Después de San Patricio, ¿qué si no?
Dicen que un clavo saca a otro clavo, y yo me dije: probémoslo. Como ya me he quejado suficiente, doy por hecho que de sobra son conocidos los clavos que a día de hoy me hacen un poquito de daño.
Ayer fue St. Patrick's Day. De toda la vida fui al colegio San Patricio de Madrid. Atad cabos.
Desde el domingo Londres parece una broma. El sol brilla, que no calienta, y las ganas de dejar atrás el UK para siempre merman considerablemente. Aunque bueno, no para todos. Mi número de contactos/amigos aquí sigue estando en números rojos, y me quedé un poco decepcionada al no salir a celebrar la fiesta irlandesa en condiciones. Por supuesto que me tomé mis pintas, y al ladito del río, pero noté ganas de más. Es lo que tiene ser una "cierrabares", de siempre (obviando el detalle de los plastas de mis padres que hasta que no me fui de casa no me dejaron salir en paz, y yo que les hacía caso como una tonta).
Al levantarme esta mañana y volver a ver el solano me he desesperado: ¡me tocaba volver a currar tras tres días de vacaciones santillana! Pero como ya me he resignado a no ser la nueva Jeanette Winterson o Amélie Nothomb, pues no me ha costado tanto presentarme en la librería, cinco minutos tarde por supuesto. Por algún motivo que ha ido perdiendo consistencia a lo largo de la jornada, he optado por enfrentarme al cuartito de los libros duplicados. Diez horas más tarde aún no había terminado. Mañana será otro día. No digo que ver tantos libros sueltos y desperdigados no te suba la moral: ¡publican cada cosa! ¿Y a mí? Nota mental: escribir algo de una puñetera vez. Y es que las musas me han abandonado... ¡Maldición! ¡Volved ya! Venga vaaaaaaa
Decía que he decidido darle una oportunidad a eso de un clavo saca a otro clavo, y me he ido de compras. Porque yo lo valgo, porque tengo ahorrillos, porque me apetecía. ¿Que qué me he comprado? Pues un abrigo de verano ideal de la muerte en un lugar que no pienso decir porque se supone que no debo dar dinero a esa gente. Y libros... ¡muchos libros!
De entrada la prosa completa de Beckett en dos volúmenes preciosísimos. Necesarios no, lo siguiente. También por fin me ha llegado mi nueva copia de "Then we came to the end" (Joshua Ferries), mi libro favorito del año pasado y que le regalé a mi amiga la que está en China porque sé que ella lo disfrutará como es debido.
Bueno, ya está. Pero un Regular Customer, Ken, me regaló el otro día la autobiografía de Buñuel porque le aconsejé como nadie antes le había aconsejado sobre un tema peliagudo que se traía entre manos. Y luego están los préstamos, que si me gustan acabaré comprando: los tres tomos de "El hombre sin atributos" de Robert Musil y la trilogía autobiográfica de Maxim Gorki (mi obra de cabecera), que ya la tengo en Madrid pero no he podido resistirme a colocar una réplica encima de mi chimenea.
La mochila de la bici pesaba harto y me he visto en la obligación de cambiar mis planes para esta noche de modo imprevisto. En lugar de ir a la ópera con mis flatmates griegas he optado por volver a celebrar San Patricio en mi pub, porque ya tengo un pub. ¡Viva! Después he vuelto a casa con la convicción profunda de hacer una tortilla de patatas y no gorronear como siempre a los compis. Huelga decir que uno de ellos, el Nuevo, nada más entrar por la puerta me ha dicho: "Lucía de cenar hay sopa de calabaza, cuidado que pica".
Mis ganas de volver a Madrid aumentan cada día... No sé. Es un buen lugar.
PD: dedico la entrada de hoy a mi amigo Sheshar, él sabe por qué.
jueves, 19 de marzo de 2009
jueves, 12 de marzo de 2009
EDINBURGH y el Holocausto
EDINBURGH
Edinburgh Castle
Bruntsfield
Marchmont
Princes St Gardens
Inverleith Park
Struan y yo en la Royal Mile
Arthur's Seat y las chimeneas
¿Qué más puedo decir?
Es por ello que hablaré de otros asuntos, como por ejemplo de la reunión judía a la que asistí el otro día.
Una de mis flatmates griegas estudia un máster en Visual Anthropology (o cómo filmar documentales costumbristas) y rara es la tarde que no acude a alguna reunión/concierto/cena/fiesta/proyección interesantísima. Es una monería, y yo me acoplo que da gusto.
La del otro día estaba organizada por Jewdas, una asociación judía de izquierdas que se opone radicalmente al gobierno de Israel con todas sus consecuencias. Las chapitas de Free Palestine abundaban en las solapas.
Cuando yo era joven e inexperta me encantaba una serie americana malísima: The Nanny, con esa Fran Drescher y su voz nasal a muerte a la cabeza. La niñera en cuestión era judía y siempre hacían chistes sobre lo muchísimo que comen los judíos. Pues sí. Doy fe. La cola para el buffet era cuatro veces mayor que la del bar, y la gente masticaba y tragaba como nunca nadie antes masticó y tragó en mi magnífica presencia.
El evento consistía en 18 charlas de las cuales sólo podías elegir 3. ¿Y eso por qué? Pues porque en total había seis mesas y tres sesiones. Nosotras acertamos de pleno con nuestras tres sesiones, a pesar de la paja mental que se hizo el chaval de la segunda sesión.
La primera se titulaba The Hidden Story of the Yiddish Speakers: sobre cómo la versión histórica autorizada considera que la vida judía en Europa no ha sido más que mil años de opresión y miseria. El tipo que daba la charla, Paul Kriwaczek, ha escrito un libro necesario para explicar cómo desde la época medieval los judíos han desempeñado un papel clave en la historia europea, aportando al continente en desarollo diplomáticos, consejeros, físicos, ingenieros, músicos, profesores, escritores, poetas y filósofos. Sin ellos Europa no sería lo que ahora es. Supongo que sus datos son verídicos, y que razón no le faltará, aunque el punto de vista puede que sea un poco reducido. O quizás no. ¿Mojarme? ¿Yo?
La segunda charla la dio un chavalín encantado de haberse conocido. Con pelete alborotado, camiseta llena de lamparones, brazos tatuados y anarquista autoproclamado. Radical Histories/Alternative Futures: anarchism, zionism and the Kibbutz. De nuevo saco a colación el tema de The Nanny, y es que gracias a aquella serie de chistes malos me enteré de lo que era un kibbutz. ¡Gracias Fran!
El chico era un coco puro, pero tan mal o peor comunicador oral que yo. Se perdía él solito en un mar de nombres de anarquistas desconocidos y fechas y conexiones entre anarquistas y fechas y al final lo único que sacamos en claro fue que las ideas de los primeros anarquistas jamás fueron puestas en práctica más ni mejor que en los primeros kibbutzs de los años 20. Eso sí, me encantaría jugar al Trivial con él: ¿acaso perdería por primera vez en 27 años?
La tercera charla se llevó sin duda la Palma de Oro: Laughing at the Holocaust? Un cómico judío nos tuvo a más de cincuenta personas descojonándonos vivos con chistes súper crueles sobre campos de concentración, las duchas de gas, los nazis... Muy bestia. Su punto de vista era el de rechazar el Holocausto como el tabú más poderoso. ¿Su argumento? Muy simple:
Comedia = Tragedia + Tiempo
Y si esto se cumple para todo... ¿por qué iba a ser el Holocausto una excepción? Se estableció un debate excelente en el que se acabó aceptando como verdad universal que chistes sobre el Holocausto "quizás" sólo debieran ser contados por judíos, igual que "quizás" es mejor no hacer chistes sobre negros si tú no lo eres, etc... ¿Vosotros que pensáis?
Concluyo por hoy con el chiste más light:
Un judío sale de su escondite en busca de comida y de pronto aparece en el camino un coche nazi. Se esconde detrás de un arbusto pero los ocupantes del vehículo le ven. Baja Hitler del coche, apunta al judío con una pistola y le obliga a comerse una caca de vaca que había por allí. El judío se la come y Hitler no puede parar de reírse, tanto que se le cae el arma y el judío aprovecha para apuntarle él ahora. Le obliga a terminarse la caca de vaca y Hitler lo hace. Entonces el judío huye escopetado al ático donde su familia está escondida. Abre la puerta y le dice a su mujer: Cariño, ¿a que no sabes con quién he comido hoy?
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