viernes, 23 de mayo de 2008

Celebrities in London II

Como buena fan, alguna que otra vez me había imaginado como sería conocer a mi gran ídolo: de qué hablaríamos, dónde estaríamos, qué pasaría después… Aquel que dijo que la realidad es como un jarro de agua frío no se equivocó.

El miércoles 21 de mayo de 2008, a las 16.00 (hora británica), ocurrió lo siguiente:


EXT. SOUTHBANK – DIA

LUCÍA (26) castaña clara y sonrisa tranquila, con unos vaqueros que le quedan como un guante y una camiseta roja gastada pedalea chino-chano por el Southbank londinense. El sol brilla y el bulevar peatonal está atestado de turistas y locales que pasean, conversan, se asoman al río. Al pasar junto al National Theatre la zona se congestiona bastante y LUCÍA, hasta ahora absorta en sus pensamientos, se fija en un cartel que comunica el rodaje de una película en esas mismas inmediaciones. Pone cara de “Pues bueno” y sigue pedaleando. A los pocos segundos un HOMBRE-ARMARIO con pinganillo y walkie-talkie le pide, muy educado, que se apee de la bici. Entonces los ve: los actores. Caminan despacio hacia una grúa inmensa que se mueve hacia atrás con ellos. Él es DUSTIN HOFFMAN. Ella, EMMA THOMPSON. LUCÍA parece tener sólo ojos para la actriz. Sin saber muy bien cómo se baja de la bici y…


Ni fuimos a tomar un café, ni me invitó a que le cocinara una paella en su casa, ni nada de nada.

Me quedé allí de pie, paralizada, sujetando sin ser consciente la bici, mirándola, cagándome en todo porque empezaba mi turno en el Film Café en ese momento.

A su lado estaba Dustin Hoffman, el Pequeño Gran Hombre (es muy enano, doy fe), el protagonista de Rain Man, El Graduado, Hook, pero ya podían haber sido Nicole Kidman, Lauren Bacall, Scarlett Johanssen o Ava Gardner todas juntas y en pelotas. Era Emma Thompson.

En 1993 colgué el primer póster suyo en mi cuarto. Yo tenía 12 años y acababa de quedarme extasiada tras ver en el cine Mucho ruido y pocas nueces (Kenneth Brannagh). La actriz que interpretaba a Beatrice me había robado el alma: su personaje, su cara, su todo. De 1993 a 2008 van 15 años. Ya puedo morir en paz.

Nuestro “encuentro” no ha tenido nada que ver con lo que yo me había imaginado (en ocasiones). Ni siquiera pude pedirle el bochornoso autógrafo. Tenía que irme a trabajar y sólo llegué diez minutos tarde, los que tardé en recuperarme del shock (y de apartar mi mirada de ella).

En cuanto pude me escapé del bar, aprovechando que el rodaje era casi en la puerta de mi curro (y porque era incapaz de estar a lo que debía estar sabiendo que tenía a mi querida Emma a escasos quince pasos), y me fui a observar la filmación un ratito. Justo rodaba una escena sólo Mr. Hoffman y Emma, para nada una diva, estaba poniéndose las botas donde el catering y de pronto preguntó So, who wants cake? O lo que es lo mismo: Entonces, ¿quién quiere tarta? Y para allá que se fue a un lugar lleno de cajas y, como si estuviera en su casa y tuviera por ende que ejercer de anfitriona, empezó a servir trozos de tarta en platos de plástico para luego repartirlos por todo el set.

¡Pero qué maja es!
SIEMPRE que alguien iba a Londres a la vuelta yo le preguntaba:
¿Has visto a Emma Thompson?



martes, 20 de mayo de 2008

Celebritites in London I

Y no me refiero a las cuatro petardas de Sexo en Nueva York que el otro día desfilaron por la alfombra roja de Leicester Square cual tres zorras y su madre (como las describe Brian, el perro sabio de Family Guy).

Me refiero a otra clase de celebridades (de poca monta opinarán algunos) que a mí, como buena friki, me parecen un acontecimiento digno de ser documentado en este bello blog que el/la inventor/a de Internet me ha dado.

La primera FAMOSA, por llamarla de alguna manera, que atisbé en esta gran ciudad y, para más inri, en mi barrio Nottinghillero, fue Cara de Pato.




Pocos (imagino) sabrán que hablo de una actriz cuyo nombre siempre he desconocido pero cuya actuación como la novia desdichada e histérica de Hugh Grant en Cuatro bodas y un funeral me resulta harto satisfactoria.




Cara de pato (literal del inglés, Duckface). Así la llaman los amigos del bueno de Hugh en la peli. Yo, personalmente, me hubiera quedado con ella antes que con la sosainas de Andie McDowell. Aunque con quien de verdad me hubiera quedado habría sido con la mejor amiga de Hugh en la peli, Fiona:


Fiona estaba interpretada por la bella entre las bellas, la británica Kristin Scott-Thomas.
Este fotograma es de El paciente inglés.


El caso es que no sólo vi a Cara de Pato saliendo de una tienda de especias el primer día de mi nueva vida en Londres, sino que otro día me soltó no sé qué rollo sobre las chicas pijas mientras esperaba a que le preparara su capuccino en aquel lugar infame lleno de polacos explotados en el que malgasté seis días de mi exitosa existencia.

Era sábado por la mañana y Cara de Pato lucía, con bastante poco glamour, unos pantalones de pijama, un anorak o plumas de estridentes azules y amarillos y una pañoleta en la cabeza que semi ocultaba su pelo sucio. Una loca en toda regla vamos. Si hubiera tenido una cámara en ese momento no habría dudado en cambiar mi truño de curro como camarera por el de, no menos truño, paparazzi. Al menos habría podido ¿forrarme? vendiendo las imágenes en exclusiva de Cara de Pato en su outfit pachanguero de sábado por la mañana en el barrio.

viernes, 16 de mayo de 2008

Cine gratis a cambio de pintas

Bueno, tras varios posts que bien podrían considerarse fragmentos del diario (de bitácora) que jamás en mi vida me he dedicado a escribir, creo que mi rutina veraniega ya tiene forma. Al menos hasta que alguna bookshop se quede prendada de mi CV lleno de bodrios y consiga volver a currar entre libros.

Llevo una semana trabajando en el bar del British Film Institute (BFI).

La actividad en sí no es muy glamourosa (servir pintas y cobrarlas), pero la mayoría de mis nuevos compis son brasileños y dan mucha vidilla al asunto. La barra no debe medir ni cuatro metros y nos hemos llegado a juntar a la vez siete camareros (o Bar Staff). Si me paro a pensar las cosas me siento demasiado mayor para lo que hago. Supongo que yo me lo habré buscado.

El BFI está también en Southbank, a cinco minutos de la tienda de bicis de Piera. Funciona como una especie de filmoteca donde proyectan clásicos del año Pum y otros más modernos. El bar es, sin duda, The Place To Be, pues con la llegada del verano (llevamos semana y media de sol que ni el Algarve en sus mejores momentos) el Southbank en su plenitud se pone de moda y los currantes tipo nosotras nos dejamos la piel a cambio de un sueldo que no está muy mal y de unas propinillas que tampoco hacen daño a nadie. Ayy... los americanos... Abre su bocaza para pedirte a pint of Guinness please, con ese acento suyo tan inconfundible, y sabes que alguna que otra libra para el bolsillo te cae.

Anécdotas con americanos:

1. Entra uno y me pide esa bebida tan famosa en Europa que sabe a manzana pero que tiene alcohol. Le miro incrédula y pregunto ¿Sidra? El tío se entusiasma y dice ¡Sí! ¿es típica de Irlanda verdad? Y como no tengo ganas ni tiempo de dar lecciones a nadie le digo que claro y le veo marcharse tan contento con su Magners (sidra irlandesa que se sirve en un vaso enorme lleno de hielo).

2. Unos americanos alquilaron unas bicis en el curro de my girl y le comentaron asombrados que el sol llevaba brillando cinco días y que ellos pensaban que aquí siempre llovía, a lo que Piera contestó ¿En serio? ¿aquí lluvia? ¿quién os ha dicho eso? es un mito, casi nunca llueve. Y los americanos tan pachis, dispuestos a difundir este nuevo rumor "actualizado" sobre la metereología británica.

miércoles, 14 de mayo de 2008

The Grocer on Elgin

Menuda mierda de curro. Lo dejé a los seis días. Todo era absurdo.

El trial del primer día fue un gran éxito y todos se mostraban dichosos de que entrara a formar parte de su equipo. Ese “todos” estaba conformado por tropecientos polacos que me pusieron muy difícil no generalizar y cagarme en todos los trabajadores del este que aceptan ser explotados sin ton ni son. La culpa nunca es el del trabajador, sino del empresario. Pero en ocasiones me sentí como un bicho raro (otra vez) porque me daba la impresión de que mis compis no lograban comprender que alguien (yo) pusiera el grito en el cielo y se negara a:

- trabajar nueve horas y media y aceptar que no tienes derecho ni a un descanso ni a comer. Me suda la xxxxx que sea sábado y que estemos en medio del Portobello Market. L@s muchach@s se escondían detrás de una basura para engullir en tiempo record un trozo de pizza frío y acojonados por si el jefe les pillaba. Yo me paré en seco cuando noté que el desmayo por desnutrición estaba próximo y, con alguna que otra ceremonia, me senté a comer pizza recién salida del horno, ensalada, brownie y zumo de naranja natural. Los demás me miraban como quien mira a un lunático. Y ni se reían ni me creían cuando, entre bocado y bocado, repetía a unos y otros que todos tenían derecho a lo que yo estaba haciendo.

- no tener derecho a propinas durante el primer mes. Eso sí, ser tú la única camarera en el café (la parte de arriba era tienda y la de abajo café) no supone ningún problema ¡puedes hacerlo! ¡no tengas miedo! ¿Miedo? ¿a un grupo de ancianas forradas y ansiosas por devorar carrot cake? Mi único miedo era saber que ninguna de las tres libras por cabeza que las señoronas dejaban de propina sería para mí. Pero todos tenemos nuestros truquitos.

- que nadie te explique absolutamente nada cuando empiezas a trabajar, y si el jefe un día te grita porque no has hecho tal cosa (limpiar la cafetera) como debes o por cualquier otro motivo de vida o muerte como fregar el suelo, la culpa es tuya y solo tuya. Haber preguntado. Haber tenido dos dedos de frente. Aguanta tu merecido chapapote y no vuelvas a cagarla nunca más.

La gota que colmó mi vaso fue una bronca inmerecida que una de las polacas (que iba de supervisora por la vida sin serlo) me echó delante de varios clientes. No es que me importe demasiado lo que ningún cliente pueda pensar de mí, pero el hecho en sí me pareció lo que viene a ser una falta de educación sin vuelta atrás. Bye bye.

A veces dudo si mi capacidad de que ciertas situaciones me pongan enferma no es lícita, pero creo que razón no me falta al reaccionar con rabia ante toda esta mierda que, para empezar, es denunciable, y en este país estas cosas se las toman muy en serio. Así pues, un día después de haber renunciado al trabajo (y sin consultarme antes), Piera llamó al Ayuntamiento para quejarse de las condiciones de trabajo que el dueño permitía en mi ex – curro, y a las dos horas ya se había personado en el café un representante del Health & Safety para ver qué irregularidades había allí.

martes, 13 de mayo de 2008

Parques y trabajos

Llevo casi tres semanas en London. Llegué el Día del Libro y lo celebré comprando en una librería de segunda mano Like Mother (Jenny Diski).

Vivo nada más ni nada menos que en Notting Hill: buen barrio, tranquilo, seguro, pijirilis, con un sin fin de cafés llenos de gente ociosa que no sé a qué se dedicará pero creo que a vivir bien.

Nuestra casa está en Ladbroke Grove, a menos de cinco minutos del archipopular Portobello Market. A menos de tres minutos del instituto Vicente Cañada Blanch, donde se encuentra ubicada la UNED en el Reino Unido. A unos cuarenta minutos en bici del trabajo de Piera, pero ¡vaya cuarenta minutos! Hay que atravesar Kensington Gardens, Hyde Park, Green Park , cruzar Westminster Bridge y ya estás en el lovely Gabriel's Wharf:


Está en una zona peatonal junto al río, conocida como Southbank, repleta de tienditas que son al mismo tiempo galerías de arte y estudios. Y en el medio de todos ellos está el London Tour Bicycle Company, una de las pocas tiendas aquí que tanto repara bicis como las alquila y organiza tours por toda la ciudad. Es una gozada pasar allí las horas.

Nuestra casa es pequeñita, y nuestro cuarto más, y el baño hace parecer cualquier zulo un lujazo. Y no es barato, pero nada en Londres es barato. Así que, siendo positiva, al dividir el alquiler entre dos salimos ganando harto, y el cubículo con ducha y váter es sólo para nosotras, no tenemos que compartir baño con seres peludos y desconsiderados. Los compis de piso son una pareja de chicos (sudafricano e irlandés) bien maja y hacen bastante vida en su cuarto, por lo que el saloncito con amplios ventanales podría considerarse una extensión de nuestro espacio.

Durante la primera semana encontré cuatro trabajos (de mierda), incompatibles entre sí:

- el típico pub británico junto a la Tate Gallery y al trabajo de Piera.
- un café al lado de casa famoso por su pan elaborado allí mismo y distribuido a medio mundo (menudos flipis)
- otro café al lado de casa que el año pasado ganó el premio TimeOut al mejor establecimiento de comida preparada.
- acomodadora en el teatro Savoy durante los meses que aguante el musical Never Forget, basado en los temazos de Take That.

Sé que no tiene sentido, pero al final escogí el segundo café… ¡con el juego que me habría dado lo de Take That! Pero era el trabajo que más horas me ofrecía, estaba a siete minutos caminando de mi hogar (y este detalle en Londres es algo así como una bendición, teniendo en cuenta que lo normal es vivir a hora y media en metro de tu trabajo, y el transporte cuesta lo que no está escrito) y porque fueron los primeros en hacerme un “trial” o prueba. Lamento comunicar que no duré demasiado allí.

viernes, 9 de mayo de 2008

Cambiar de vida

Hace menos de un mes me despedía (sin mucho dolor) de la vida que he llevado el último año y medio: recepcionismos y oficinas. Antes de eso viví en Edimburgo dos años en los que fui muy feliz, tanto que, aunque sé que no es sano, continuo comparándolo todo con aquellos meses de lluvia, librerías y amigos que, como yo, tenían motivos mayores o menores para vivir allí, pero todos estábamos atrapados. A día de hoy muchos de esos amigos continúan en Edimburgo, otros han vuelto a sus lugares de origen (Camberra, Amberes, Grenoble, España, Austria, Suecia, Italia, Canadá) y otros hemos decidido empezar una nueva etapa en un otro lugar del que tampoco provenimos.

Mi chica y yo hemos elegido (en el último momento) Londres. Ella ha vivido largas temporadas aquí y se mueve por esta inmensa urbe, y en bicicleta, con una facilidad que a mí me va a llevar un rato largo.

La verdad es que me siento un poco perdida. Supongo que la manera de movernos aquí tiene que ver. De un día para otro llamo al casero para decirle que dejamos Conde Duque, aviso en mi Oficina que me piro en dos semanas y me dedico a comprar billetes de avión megabaratos para visitar a una amiga en Amsterdam primero y a otra en Malta después.

Amsterdam ya lo he dicho: bicis y bookshops. Y mi amiga Evi, a la que no veía desde hacía más de un año pero como si la hubiera visto el día anterior. Ese tipo de amigos.














Malta fue genial, no sabría por dónde empezar a explicar lo muchísimo que me ha sorprendido, encantado, aportado. Vi bastante poco a mi amiga Ro, motivo único de mi visita a la isla: trabajaba sin parar en el rodaje de Agora, pero me dejó su coche para que recorriera cada palmo maltés. Voy a tener que escribir varios posts sobre este viaje, dado que en estos momentos mi amor por Malta no conoce las fronteras.