguien (yo misma) ha derramado media pinta sobre mi chaqueta.
sábado, 3 de octubre de 2009
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